VALIANTINE EN
INGLATERRA
- H. Dennis Bradley –
CAPÍTULO II
El fenómeno de las estrellas de plata – El médium entra en
trance – Un espíritu aconseja que no se encienda la luz – El ectoplasma – La teoría
del autor sobre esta extraña sesión.
3 febrero 1924
En esta ocasión, además de mi esposa y yo míster y mistress
De Wyckoff, se hallaban presentes míster y mistress Mortimer Bryans y míster y
mistress Caradoc Evans. Míster Evans es el distinguido novelista y dramaturgo
galés.
La sesión se verificó en el salón de baile, cuyas ventanas
fueron cubiertas con densas cortinas negras de terciopelo. Se produjo una
pequeña discusión entre dos de los presentes sobre algún punto insignificante,
lo que acaso haya afectado a las condiciones.
A los cinco o diez minutos aparecieron junto al techo unas
brillantes estrellas plateadas; después aparecieron luces análogas en otros
puntos de la habitación. Una de las dos bocinas se movió alrededor de la
estancia y tocó a cada uno de los presentes.
Los criados habían recibido instrucciones previas para que
se apagaran todas las luces de los corredores; pero debido a algún error parece
que fue encendida una luz potente en el patio del garaje que se halla contiguo
y casi frente a una de las ventanas del salón de baile. Anteriormente a esto yo
y uno o dos de los presentes habíamos advertido que Valiantine no cantaba y que
respiraba fuertemente. Era de suponer, pues, que iba a entrar en trance, aunque
nunca lo hace a no ser cuando celebra sesiones en un gabinete con el fin de
obtener materializaciones.
La luz del garaje penetró por encima de las cortinas en
cantidad suficiente para ver confusamente las caras de los reunidos. Entonces se
advirtió que Valiantine se encontraba en un estado de postración y vimos una
bocina suspendida en el aire sin apoyo visible junto a mistress Bryans. En el
momento de surgir la luz, sin embargo, cayó al suelo.
Valiantine respiraba ahora fuertemente. Permanecimos inmóviles
en la obscuridad durante unos diez minutos hasta que le oímos murmurar: “Oh, mi
estómago!” Como parecía sufrir mucho decidimos encender la luz. De Wyckoff se
levantó de su silla y dio dos pasos hacia la llave; pero la voz del espíritu de
Everett gritó desde el techo: “¡No encienda la luz!” La voz era, inequívocamente,
apremiante y frenética.
De Wyckoff fue en auxilio de Valiantine y dijo que éste se
hallaba envuelto por una especie de película blanquecina. Entonces míster
Caradoc Evans se acercó y posteriormente describió esta substancia como una
materia viscosa y espumosa “en la que podía hundirse el dedo, pero que era
imposible perforar”. Yo le toqué a Valiantine la cara y las manos y las tenía
mortalmente frías. De Wyckoff, Bryans, Evans
y yo – las señoras habían abandonado la estancia – permanecimos con él
en la obscuridad durante media hora, hasta que se reanimó lo suficiente para
poder llevarlo a un diván de mi despacho.
Es un hecho científicamente establecido que el ectoplasma
sale del cuerpo del médium y que el efecto que causa la luz en algunos médiums
es hacer volver este ectoplasma al cuerpo, produciendo una conmoción terrible.
Esto es, a mi parecer, lo que le sucedió a Valiantine.
Pasado un rato se le acostó, y a la mañana siguiente, como
continuara su enfermedad, se avisó al doctor H. Cooper, de Surbiton. Aquel día
se quedó en la cama. El martes, salvo una contusión negra en la región del
estómago, que medía unas dos pulgadas por tres – producida sin duda por el
choque del ectoplasma al retornar – se encontraba ya perfectamente.
Más Allá de las Estrellas