LEVITACIÓN,
INVULNERABILIDAD AL FUEGO
- William Barrett –
Entre los fenómenos más asombrosos presenciados por muchos y
eminentes testigos en conexión con el médium Home, figura el de la levitación o
suspenderse y flotar en el aire como el conocido milagro de Santa Teresa y
otros de tiempos aún más remotos. Por el año 1760, decía Lord Elcho que oyó,
estando en Roma afirmar a testigos, bajo juramento, la levitación de un santo
varón, próximo a ser canonizado. Hechos análogos se registran – no dice Mr. A.
Lang – en escritores budistas y neoplatónicos, entre los Pieles rojas y en
Tonkin lo presenció un jesuita, que lo describe en 1730.
En 1871 el gobernador de Lindsay (el difunto Lord Crawdord y
Balcarres, F.R.S.) dio el siguiente testimonio corroborado por otros dos
espectadores, el finado conde de Dunraven (entonces Lord Adare) y el capitán Wynne:
“Estaba el 16 de diciembre de 1868 en casa de Lord Adare,
Plaza de Ashley, Londres S. W., con él, un primo suyo y Mr. Home. Durante la
sesión, Mr. Home entró en trance y en este estado se trasladó por la ventana a
la habitación vecina, volviendo en igual forma a la nuestra. La distancia entre
las dos ventanas era aproximadamente de dos metros treinta, y no había entre
una y otra dónde poner un pie y cada una tenía sólo un saliente de treinta
centímetros que servía para poner
flores. Oímos levantar la persiana de corredera de la habitación vecina e
inmediatamente vimos a Home flotando en el aire ante nuestra ventana. La luna
iluminaba por completo nuestra estancia; yo estaba a contra luz y vi la sombra
en la pared del antepecho y los pies de Home a veinte centímetros sobre el
borde de la ventana. Permaneció así unos segundos, levantó después la persiana
de corredera y se deslizó en el cuarto con los pies por delante y se sentó.
“Lord Adare fue entonces a la habitación vecina para
inspeccionar la ventana por donde había pasado Home. La persiana estaba
levantada unos cuarenta y cinco centímetros, y al expresar su admiración porque
hubiese podido salir Home por tan estrecha abertura, dijo éste, todavía en
trance “Yo se lo mostraré”, y volviendo la espalda a la ventana, traspasó la
abertura, con la cabeza primero y el cuerpo rígido, regresando suavemente. La
ventana está a veintiún metros aproximadamente del suelo. Ha sido aventurada la
hipótesis de un mecanismo de cuerdas o poleas al exterior que no explica los
hechos tal como los describo.”
En un artículo de la Contemporary
Review, de enero de 1876, el doctor Carpenter, eminente fisiólogo,
comentando estos hechos, pone en relieve la diferente opinión que sugiere a un
creyente y a un escéptico: “Todos los creyentes aseguran que vieron a Mr. Home
salir flotando por una ventana y entrar lo mismo por otra, mientras que un solo
escéptico sincero declara que Mr. Home permaneció todo este tiempo sentado en
la silla.” Como la única persona presente, cuyo testimonio no se ha publicado
aún, fue el capitán Wynne, se le preguntó por escrito si había contradicho la
declaración del Lord Crawford, y he aquí su respuesta: “Puedo jurar que Mr.
Home salió por una ventana y entró por otra; los que me conozcan, no supondrán,
ni un momento , que fui víctima de una alucinación o de cualquier necedad por
el estilo.” El doctor Carpenter, como otros polemistas, apeló a su imaginación
en apoyo de su tesis.
Puede suponerse, no obstante, que el testigo se ha equivocado
o ha sido juguete de una alucinación de los sentidos; pero no es fácil suponer
que tres personas cultas, a las que no se anunció lo que podrían ver, se
hubieran alucinado de igual modo, ya que sus relatos están acordes. Tampoco es llano sostener que los numerosos testigos
de levitación de santos y de otros, en tiempos pasados y en países diversos, no
conociendo a veces casos anteriores, estuvieran todos alucinados. Ni, como dice
Mr. A. Lang, “es muy fácil sostener que una creencia para la cual, como en la
de levitación, es tan grande y tan universal el testimonio colectivo, pueda
atribuirse a que una serie de santos, brujos y otros, sacaran la cabeza y los
hombros por una ventana oculta a los espectadores, como ha sugerido un
escéptico.”
Otro fenómeno singular en conexión con Home, tan raro como
inexplicable, es el considerable alargamiento de su cuerpo, verificado a veces
en estado de trance. Los numerosos testigos de ello tomaron toda suerte de
precauciones para no ser engañados y en su declaración afirmaron unánimes la
realidad de este fenómeno asombroso. Mi amigo, el difunto general Boldero, lo
comprobó varias veces durante la estancia de ambos en Escocia, y aseguróme que
tomó medidas y que ni trampa ni alucinación fueron posibles. Los neoplatónicos
cuentan que este hecho ocurría en su tiempo a ciertos energúmenos (poseídos).
Por incomprensibles que sean algunos de los fenómenos
asociados a la mediumnidad de Home, no son casos aislados. El reverendo
Stainton Moses, a quien ya me he referido, fue levitado nada menos que diez
veces. De su relevante personalidad, virtud y rectitud, Mr. F.W.H. Myers dice
“Ni yo ni persona alguna que le haya tratado personalmente, puede dudar de él.”
Yo lo he tratado durante muchos años y, como todos sus amigos, lo creo incapaz
de ninguna superchería. Mr. Serjeant Cox, que no es espiritista, refiere que a plena luz diurna, vio , estando Mr.
Moses en su casa, que una mesa de comedor, grande y pesada, de caoba, que
requería el esfuerzo de dos hombre vigorosos para moverla, se balanceaba de
repente con violencia, de un lado a otro, elevándose o inclinándose a pocos
centímetros del piso, en dos direcciones.
Se produjeron fuertes y frecuentes golpes sobre el tablero,
que no tenía tapete, y la luz se proyectaba en él, de modo que podía verse que
nadie se escondía debajo. En efecto, Sejeant Cox y Moses eran las únicas
personas presentes en la habitación y ambos estaban en pie a unos sesenta
centímetros de la mesa, uno enfrente del otro, con las manos a unos veinte
centímetros sobre el mueble. Todo ello fue publicado por Serjeant Cox y
descrito por él a Mr. Fred Myers, cuyo detallado informe, acera de la maravilla
mediumnidad de Mr. S. Moses, es digno de atenta lectura (1)
(1) Proceedings S.P.R. , Vol. IX, págs.
245-352
Estando un día Mr. Moses en casa de un amigo, el acordeón de
un niño se alzó de la mesa flotando en el aire por la estancia y haciéndolo
sonar manos invisibles. La silla en que mr. Moses estaba sentado, fue
bruscamente arrastrada por el cuarto, hasta la pared, sin que nadie la tocara,
y el propioMr. Moses estaba sentado, fue bruscamente arrastrada por el cuarto,
hasta la pared, sin que nadie la tocara, y el propio mr. Moses fue, por el
agente invisible, alzado de la silla y elevado hasta que tuvo la cabeza cerca
del techo; como estaba próximo a la pared, hizo en ella con un lapicero una
señal al nivel de su pecho y fue descendido después hasta el piso. Se midió la
altura de la marca y era de un metro ochenta. Todos estos hechos y otros más
sorprendentes de su levitación, han sido descritos, pero él no pretendía
producir estas manifestaciones, que sin embargo, continuaron algún tiempo.
Volvamos a Home, que en estado de trance era invulnerable al
fuego, com los jóvenes en el horno de Babilonia. Citaré aquí a Mr. Lang, que ha
prestado singular atención a Firewalk
(Paseo por el fuego):
“Se asegura que en épocas diversas muchas personas han
manipulado el fuego o han paseado por las llamas, no solamente sin experimentar
dolor alguno, sino también sin sufrir lesión en la piel. Jamblichus atribuye
esta particularidad a los “posesos”, y en Mitología Moderna (1897) he recogido
testimonios de los tiempos clásicos, de la India, Bulgaria, Trinidad,
establecimientos del Estrecho de Malaca y de otros muchos lugares. El
testimonio es de viajeros, misioneros, oficiales y otros, apoyado por
fotografías del hecho (el testimonio fotográfico tiene algún valor). Sostener
en la mano carbones encendidos sin quemarse y transmitir este don a otros,
entraba en el repertorio de Home. Lord Crawford se lo vio hacer ocho veces, y
él mismo recibió de manos de Home el carbón candente, sin quemarse. Un amigo
mío, sin embargo, todavía conserva la señal de la quemadura que se ocasionó en
esta prueba. Sir W. Crookes refiere lo siguiente:
“A ruego de Home, fui con él, durante su trance, a la
chimenea del salón posterior. Él (el “guía” de Home) me dijo: “Queremos que
observe con atención lo que hace Dan (Home).” Me coloqué muy cerca del fuego y
me incliné cuando metió las manos… Mr. Home sacudió el pañuelo dos o tres veces,
lo llevó a la cabeza, lo plegó después y lo puso sobre la mano a guisa de
almohadilla. Metiendo la otra mano en el fuego, sacó un gran trozo de carbón,
al rojo en su parte inferior, y puso esta parte sobre le pañuelo, que en
circunstancias normales hubiera ardido. Al medio minuto lo retiró del pañuelo
con la mano, diciéndolo: “Como el poder no es muy grande, si dejamos el carbón
más tiempo, lo quemará.” Entonces lo puso sobre la mano y lo llevó a la mesa de
la habitación, donde todos, menos yo, permanecían senados.”
No solamente tenemos el testimonio de Sir W. Crookes, sino
también el de un ex presidente de la Sociedad Real: el difunto Sir W. Huggins,
que presenció el mismo hecho y me dio una reseña detallada. Igualmente Mr. S.
C. Hall me refirió que, en otra ocasión, le pusieron un carbón al rojo blanco
en la cabeza, cubriéndolo con el pelo, sin que éste se chamuscara ni él
sintiera calor.
Otros varios me afirmaron también que habían visto a Home
manejar impunemente carbones encendidos; entre ellos el distinguido abogado, ya
difunto, Mr. W. M. Wilkinson, que me escribió desde Inn Fiels (Londres)
exponiendo lo que vio en el invierno de 1869:
“Vi a Mr. Home sacando del hogar del salón una brasa, de
tamaño poco menor que el de una bola de criket,
y llevarlo por la habitación . le dijo a Lord Adare, hoy conde de Dunraven:
“¿Quiere usted cogérmelo? No le ocasionará ningún daño.” Lord Adare lo cogió y
lo retuvo cerca de medio minuto, devolviéndolo al hogar. Yo aproximé la mano
antes de que me lo tirara, y sentí el calor de la brasa.”
No es posible explicarse este hecho diciendo que Home se
ponía subrepticiamente en la piel una substancia refractaria; según Sir W.
Crookes, máxima autoridad en Química, no se conoce preparación que inmunice
contra el fuego, y dice , además, que examinó cuidadosamente las manos de Home,
después de haber llevado la brasa de carbón, y no percibió quemadura ni
substancia alguna sobre la epidermis, “que – subraya él – era fina y delicada,
como la de una dama.”
Estos fenómenos son harto crasos y palpables para aducir
deficiencias de observación o descripciones inexactas contra los
experimentadores. Ellos creyeron ver lo que tuvo lugar: alucinación colectiva,
o bien manifestación milagrosa. Todas las tentativas para explicar los hechos, suprimiendo trucos,
han fracasado por completo. Prestidigitadores hábiles, que fueron consultados,
aun no creyendo los hechos de Home, prefirieron rechazar los testimonios en
globo, antes de intentar la explicación de estos notables relatos.
¿Podemos rechazar estos testimonios, no porque los testigos
mintieran conscientemente lo que es imposible, sino porque estuvieran
alucinados? Actualmente, en Nancy y en otras Escuelas de Medicina, donde la
sugestión hipnótica se usa terapéuticamente, se comprueba siempre, que , aun
entre los sujetos más ejercitados, se marcan diversos grados de
sugestionabilidad; unos ven el objeto sugerido más distintamente que otros, o
de diferente manera. Pero, en estas maravillas de Home, los testigos no eran
sujetos hipnotizados; percibieron todos lo mismo, y sólo ocasionalmente les
sugirió Home lo que iban a presenciar. Las manifestaciones dicen los asistentes
que fueron repentinas, impresionantes e inesperadas.
Si se insiste en que Home se valió de la sugestión, debió
ser puramente mental, y si es difícil
suponer que todos los presentes fueran igualmente susceptibles de una sugestión
verbal, la dificultad aumenta en grado sumo, cuando se admite la sugestión
mental, muda, actuando de modo igual sobre todos ellos (1). Tampoco debemos
olvidar que los testigos, en algunos casos, eran extraños por completo a Home,
muy cautos y en constante acecho contra cualquier probable alucinación (2).
(1) Un
interesante artículo de mr. Barrows, en los Proceedings, S.P.R., Vol. XII pág.
21, muestra que la sugestión mental, sin sueño hipnótico, puede ejercerse a
distancia sobre ciertos individuos, pero uno solo resulta afectado, y en el
caso de Home precisa suponer una alucinación colectiva creada por una sugestión
muda, aunque reconozco que esta es la hipótesis menos irracional del fenómeno
descrito en este capítulo.
(2) El
lector que desee más amplia información, puede acudir a los dos volúmenes incidents in my Life, por D. D. Home, y
la excelente narración del Md. Dunglas Home The
Gift of D. D. Home.
Los casos esporádicos de levitación registrados en la
Historia, no pueden explicarse todos. No fue Santa Teresa la única santa de la
que se recuerda el caso. En el Acta Sanctrum se atribuye fenómenos semejantes a
más de cuarenta santos u otras personas, atestiguado por multitud de sus
contemporáneos. Un obispo de Valencia estuvo, al parecer, suspendido
milagrosamente en el aire durante algunas horas, visto por el clero y muchísima
gente. En efecto: a menos que neguemos todos los fastos pasados y presentes,
las explicaciones que se intentan son tan difíciles de aceptar como los mismos
milagros.
Lo mismo los tiempos antiguos que los modernos nos ofrecen pruebas
directas de la producción espontánea de muchos de los fenómenos descritos en el
último capítulo. Sin advertencia previa, muebles y porcelanas se vuelcan en la
estancia, tocan las campanillas continuamente, perturbaciones de índole diversa
se producen sin causa visible, y todas las tentativas para sorprender a los
supuestos bromistas fracasan por completo. A quienes personalmente he
interrogado, me aseguraron que vieron todo esto en pleno día, o con profusa luz
artificial, y nadie tocó ni se aproximó a los objetos desplazados o esparcidos
en las habitaciones. Yo he publicado un extenso artículo acerca de estos
fenómenos poltergeist, como se les denomina, y abrigo la certeza de su realidad y de su
característica supernormal; por otra parte, no tienen significado (1).
Todo lo que en la actualidad podemos hacer es recopilar
testimonios adicionales y refrenar las especulaciones respecto al fin de estas
absurdas y fútiles manifestaciones, que carecen, al parecer, de importancia
ética o religiosa. Valor científico y filosófico lo tienen, indudablemente, cmo
debe ser obvio al discreto lector.
(1) Véase Proceedings S.P.R., vol. XXV,
página 377, y Psychical Research (Home
University Series), cap. 13.
En el Umbral de lo Invisible. Sir William Barrett