- Veladas en la Oscuridad



Veladas en la Oscuridad

- Scott Rogo –





A lo largo de toda la historia de la parapsicología, se repiten los relatos de médiums que, en sus sesiones, hacían levitar las mesas, aparecer formas fantasmales y correr brisas frías y misteriosas. A pesar de estas descripciones pintorescas, algunos de ellos fueron estudiados por los mayores sabios de su época. Eusapia palladino, por ejemplo, una médium italiana semianalfabeta, cuyas manifestaciones más notables consistían en levitaciones de mesas, objetos que se movían por sí solos, etc, fue examinada por científicos tan legendarios como sir Oliver Lodge, el fisiólogo y premio Nobel, Charles Richet y el famoso padre de la criminología, Cesare Lombroso. Todos ellos certificaron su autenticidad. Otros científicos, entre ellos Madamme Curie, expresaron su estupefacción ante su caso. Se tomó testimonio de estos raros médiums, se llevaron a cabo experimentos sobre ellos, se construyeron laboratorios especiales y se sacaron fotografías. Todo apuntaba a la irrefutable evidencia de que existe una energía psicofísica que, en raras ocasiones y escasos individuos, se manifiestan fuera de los límites corporales. Cuando esta facultad, la psicocinesis (PK), puede ser controlada, tenemos a una Palladino. Si la fuerza es  incontrolada, nos enfrentamos al maligno poder destructivo de los poltergeist. En todo caso, la “acción mental sobre la materia” no se reduce a un mito.


El hecho de que el organismo humano alberga un tipo de energía no física, capaz de mover objetos sin contacto físico o romperlos en pedazos, está bien documentado. Sin embargo, constituye una facultad más excepcional que la PES, aunque la mayoría de los sujetos dotados de esta última poseen también la capacidad de telecinesis. Los fenómenos de PK no han sido, por varias razones, tan ávidamente investigados por los parapsicólogos como los de PES, al ser difíciles de controlar, esporádicos, poco frecuentes, más controvertidos y, sobre todo, fáciles de imitar.


En este último punto reside la mayor dificultad. En la historia de la investigación psíquica, abundan los sujetos dotados que pretendieron poseer la facultad PK. Pero tales individuos fueron descubiertos muchas veces falsificando descaradamente los resultados. A menudo, los propios investigadores se dejaban engañar. Otras veces, los fenómenos físicos eran sin duda alguna reales. Diferenciar entre unos y otros llegó a hacerse tan difícil que la constante  controversia sobre los fenómenos psíquicos empezó a afectar la respetabilidad científica de la parapsicología. Puesto que las sesiones para obtener fenómenos paranormales casi siempre se celebran a oscura, con facilidad se da en ellas una alianza terrible de fraude y observación imperfecta. Tomemos, por ejemplo, el caso de una mesa que levita. Los participantes se sientan alrededor de una mesa, en una habitación a oscuras. La mesa se mueve de un lado a otro y, finalmente , se alza unos centímetros del suelo. ¿Hay algo más sencillo de comprobar? Sin embargo, no ocurre así. Se conocen demasiados modos de simular este efecto. Uno de ellos consiste en fijar un clavo a un lado de la mesa y enganchar en él un anillo, que se lleva flojo al efecto. O bien, deslizar un pie bajo una de las patas de la mesa, o aun, levantarla mediante un gancho sujeto a la muñeca. Si las luces permanecen apagadas y los presentes cogidos de las manos nada más fácil que empujar por debajo la mesa con la nuca y alzarla. Y sólo cito los sistemas más frecuentes.


El movimiento de mesas es un tipo de práctica psíquica muy popular y casi siempre fraudulento. Prácticamente todas las personas interesadas en el campo psíquico han presenciado o han participado en sesiones de esta clase. Un grupo de personas se sienta alrededor de una mesa ligera de madera, apoyando en ella sus manos, sin presionar. La mesa empieza pronto a oscilar levemente y, al final, se tambalea, golpeando alguna pierna que otra, etc. estos movimientos impresionan, pero no tienen nada de paranormal. Se explican de manera similar al funcionamiento  del tablero Ouija. Nadie empuja de manera consciente el Ouija. Se trata de movimientos involuntarios de mesas , todos los participantes la empujan y mueven sin ser conscientes de ello, ejerciendo al final tanta fuerza que la mesa llega a saltar erráticamente. Pero, como hemos  dicho, se debe a los movimientos de los presentes, ignorantes de que los causan. El principio fue demostrado nada menos que por Michael Faraday, quien inventó un aparato para controlar los movimientos involuntarios de las manos. Instalado el ingenio de Faraday (una especie de falsa tabla de mesa, de forma circular), al moverse éste, la mesa de debajo permanecía inmóvil. Otro método para terminar con los movimientos musculares durante las sesiones consiste en esparcir una crema por encima de la mesa. La crema resulta tan resbaladiza que nadie puede apoyar en ella los dedos, ya que estos dejan una señal acusadora.


El fraude puede ser consciente o inconsciente.. en una ocasión, asistí a una serie de sesiones con dos “médiums” que trataban de promocionarse como “movedoras de mesas”. La habitación estaba poco iluminada, pero no en la oscuridad. En efecto, al cabo de poco rato, la mesa dio un brinco. Mirando a una de las médiums, se observaba fácilmente que, cuando la mesa se inclinaba, sus uñas adquirían un color blanquecino, mostrando que presionaban de modo voluntario con las puntas de los dedos causando así los movimientos de la mesa. Como yo me encontraba a su lado, me limité a ejercer una presión que neutralizara la suya, de modo que fuera yo, y no ella, quien manipulara la mesa. Cada vez que la médium trataba de empujar, yo me aseguraba de que la mesa no se moviera. Cuando ella cesaba, yo daba un pequeño empujón. El juego duró algún tiempo, hasta que la médium empezó a sentirse muy inquieta por la situación.


Al leer estos comentarios, tal vez sorprenda comprobar la evidencia de los fraudes. Sin embargo, he de decir que todos los presentes en la reunión, no sólo quedaron cautivados por la exhibición, sino  que creyeron hallarse en contacto con el mundo invisible. Una mujer se puso histérica y empezó a dar golpes en la mesa y a chillar, pensando que su difunta madre trataba de comunicarse con ella y de matar a su hermana. En el curso de sesiones fraudulentas, he visto varias veces este tipo de paroxismo histérico y frenético. Sin embargo, no todos los fraudes son tan fáciles de identificar.

En 1969, se abrió un nuevo capítulo en mi investigación de lo psíquico gracias a un encuentro casual con el doctor Robin Sanders-Clarke. Robin tenía unos cincuenta años y había sido miembro del consejo del ya desaparecido British College of Psychic Science, fundado en 1920 por el espiritista J. Hewat MacKenzie. (El BCPS no tiene relación alguna con el  College of Psychic Studies, actualmente activo en Gran Bretaña.) El BCPS se convirtió en un centro de médiums, con una plantilla de psíquicos espectacular. Contaba, entre otros, con Eileen Garrett, quien llegó a ser más tarde, una de las médiums más famosas de los tiempos actuales. El Colegio auspiciaba también a Arthur Ford, otro psíquico de primera clase. Conocer a Robin supuso para mí abrir una puerta sobre la rica historia de la investigación psíquica. Poseía una enorme experiencia sobre los médiums y un profundo conocimiento de los tejemanejes del fraude. Ardía en deseos de volver a participar activamente en la investigación. Esto nos condujo a la fundación de un “círculo familiar”, en el que algunos de nosotros experimentados regularmente, tratando de provocar, presenciar y verificar fenómenos psíquicos.


Antes de presentar la crónica de los encuentros con lo invisible facilitados por estos experimentos, conviene dar alguna noticia previa sobre lo que significa un círculo familiar y de cómo funciona. El espiritismo nació como movimiento religioso en 1848, cuando una serie de golpes se abatieron sobre la asita perteneciente a la familia Fox, de Hydesville, Nueva York. Pronto se descubrió que estos golpes pretendían una comunicación inteligente y procedían, según manifestaron, de los muertos. Todavía hoy se discute si los golpes de Rochester, tal como se dieron a conocer, eran auténticos o falsos. No obstante, la revelación de que el hombre podía entrar en contacto con los muertos se convirtió en la base de un culto que pronto se extendió por Estados Unidos y Gran Bretaña. Cada familia adepta a él procedió a experimentos en su propio domicilio, reduciéndose casi siempre a la práctica de hacer girar las mesas, que se convirtió en una actividad muy de moda en Estados Unidos y entre las clases medias de Gran Bretaña y Francia. Se creía, naturalmente, que los espíritus hacían bailar las mesas y se inventaron códigos mediante los cuales hablar con ellos. Se formulaban preguntas, a las que respondía la mesa con un determinado número de golpes para el sí y otro para el no. Incluso llegaba a deletrear mensajes, golpeando cuando se pronunciaba una letra específica.


Abundaban los médiums dotados, reales y falsos, los últimos  muy superiores en número a los primeros, claro está. Sin embargo, uno de los principios más importante del espiritismo  era que una familia podía comunicarse con los muertos incluso en ausencia de un médium de talento. Esto llevó al concepto de círculo familiar. Se creía que, si un grupo de personas se sentaba con asiduidad alrededor de una mesa, semana tras semana, en una habitación a oscuras, o simplemente se reunía, poco a poco iría desarrollando suficiente “energía” y, al final, se producirían fenómenos físicos paranormales, o bien, alguien del grupo desarrollaría una facultad mediúmnica.

Esto puede parecer muy ingenuo, pero existen abundantes testimonios de que los círculos familiares constituyen un excelente y abonado terreno para este tipo de fenómenos físicos. En las décadas de 1920 y 1930, muchas personas que establecieron círculos familiares publicaron obras de divulgación. Libros como Death’s Door Ajar, The Consoling Angel y otros, que relataban las experiencias de los círculos privados, fueron muy populares en Gran Bretaña. Notables espiritistas como Hnnen Swaffer y Maurice Barbanell hablaron abiertamente de sus encuentros psíquicos en otros grupos. Incluso Hereward Carrington, uno de los parapsicólogos con más sentido crítico, admitió que una de las exhibiciones más extraordinarias de fenómenos psíquicos que observó nunca tuvo lugar en un círculo familiar.


Conscientes de todo esto, Raymond Bayless y yo acogimos con entusiasmo la sugerencia de Robin Sanders- Clarke de formar un pequeño grupo con el propósito de celebrar sesiones regularmente, para ver si conseguíamos en verdad provocar fenómenos físicos paranormales. Robin tenía mucha experiencia en este terreno, así que , en enero de 1969, dimos comienzo a una larga serie de veladas en la obscuridad.


El grupo lo formamos varios amigos íntimos: Raymond y Marjorie, su mujer, Robin, yo, mi madre, Winifred Rogo, y dos personas más que serán identificadas por sus iniciales: el psicólogo A.G. y la secretaria G.L. El plan de las sesiones era sencillo, pero rígido. Cada semana nos reuníamos en el mismo lugar y a la misma hora. Todos nos comprometimos a asistir regularmente, excepto en caso de extrema necesidad. (Según los manuales de espiritismo, las únicas razones admisibles para la ausencia son la enfermedad y las vacaciones de verano.) Con este fin, convenimos el pequeño estudio e Raymond en sala de sesiones. Cuando no se utilizaba, la habitación permanecía cerrada. Nos procuramos unas sillas plegables, que dispusimos en un círculo muy apretado. El cuarto se dejaba completamente a oscuras. De este modo, nadie podría moverse sin topar con su vecino, y cualquier acción sería detectada fácilmente por el resto del grupo. Si alguien se movía o hacía ruido, se apresuraba a decirlo para que se registrara. Nos sentábamos en torno a una anticuada bocina de latón, con la esperanza de que al final se movería, o recibiría un golpe o, al menos, sería el foco general de cualquier efecto telecinético que se presentara. Mi madre se inventó un método para escribir a oscuras y fue llevado un registro preciso de todo lo que sucedía.


La estructura formal de la sesiones se ajustó a los procedimientos convencionales del círculo espiritista familiar. La razón para adoptarlos se basaba  en varios motivos: 1) eran tradicionales; 2) otros los habían seguido y afirmaron haber alcanzado el éxito.; 3) daban una estructura a los experimentos, 4) Robin había empleado otros métodos anteriormente con buenos resultados. El sistema no ofrecía complicaciones. Antes de empezar la sesión, permanecíamos un rato charlando y luego nos reuníamos en la sala de sesiones. Todas las luces se apagaban y se sellaban las puertas y ventanas. Se hacía una salutación y , en la hora que seguía, sólo de vez en cuando se charlaba un poco o se escuchaba música de fondo. Al cabo de una hora u hora y media, dábamos por terminada la sesión. Según la tradición de los círculos familiares, el proceso es lento, habiéndose dado el caso de círculos que esperaron durante dos años antes de que ocurriera nada. Teniendo esto presente, calculamos una serie de cincuenta y dos sesiones.


La paciencia a la que nos habíamos obligado se vio puesta a prueba desde el principio. Durante diez semanas, no ocurrió absolutamente nada. En la décima sesión, en cambio, recibimos la primera prueba de que tal vez fuéramos capaces de registrar algún fenómeno físico. Al cabo de cuarenta y cinco minutos, Marjorie informó de que algo la había rozado.. A.G., que estaba a su lado, no se había movido.


 Nuestro optimismo estaba justificado, porque en la undécima sesión se produjeron varios fenómenos menores. Veinte minutos después de sentarnos, Marjorie informó de nuevo de que algo le había tocado el zapato. Durante la media hora siguiente, muchos de nosotros oímos golpes muy débiles. Nunca habíamos oído esta clase de ruido en nuestros casi tres meses de experiencias. Mientras continuaba la serie de repiqueteos, que se prolongaron de modo intermitente por espacio de casi veinte minutos, se oyeron dos fuertes golpes, que sonaban a madera. Debo señalar que estoy muy familiarizado con la casa de los Bayless, de la que he sido invitado frecuente durante los dos años anteriores a los experimentos. Conocía pues muy bien los ruidos de la instalación de la casa y sus crujidos termales. El tiempo era bueno y fresco y no había condiciones atmosféricas inusuales que pudieran afectar a la casa.


Las dos sesiones siguientes fueron nulas, como si la energía  que se había activado se hallara ahora en proceso de autoconservación. No obstante, ocurrió un fenómeno extraño. En la duodécima sesión, todos , con excepción de A.G., oímos un fuerte silbido. Sonó como si alguien exhalara el aire entre los dientes y por la nariz. Al principio, sospechamos de A.G. como causante inconsciente del ruido, puesto que no lo oyó, pero él negó enfáticamente tal posibilidad.


Tras las sesiones nulas anteriores, la del 7 de abril fue la más impresionante hasta la fecha. Al cabo de quince minutos de iniciarla, G. L. informó de que la habían tocado en un dedo. Quince minutos después, se oyó un fuerte ruido que procedía de detrás del círculo y que sonó como si alguien hubiera golpeado con los nudillos el escritorio de Raymond. Otros quince minutos, y Robin entonces informó de su primer contacto, un rápido roce en la pierna. Hasta entonces, los fenómenos se habían producido a intervalos de quince minutos, y continuaron así toda la noche. Al cabo de un cuarto de hora, se oyó otro intenso golpe, seguido por  otro contacto con Robin, esta vez en el tobillo.


Como en las sesiones anteriores, el brote de manifestaciones frenó la capacidad de producir fenómenos de telecinésis y, aunque registramos golpes muy ligeros, en las dos semanas siguientes no sucedió nada sustancial. Y de nuevo, la sesión que vino a continuación ofreció algunos fenómenos nuevos y sorprendentes. Según la tradición de los círculos familiares, se supone que el desarrollo de los fenómenos sigue una pauta definida: golpes, luego contactos, después corrientes de aires y, por último, telecinesis. Nuestras sesiones siguieron en efecto este modelo, que sólo Raymond, Robin y yo conocíamos bien. En la sesión del 28 de abril, quince  minutos después de empezar, todo el grupo oyó un fuerte golpe, que parecía proceder del centro del círculo, seguido al cabo de poco, por un extraño olor, que Raymond y A.G. calificaron como semejante al del alcohol metílico. Nadie más entre los presentes lo sintió. (Por mi parte, tengo muy mal olfato, lo eu sin duda impidió que oliera nada. Raymond, en cambio, posee un sentido del olfato muy agudo. Ignoro si A.G. también.) Poco antes de terminar la sesión, G.L. informó de la primera corriente de aire, lo bastante fuerte para penetrar a través de su vestido.


Los fenómenos continuaron su marcha ascendente en la próxima sesión. Todos oímos un sobrenatural surtido de sonidos: golpes aislados, golpes dobles, incluso batacazos sordos. Y hubo asimismo un contacto.


En las semanas que siguieron, hubo sesiones con golpes dispersos pero continuados, alternado con otras absolutamente nulas. El 2 de junio, a las veintidós  semanas de haber empezado, tuve mi primer contacto, uno de los efectos más misteriosos que haya experimentado nunca. Me hallaba sentado  tranquilamente cuando, de repente, sentí un fuerte arañazo, como hecho con un trozo de madera, desde la base de los dedos hasta la mitad del pie, en su parte lateral. No hubo ninguna confusión. Cosa extraña, este “contacto” pareció producirse dentro del zapato y directamente sobre el pie. Más tarde hablé con Marjorie y con mi madre, quienes afirmaron haber sido tocadas en el mismo lugar. Ambas describieron el mismo efecto, un arañazo o presión deslizándose desde los dedos hasta la mitad del pie. Esto suponía un paralelo asombroso y, más que ninguna otra cosa, me convenció de que estaba a punto de producirse fenómenos psíquicos.


En aquel momento del proceso, la naturaleza de los fenómenos sufrió un cambio. Los batacazos fuertes empezaron a declinar y, en su lugar, nuestras sesiones se vieron infestadas de toques y corrientes de aire. En una sesión, A.G. fue tocado tres veces en las piernas, siguiendo una línea rea que iba desde la parte frontal de su pierna hasta el tobillo. Los toques fueron haciéndose poco a poco más firmes, hasta que, en junio, todos los participantes recibimos empujones o sentimos que nos tiraban de la ropa. Sin embargo, el calor estival cobró su tributo y, durante los meses de julio y agosto, el número de fenómenos disminuyó. Sólo hubo débiles golpes y algunos contactos, excepto en una sesión, durante la cual la silla en la que yo me sentaba fue golpeada por tres veces consecutivas por algo invisible.

Estábamos a principios de septiembre, y yo tuve que trasladarme a Filadelfia y Nueva York durante una semana. Mi ausencia me hizo perderme el primer paso de la fase siguiente del desarrollo de los fenómenos. Al cabo de veinte minutos de empezar la sesión (nótese que, al parecer, los fenómenos comenzaban siempre de quince a veinte minutos después del principio de la sesión), Raymond, A.G. y Marjorie oyeron unos ligeros silbidos, que emanaban de un punto situado a la altura de los hombros de los miembros del círculo. Se oían distintamente, con pausas entre ellos. A la semana siguiente, regresé. Fue como si la “fuerza” advirtiera mi regreso, porque la única manifestación de aquella noche fue un toque en mi lado izquierdo, muy poco después del comienzo. A la semana siguiente, nada, pero, en las sesiones que vinieron después, las cosas volvieron a marchar.


Las sesión del 22 de septiembre resultó la más extraordinaria de la serie. Robin, A.G.y G.L. estaban de vacaciones. Marjorie telefoneó diciendo  que Raymond se hallaba enfermo y que quizás deberíamos cancelar la sesión. Yo argüí que, puesto que no habíamos suprimido ninguna sesión en treinta y ocho semanas, debíamos continuar, por pocos asistentes que restaran. Al fin, Marjorie se mostró de acuerdo. Raymond pudo reunirse con nosotros en el último momento, pero, aun así, éramos sólo cuatro personas, por lo que apartamos las sillas sobrantes. Al cabo de diez minutos, oímos los golpes más intensos de toda la serie. Venían en intervalos de unos cuantos minutos y, en ocasiones, tan fuertes que sólo lográbamos imitarlos golpeando con fuerza una de las sillas metálicas con unas tijeras.


En la sesión de la semana siguiente, sólo nos reunimos tres, puesto que Raymond seguía enfermo. Sin embargo, oímos algunos golpes.


Pro desgracia, con el mes de octubre llegó un descenso de las manifestaciones. Los contactos se hicieron menos frecuentes y, durante varias semanas, sólo hubo golpes, y aun estos escasos. Tuvimos asimismo varias sesiones totalmente nulas, con gran descorazonamiento por nuestra parte al compararlas con lo sucedido con anterioridad. Esta sequía duró algún tiempo. Pronto  comprendimos que nuestro círculo había sus máximas posibilidades, que no podía dar más de sí y que las sesiones iban de capa caída. Por tanto, al cabo de un año de firme y dedicada experimentación, decidimos separarnos . conseguimos nuestro objetivo de provocar algunos efectos psicocinéticos menores, pero fracasamos en cuanto  a hacer que los objetos se movieran o que se produjeran otros fenómenos físicos que nos habíamos propuesto como meta.


Aunque formaron una curiosa mezcla de éxito y fracaso, nuestras sesiones nos parecieron instructivas. Sirvieron para demostrar que las viejas doctrinas espiritistas – que la parapsicología actual ha arrinconado por completo a causa de su acantonamiento en el laboratorio – poseen un valor eficaz para el investigador psíquico. El hecho de que estos procedimientos provocaran efectos telecinéticos, no importantes pero evidentes, me inclinaba a creer también que los relatos de otros círculos familiares en los que aparecen muestras extremadamente violentas de fenómenos físicos no son del todo increíbles. Si nosotros conseguimos suscitar golpes, corrientes de aire y contactos físicos, otros pudieron presenciar levitaciones y movimientos de objetos e incluso escuchar voces.


El repaso de las notas de estas sesiones, cuatro años después de su conclusión, me parece asimismo ilustrativo. Los fenómenos siguieron una pauta regular. El silencio y el fracaso más absolutos daban paso poco a poco a los golpes, estos a los contactos, seguidos por las corrientes de aire. La declinación de los fenómenos siguió la pauta inversa. Las sesiones animadas iban seguidas de otras nulas. Consista en lo que consista, la energía PK seguía un proceso de acumulación gradual, descarga y renovación.


La primera objeción que el crítico se le ocurre oponer a estos experimentos es, simplemente, que se trata de una broma. Tal vez alguno de nosotros fuera el culpable. Este peligro, por otra partes muy real, queda descartado por tres razones. En primer lugar, las sesiones y el desarrollo de los fenómenos siguieron un orden lógico y consistente a lo largo de varios meses. Si todo se debiera a un fraude, éste tendría que haber sido muy bien planeado y ejecutado. En segundo lugar, ocurrieron fenómenos en ausencia de cada uno de nosotros. Si los efectos que registramos eran fraudulentos, tuvieron que estar implicados varios de los participantes. Por último, nos apiñábamos en la habitación pequeña. A pesar de la oscuridad total, ningún miembro del grupo podía moverse sin que los demás lo notaran. Asimismo, muchos de los golpes se produjeron fuera del círculo y fuera del alcance de las manos o pies de cualquiera de los presentes. ¿Y no interpretaríamos erróneamente sonidos normales? En realidad, en las cincuenta y pico de sesiones, sólo ocurrieron dos falsos fenómenos, que detectamos con facilidad. En primer lugar, el tintine de un objeto  situado sobre el escritorio, causado por el paso de un camión por una autopista cercana. El segundo incidente consistió en unos ruidos procedentes de un armario que había en la habitación. Una rápida investigación reveló al culpable. Descubrimos a uno de los gatos de Raymond al levantarse de una improvisada e insospechada siesta sobre un cartón… En aquella ocasión, habíamos olvidado comprobar las andanzas de los gatos, tal como teníamos de costumbre.


El hecho de que los fenómenos ocurrieran hallándose ausente cada uno, incluso varios de los componentes del grupo, no es un descubrimiento sorprendente. Demuestra que, aun en el caso de que ninguno de sus componentes tenga dotes de PK, el esfuerzo conjunto de un grupo estable puede producir un vórtice de energía psíquica.


Aunque los círculos familiares sean muy prometedores respecto al desarrollo de telecinesis, no significa que escapen a los problemas del fraude. El desafortunado incidente que voy a relatar prueba bien a las claras que, incluso entre amigos íntimos, no hay que excluir las trampas, a pesar de la mutua confianza.


Hace unos años, los miembros de un círculo familiar declararon haber presenciado levitaciones de mesas, objetos que se movían por sí solos por toda la casa, la aparición de palabras escritas en un papel fotográfico contenido en una caja sellada y otros fenómenos típicamente espiritista, que habían fotografiado.


Sin embargo, no tardaron en suscitarse sospechas de fraude. Al examinar las fotografías, apareció bien claro que las “levitaciones” habían sido escenografiadas con todo cuidado. Se distinguían vagamente los hilos que sostenían los objetos y, en uno de ellos, incluso se hacía visible un gancho. Hechos tan condenatorios le obligan a uno a preguntarse si había algún elemento de verdad en todos los fenómenos relatados. La respuesta llegó cuando se sometió al grupo a investigación. Tan pronto como se apagaron las luces, una mujer empezó a dar golpes en su silla con el talón del zapato, pretendiendo que eran los espíritus. Otro miembro hizo levitar una mesa levantándola con la mano, cosa ni siquiera original. La mesa osciló hacia atrás y hacia adelante, pero siempre impulsada desde el lado del sujeto. Todo el asunto resultó ridículamente fraudulento desde el principio hasta el fin. Un investigador diseñó una “caja sellada”, que se suponía destinada a recibir la escritura espontánea, constuyéndola de tal modo que, si alguien trataba de introducir algo en ella, aparecerían señales de haber sido manipulada. Y así sucedió en efecto.

Las componentes del grupo eran todos amigos y no buscaban un beneficio económico ni la celebridad. Incluso gastaron algún dinero para recabar los servicios de respetados parapsicólogos. En realidad se engañaban entre sí y engañaban a los investigadores. ¿Por qué? Por puro gusto y por el desafío que suponía. El caso significó una lección valiosa para la parapsicología. A diferencia de los procedimientos legales. A menudo no existe ninguno, excepto el tortuoso placer de tomarle el pelo a alguien. Por suerte, en esta ocasión no fueron lo bastante hábiles.



- En Busca de lo Desconocido -








- ¿Llamadas telefónicas de los muertos?




¿Llamadas telefónicas de los muertos?

- Rogo Scott –



La esposa de Ronald Beard había muerto. La fecha era en el mes de marzo de un año impreciso de la década de 1960 y Beard, escritor profesional, había viajado a Roma para intentar recuperarse del trauma emocional de su pérdida. Pero aunque el cuerpo de su esposa yacía seguramente sellado en un cementerio británico, esto no sería lo último que Beard (literalmente) oiría de ella. El incidente ocurrió una mañana mientras se encontraba todavía dormitando en su hotel de Roma. El teléfono sonó en forma inesperada y, buscando a tientas el auricular, Beard se sintió pasmado al oír la voz de la operadora de larga distancia que anunciaba una llamada persona a persona de su esposa. Momentos después, una voz fantasmal se dejó oír en la línea. Era ciertamente la voz de su esposa que recitaba las palabras de uno de sus propios poemas. La voz desapareció gradualmente hasta que sólo se oyó un silencio en el auricular.


Este pequeño argumento juega un papel central en la novel de Anthony Burgess, Las mujeres romanas de Beard, escrita en 1976. Burgess, más conocido como autor por La naranja mecánica y Poderes terrenales, estructura su novela alrededor del dilema del personaje principal que se enfrenta a un aserie de llamadas telefónicas fantasmagóricas de su esposa fallecida. El libro es interesante y entretenido, más se trata, no obstante, de una novela. Pero ¿es eso simplemente?


Cuando al principio me enteré del libro de Burgess me sentí intrigado. Habiendo concluido varios años de trabajo sobre la controversia acerca de “las voces de espíritus grabadas”, Raymond Bayless y yo comenzamos a tomar con mayor seriedad todos aquellos informes que habíamos oído y descartado de personas que con convicción creen que verdaderamente han recibido llamadas telefónicas de los muertos. Fue así como la novela de Burgess me impulsó a preguntarme si las experiencias de “Ronald Beard” eran pura ficción o si las había modelado basándose en un incidente que había oído. O quizá, pensé, incluso podía haberse basado en una experiencia personal. Le escribí a Burgess. Pasaron varias semanas y, en una breve nota enviada desde su casa en Mónaco, Burgess confirmó mis suposiciones. Admitió que las llamadas telefónicas psíquicas le habían ocurrido a él mismo exactamente como lo informaba en la novela. De hecho, la novela era en realidad una especie de autobiografía disfrazada. Burgess además describió la fantástica serie de llamadas telefónicas como una “maldita tontería”, revelando el mismo tipo de ambivalencia personal acerca de los contactos psíquicos que “Beard” sentía en la novela.


A pesar de la actitud más bien cínica de Burgess sobre las llamadas que recibió de su esposa fallecida, la mayoría de las personas que han recibido “llamadas telefónicas de los muertos” sufren reacciones que van de pavor a la conmoción. Probablemente ésta sea la razón por la que pocas personas informan acerca de estas llamadas a los parapsicólogos. Por lo tanto, fue una gran sorpresa para mí cuando descubrí a media que comencé a reunir cada vez más casos de “llamadas telefónicas de los muertos”, cuán comunes – y diversas – pueden ser.


Investigando “las llamadas telefónicas de los muertos”


Por primera vez oí hablar acerca de estas llamadas fantasmagóricas hace siete años, en 1967, cuando ingresé en el campo de la parapsicología. Una persona conocida me comentó acerca de una amiga de ella que en una oportunidad recibió una llamada por demás enigmática. La mujer declaraba que la persona que llamó hablaba con la voz exacta de su hijo muerto, que había fallecido en un accidente de motocicleta un par de meses antes. La voz sólo había pronunciado el nombre de su madre y el suyo antes de cortar la comunicación.


En ese momento no tomé la historia con demasiada seriedad. No me pareció muy diferente de las otras docenas de “historias exageradas”. Durante los diez años siguientes me enfrenté con una cantidad cada vez mayor e esos informes y descubrí mi completa incapacidad para explicarlos o justificarlos.


Por ejemplo, en abril de 1977, mi colega y amigo Raymond Byless recibió una llamada de un tal doctor John Medved, prominente médico de Los Ángeles. Para la época en que se puso en contacto con nosotros, se había comunicado con varios parapsicólogos con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera ayudarlo a comprender el extraño drama en el que estaba participando. Raymond aseguró a Medved que por cierto nos habíamos enterado de que existían personas que recibían llamadas telefónicas de los muertos y, quizá tranquilizado por nuestra sincera confirmación, el doctor relató su experiencia en detalle.


El episodio había ocurrido en julio de 1974, unos pocos días después de la muerte de su madre. Siempre había deseado ser enterrada en el pueblo natal de la familia, en Idaho, y Medved había viajado allí para colaborar con los arreglos para el funeral. Al día siguiente de su regreso a casa, recibió una llamada de su madre a las seis  y media de la mañana: “Eran exactamente las seis y media y pensé que no era un horario para que mi central telefónica estuviese molestándome”, nos explicó Medved. Saltó de la cama y corrió hacia la mesa del teléfono del vestíbulo donde siempre tenía un anotador y un lápiz. “Cuando dije: ‘Hola’ – continuó -, la voz en el teléfono dijo: ‘Johnny’. Era un sonido raro y pensé que era una de mis hermanas. Sonaba un poco acongojada, como si estuviese llamando a causa de un problema”.


Nuestro testigo preguntó a la persona que llamaba si había algún inconveniente, pero la voz sólo repitió su nombre, alargando extrañamente las sílabas: “John-n-n-n-y-y”, dijo. Medved prosiguió relatándonos:


“Repetí: ‘¿Qué sucede?¿Quién es?’ No sé si la voz dijo ‘Johnny’, nuevamente, pero comencé a sentirme bastante nervioso.”, preguntó a continuación: ‘¿Eres tú, Johnny, querido?’. Para entonces ya no sabía si alguien me estaba haciendo una broma o algo por el estilo; alcé el tono de mi voz: ‘¿Qué sucede?’, dije. ‘¿Quién es?’ Seguía repitiendo lo mismo y la voz dijo: ‘Tu madre’.”


Luego de concluir su fantástica historia, el doctor Medved nos explicó que la voz hablaba, ¡con el timbre exacto de su madre! No podía haber ningún error al respecto. Medved nos dio además el nombre de un invitado de la casa a quien le había relatado la experiencia después de que la llamada tuviese lugar. Buscamos a este testigo y en verdad nos contó que Medved le había comentado acerca de la fantástica llamada y que se veía visiblemente perturbado por ella.


Por supuesto que si uno es cínico hasta lo más profundo de su ser, puede que quiera descartar la llamada del doctor Medved tomándola como una burla. Puede que alguien que lo conociera y estuviera al tanto de su duelo hubiese imitado la voz de su madre en la línea para jugarle una broma cruel y un tanto retorcida. Pero ¿cómo se puede explicar una llamad telefónica fantasmal en la que la voz no sólo habla con el timbre exacto del difunto sino que también utiliza frases o imparte mensajes típicos de esas personas?


Un caso de este tipo, en el que logré conversar a fondo con el testigo tres años después del incidente, me fue confiado por un ama de casa de Oklahoma, la señora Mary Meredith, quien me había visto en televisión disertando acerca de episodios de este estilo. Todavía se sentía nerviosa por el hecho de relatar su extraña historia a alguien, pero acabó por enviarme un informe completo sobre un incidente que le había ocurrido después de una operación en 1977. Ésta es la historia que en un principio relató la señora Meredith:


“Fui sometida a una cirugía el 22 de agosto de 1977. Volví a casa una semana después y, por supuesto, tenía cartas en abundancia esperando por mí. Una de ellas era una carta de mi adre, que viene de Kentucky, informándome sobre la muerte de mi prima Shirley. Ella vivía en Louisville, Kentucky. El teléfono sonó mientras estaba en la cocina, así que lo atendí y una voz en la línea dijo: ‘Hola, Mary, soy Shirley Jean’. Pregunté: ‘¿Quién?’, y la voz me dijo nuevamente: ‘Soy Shirley Jean’. Esta voz se parecía demasiado a la de mi prima, que hablaba con un suave acento sureño. Luego, por supuesto, me desconcerté. En un principio pensé que realmente se trataba de ella pero luego entendí que no podía ser cierto. Así que respondí: ‘¿Qué clase de persona es usted?¿Está usted enferma?¿Qué clase de  persona podría hacerle esto a alguien?’ Después colgué.


Me encontraba tan trastornada que me levanté y me tendí en la cama. Pero el teléfono volvió a sonar y, recobrando la calma, respondí. Era la misma voz y dije: ‘Quiero saber quién es usted’. Y la voz respondió: ‘Mary, soy Shirley Jean. ¿Te encuentras bien?’


Intenté no perder la cabeza pregunté: ‘Sí, ¿cómo sabías que había esto enferma?’. Ella respondió: ‘Estuve en el hospital contigo’. Lo negué pero ella insistió en que había estado.


Todo el tiempo que estuve hablando – ambas veces – pude oír su voz, alta a intervalos para luego desvanecerse. Me encontraba muy perturbada por todo el hecho. Entonces mi prima dijo: ‘Te llamaré otra vez, Mary’. Pareció producirse un trastorno en la línea y eso fue todo con respecto al incidente. Ella simplemente se desvaneció.


Me puse a pensar en el episodio después. Nadie en Oklahoma sabía que tenía una prima llamada Shirley Jean o algún primo allí en Kentucky. Todos mis parientes vivían en Kentucky. Así que intenté hacerlo pasar por algo extraño que me había sucedido.”


La señora Meredith no volvió a pensar en el incidente hasta que vio por televisión la entrevista en la que describía nuestro trabajo con Raymond. Encontrar a alguna persona con quien pudiera hablar del episodio era un alivio para ella y fue así que se puso en contacto conmigo. Cuando conocí a Mary Meredith algunos meses después me confirmó que su prima y ella habían estado muy unidas y que no había forma de que hubiera identificado erróneamente la voz del teléfono. Confesó que la llamada había tenido lugar – lo cual era bastante significativo – en el mismo momento en que estaba leyendo acera de la muerte de su prima. Esta “coincidencia”, impresionante no podía de ninguna manera deberse a la casualidad. Mostraba cierto tipo de coincidencia o propósito por parte de la persona que llamaba.


Otro caso sorprendente nos fue revelado por una notable actriz de Hollywood, quien nos ofreció la historia en forma confidencial y nos pidió que no reveláramos su identidad. El incidente ocurrió cuando la señorita Adams (así la llamaremos) tenía ocho años y vivía en Texas. En el Día de Acción de Gracias se encontraba de vacaciones con sus padres y hermanos, en la casa de una amiga de la familia. La ocasión era un poco tristona, sin embargo, debido a que dos años antes la hija de la amiga, quien siempre volvía a su casa en el Día de Acción de Gracias, había muerto en un accidente de automóvil mientras se encontraba en la universidad. Todos lo estaban pasando bien, a pesar de ello, cuando el teléfono sonó. La señorita Adams respondió. Nos contó lo siguiente:


“Yo… oí a la operadora de larga distancia decir: ‘Tengo una llamada por cobra’. Mencionó en nombre de la amiga de mi madre y el nombre de su hija.  [En otras palabras, la llamada estaba dirigida a la amiga y la operadora le dijo a la señorita Adams que la llamada provenía de su hija fallecida.] El hecho me perturbó un poco siendo una niña y dije: ‘Espere un minuto’. Fui a buscar a la amiga de mi madre. Vino al teléfono. Me detuve a observarla porque había oído el nombre y pensé que quizás alguien estuviera haciéndole una broma a ella o a mí o algo por el estilo. Ella escuchó, se volvió completamente blanca y se desmayó.


Después me enteré de lo sucedido. Mantuvieron el asunto en secreto pero supe que había oído a su hija que le hablaba. Dijo lo mismo que siempre decía antes de regresar a casa: ‘Mami, soy yo; necesito veinte dólares para volver a casa.”


Su madre siempre le enviaba veinte dólares para la buena suerte. Ella dijo que reconoció la voz. Llamó a la compañía telefónica pero ellos no habían registrado ninguna llamada.”


El hecho de que esta supuesta llamada de larga distancia no fuese cobrada a la familia es una característica perturbadora del caso. Indica que las llamadas no son llamadas telefónicas “normales” en el sentido literal del término. En otras palabras, parece que no son registradas en los teléfonos de los testigos por la central telefónica, tal como siempre se registran las llamadas normales entre dos personas. En cambio, parece como si las llamadas se produjesen manipulando el teléfono específico donde se recibe la llamada.


El fenómeno está mejor ilustrado en un caso que recogimos de un hombre de mediana edad de Ohio, que fue testigo de una de estas llamadas fantasmales de niño, cuando vivía en una pequeña granja con su abuela. Debido a que el teléfono de la granja a menudo era utilizado sin permios por muchos de los vecinos, la abuela de nuestro testigo un día lo desconectó. A la tarde siguiente, sin embargo, el teléfono sonó. Era una llamada de larga distancia de una amiga de la familia de West Virginia que decía que “todo estaría bien”, que ella se “estaba yendo” y que el testigo “oiría más en unos cuantos días”.


“La voz parecía hueca – nos comentó el testigo- y lejana.”


Naturalmente, la abuela de nuestro testigo estaba perpleja por la llamada y se puso en contacto inmediatamente con la compañía de teléfonos local para quejarse porque el aparato no había sido desconectado como habían pedido. “El reparador de la línea llegó esa tarde – explicó el testigo-. Señaló a mi abuela el nuevo cable blanco enroscado alrededor del poste que no estaba conectado. Luego subió a la casa y descubrió que tampoco el cable de allí lo estaba”.


El resultado final de esta extraña y aparentemente “imposible” llamada llegó, como había sido predicho por la voz, días después, cuando recibieron una carta que anunciaba la muerte de la amiga de la familia. Había muerto en el mismo momento en que había tenido lugar la llamada.


Este fenómeno, donde la llamada se produce aproximadamente a la misma hora de la muerte real del fantasma que llama, aflora también en varios otros de nuestros casos…, incluso en aquellos que llegan desde países distintos a los Estados Unidos. Esto indica que algunos de los patrones que hemos encontrado son universales con respecto al fenómeno de las “llamadas telefónicas de los muertos”.




Informes reunidos por otros investigadores


A principios de octubre de 1980, dos de nuestros colegas nos escribieron para ponernos al tanto de su investigación sobre las experiencias relatadas por italianos. El doctor G. M. Rinaldi y su esposa, de Bolzano, Italia, habían comenzado a toparse con casos de llamadas telefónicas muy similares a aquellos que habíamos estado reuniendo en este país desde 1977. Él y su esposa habían investigado en forma personal el caso de la señora Emma Portocalschi de Turín, Italia, que había recibido una llamada telefónica fantasmal el 18 de agosto de 1977. La mujer informó a los investigadores que su esposo había muerto de cáncer de páncreas ese mismo día. Su muerte ocurrió a las cuatro de la mañana, así que se encontraba de vuelta en casa cuando se produjo la llamada a las siete. Todavía no se había ido a acostar y estaba completamente despierta y alerta cuando el teléfono sonó. La voz de su esposo apareció en la línea inmediatamente. “Emma – le dijo en un tono perplejo-, ¿por qué estás todavía en casa? Te estoy esperando.” La pobre mujer se encontraba tan conmocionada que colgó sólo para luego lamentar su impulsiva acción. El significado de la llamada radica en el hecho de que era un hábito en ella visitar y ayudar a la enfermera con su esposo a las siete todas las mañanas en el curso de su hospitalización. Nótese nuevamente cómo los mensajes durante estas llamadas, no importa su brevedad, son significativos tanto para el que llama como para el testigo.


¿Podía alguien haberle jugado una broma cruel a la señora Portocalschi? Parece poco probable. El doctor Rinaldi nos explicó en su informe sobre el caso que la testigo: “… asegura que oyó una voz clara y normal, inconfundiblemente la voz de su esposo. Estaba sola en su casa y no había nadie que pudiese estar hablando o molestando mientras oía por el teléfono”.


Debemos reconocer que todas las llamadas fantasmales citadas hasta ahora han sido bastante triviales. Las voces no han podido articular  más que unas cuantas palabras y lo que decían escasamente podía ser esclarecedor. Pero no todas las llamadas telefónicas de los muertos son tan fragmentadas. En ocasiones tendrá lugar una conversación fluida y el diálogo en su totalidad sorprenderá al testigo como perfectamente normal. Este tipo de llamadas puede continuar por más de media hora. Son, pero, mucho más raras que el tipo de interacción breve de los casos citados anteriormente, pero muestran un aspecto sorprendente del misterio de las llamadas telefónicas fantasmales, que no puede ser pasado por alto.


El mejor de nuestros casos no fue reunido por nosotros sino que fue publicado por primera vez por Susy Smith en su libro El poder de la mente. La señorita Smith, autora célebre por varios libros acerca de lo paranormal, entrevistó en persona a dos testigos que dialogaron con una voz fantasmal. Los testigos, Bonnie y C. E. MacConnell, de Tucson, Arizona, incluso suministraron a la señorita Smith una declaración autorizada sobre el incidente. (Ambos han muerto.) El caso es algo complicado.


Los MacConnel durante mucho tiempo habían tenido una amiga llamada Enid Jonlson, escritora y filántropa. Desafortunadamente, cuando le sobrevino la vejez, su generosidad le había ocasionado una pérdida inmerecida en recursos. Habiendo regalado gran parte de su fortuna, se halló totalmente incapaz de hacer frente a las cuentas médicas resultantes de su trastorno de salud. El resultado de este apuro era de esperar. Terminó siendo rechazada de un hospital a otro. Su única esperanza era poder escribir otro libro, una idea en que la señora MacConnell la respaldaba de corazón. Pero el libro nunca fue escrito y la señora MacConnell acabó por perder todo contacto con la dama.


Varios meses después, una tarde de domingo de 1971, los MacConnell supieron nuevamente de Enid al recibir una llamada de ella. Se sorprendieron de tener noticias suyas y su sorpresa fue mayor por el hecho de que su voz sonaba tan joven y vibrante como la Enid de veinte años atrás. Enid explicó que había sido transferida al Sanatorio Judío Handmaker, en Tucson. La señora MacConnell recordó en el curso de la conversación que el cumpleaños de Enid era sólo unos días después y se ofreció a llevarle una botella de vino como regalo. “No lo necesito ahora”, fue la contestación de la voz. Enid siguió hablando acerca del tipo de cuidado que estaba recibiendo, acerca del libro que no había terminado y , por último, admitió “que nunca se había sentido  más feliz”. Toda la conversación, en la que tomaron parte ambos miembros del matrimonio MacConnell, duró aproximadamente media hora.


El viernes de esa misma semana, la señora MacConnell decidió llamar nuevamente a Enid, así que llamó al Sanatorio Handmaker. Fue entonces cuando sobrevino la conmoción. La operadora a cargo de la centralita le explicó que Enid Johlson había fallecido el domingo anterior a las 10:30 de la mañana. Eso fue varias horas antes de que los MacConnell recibieran su llamada. No puede existir error alguno con respecto a la hora de su muerte ni tampoco acerca de la hora de la misteriosa llamada.



Explorando la naturaleza de las llamadas

Cuando comenzamos a encontrarnos con casos similares de llamadas telefónicas fantasmales de larga duración, en un  principio nos sentimos pasmados. ¿Por qué, por ejemplo, tenían que ser tan poco frecuentes?


El caso de los MaConnell es sólo uno de casi media docena de llamadas prolongadas que hemos logrado reunir. Sentíamos además curiosidad por saber por qué estos fantasmas que llaman por teléfono como la señora Johlson, jamás hacen mención a sus propias muertes. Estas entidades telefónicas a menudo parecen inducir deliberadamente a sus testigos a creer que están vivas, que respiran, “Enid” no admitió que estuviese muerta pero sin embargo desechó la sugerencia de la señora MacConnell de que se reunieran para su cumpleaños.


Las respuestas a estos interrogantes llegaron sólo algunos meses después de que comenzáramos a reunir seriamente casos de llamadas telefónicas fantasmales. La clave llegó cuando notamos que los MacConnell no sabían que Enid Johlson estaba muerta al recibir su llamada. En este punto el caso contrasta sorprendentemente con los relatados por Medved y Patricia Adams. En estos ejemplos, los testigos estaban al tanto de que repentinamente se hallaban en comunicación directa con los muertos. Con esta clave en mente, volvimos a evaluar los casos de nuestros archivos (más de cincuenta en ese momento) y descubrimos un patrón bastante constante que diferenciaba las “llamadas de la muerte” fragmentadas de las prolongadas. Si el testigo sabe que está hablando con una entidad fallecida, las llamadas serán invariablemente cortas y malogradas. Pero si el testigo desconoce que está recibiendo una llamada telefónica fantasmal, la conversación puede durar hasta treinta minutos.


El caso que recibimos de Mary Meredith nos llamó un poco la atención. Fue informado después de que habíamos concluido nuestro análisis: no parecía ajustarse al tipo de intercambio breve que habíamos notado cuando el testigo sabe que el que llama está muerto, aunque tampoco se había tratado de una llamada demasiado extensa. Quizás había sido prolongada debido a que la señora Meredith prácticamente se había negado a reconocer que la llamada provenía de una muerta.


El patrón que descubrimos acerca de la duración de estas llamadas puede explicar con facilidad por qué en los casos de contacto telefónico prolongado estas voces fantasmales nunca “revelan” sus propias muertes. Parece razonable asumir que las llamadas telefónicas de los muertos sólo pueden ocurrir cuando entran en juego varios factores psíquicos en las mentes del que llama y el testigo. Por ejemplo, todos los testigos cuyos casos hemos citado tenían un estado de ánimo pasivo: dormían, sólo caminaban, estaban relajados en sus hogares por la noche, etc., cuando se produjeron las llamadas. En otra palabras nuestros testigos estaban tranquilos, tanto mental como físicamente, al recibir las llamadas. Este factor puede haber contribuido a que se hiciera posible el contacto psíquico en primer lugar. Los parapsicólogos han sabido desde hace mucho que los estados mentales tipificados por la relajación y la ausencia de preocupación propician las percepciones extrasensoriales. Esto puede valer para el estado de ánimo en que uno debe encontrarse antes de que tenga lugar una llamada telefónica de los muertos. La razón por la cual la mayoría de las llamadas telefónicas de los difuntos son tan cortas puede deberse al hecho de que los testigos, por lo general, se agitan demasiado al notar lo que está sucediendo. Esta agitación mental puede destruir las condiciones psíquicas que han hecho posible el comienzo del contacto.


Ahora bien, esta agitación no ocurre en aquellos casos en los que el testigo no sabe del fallecimiento del que llama. Es así como pueden continuar durante varios minutos. Los fantasmas que hacen las llamadas pueden, por tanto, retener la información con respecto a sus muertes para que puedan prolongarse los contactos psíquicos. En uno de nuestros casos, de hecho, la llamada se interrumpió en el momento en que el testigo instigó al que llamaba a que admitiera su propia muerte.


Me enteré de este caso por los testigos, el señor Joe Bonneau y su esposa, muy poco después de que hubo sucedido, así que el incidente estaba fresco en sus mentes cuando me lo relataron. Había ocurrió en una tarde de domingo, el 18 de noviembre de 1979, en su casa de Porland, Oregón. La señora Bonneau se encontraba en la concina preparando una gran cena para el Día de Acción de Gracias, mientras el señor Bonneau, que tomó la llamada, estaba sentado a la mesa del comedor haciendo algunas llamadas telefónicas. La primera pista de que algo inusual estaba a punto de suceder tuvo lugar cuando el teléfono emitió un corto sonido que se interrumpió enseguida. No volvió a sonar, pero el señor Bonneau, de todos modos, levantó el auricular impulsivamente…, incluso después de esperar varios segundo. Lo que oyó lo agitó en forma tremenda. La voz de su hermana muestra estaba en el teléfono, preguntando por él. Antes de que pudiera recobrar la razón, le preguntó a su hermana cómo estaba. Se produjo la siguiente conversación:


- Estoy bien. ¿Eres tú, Joe? – respondió la voz.

- Sí, soy Joe. ¿Quién eres tú? – fue la conversación de Joe.

La voz pronunció su nombre propio a modo de respuesta:

- Soy Mary.

En ese momento, el señor Bonneau se dio cuenta de lo que le estaba sucediendo. “¡Oh, Dios – dijo-, qué agradable escuchar tu voz. ¿Dónde estás?¿Qué estás haciendo?”


Pero en este punto hubo un trastorno en la línea. El testigo le explicó a la voz que no podía oírla pero la voz sólo respondió. “Lo sé. Tengo que irme, pero en verdad deseo hablarte”. La voz se desvaneció pero no se oyó que colgara el auricular en la horquilla cuando advirtió que la conversación no se prolongaría. El señor Bonneau explicó después que la voz era clara y plena, pero tan pronto como intentó hacer que la voz explicara desde dónde llamaba y se identificara, los parásitos interrumpieron la comunicación. Bonneaur está completamente convencido de que la voz era la de su hermana, muy fácilmente reconocible. Pero incluso en el presente se encuentra intrigado acerca de por qué el teléfono sólo sonó una vez… y por qué levantó el auricular después de que el timbre se hubo interrumpido.” (Hemos reunido varios casos en los que estas raras llamadas son anunciadas por extraños timbres de una clase u otra.)


Nuestra teoría acerca de que estas llamadas a menudo se interrumpen debido a la conmoción y excitación creciente de los testigos, es por cierto, hipotética y elaborada a posteriori. Pero explica por qué parece haber dos clases diferentes de llamadas telefónicas de los muertos, y por qué las últimas sólo ocurren cuando los testigos desconocen la naturaleza de las llamadas. Si la señora MacConnell no hubiese llamado al Sanatorio Judío Handmaker unos días después de Enid hubo llamado, podría no haberse dado cuenta nunca de que había tomado parte de una manifestación psíquica extraordinaria.



Problemas en las pruebas


¿Cómo podemos estar seguros de que estas “llamadas telefónicas de los fantasmas” realmente provienen de los muertos y no de alguna otra fuente? Ésta puede parecer una pregunta bastante extraña pero es importante. Hay en realidad dos explicaciones posibles muy diferentes para estas llamadas fantasmales. La primera es simplemente que los muertos pueden, en ocasiones, establecer contacto con los vivos manipulando equipos electromagnéticos. Pero existe además otra posible explicación. ¿Podría ser que, a través de los poderes de nuestra mente, nosotros mismos estuviésemos produciendo las llamadas?


Sabemos que la mente posee extraordinarias habilidades psicocinéticas (o “de la mente sobre la materia”). Tiene el poder de mover objetos físicos, alzar mesa, curar a los enfermos, y – de acuerdo con recientes descubrimientos – producir ataques de espíritus. Y a veces podemos utilizar estas facultades inconscientemente. Un ataque de este tipo, por ejemplo, parece ocurrir cuando alguien en una familia perturbada comienza a utilizar la mente sobre la materia en forma inconsciente para producir todo tipo de disturbios “fantasmales”: los muebles se mueven espontáneamente, se producen golpes violentos, los objetos aparecen y desaparecen misteriosamente en la casa. Si este “agente” es separado de la familia o se duerme, el hechizo cesará. Sin embargo, la persona rara vez se da cuenta de que está produciendo los fenómenos, ya que es dirigida por una porción de la mente enterrada profundamente en el inconsciente.


A la luz del hecho de que poseemos habilidades psicocinéticas casi innatas, existe una posibilidad real de que nuestras mentes puedan tener la habilidad de manipular electromagnéticamente y psíquicamente un sistema telefónico para producir una llamada telefónica fantasmal.


Quizás esta idea parezca forzada pero existen incluso algunas pruebas de que nosotros, los vivos, podemos producir llamadas fantasmales en ocasiones. Puedo certificar este hecho a partir de la experiencia personal, ya que yo mismo produje en una oportunidad una de estas llamadas.


El incidente ocurrió en 1975. Eran las cuatro en punto de una soleada tarde de jueves y me encontraba recostado en el sillón de la sala pensando en hacer una llamada telefónica al Instituto Neuropsiquiátrico de la Universidad de Los Ángeles, en California. Si bien mi intención era hacer la llamada, no llegué a hacerla. Alrededor de las seis me llevé el susto de mi vida cuando me llamaron del Instituto y de la oficina de la misma psicóloga que había pensado en llamar. La llamada provenía de su asistente de investigación que decía que estaba “respondiendo mi mensaje”. Le pregunté de qué estaba hablando y me respondió que a las cuatro de la tarde yo los había llamado. ¡El que les habló les había dado mi nombre y había pedido que me llamaran! Un colaborador voluntario había contestado y tomado nota del mensaje.


No tenía aclaro qué hacer con respecto a esta experiencia en 1975 ya que había tenido lugar poco antes de que comenzara a interesarme seriamente en el misterio de las llamadas telefónicas fantasmales. Pero a medida que comencé a estudiar las “llamadas telefónicas de los muertos” empecé a encontrar varios casos similares al mío. Jerome Clark, editor asociado de la revista Fate y amigo mío, me informó sobre un suceso de este tipo:


“El incidente ocurrió en junio de 1975, un sábado por la tarde. Mi amigo el doctor Benton Jamison, y yo estábamos sentados en mi apartamento en Moorhead, Minnesota, mientras conversábamos. El teléfono sonó. Yo respondí. La persona del otro lado, cuya voz reconocí inmediatamente, se identificó como Mary, una amiga de mi esposa. Mi esposa, Penny, cuidaba a los dos niños de Mary de vez en cuando, y Mary le pedía si podía hacerlo esa noche porque quería salir. Le expliqué que Penny había ido a visitar a sus padres y que no regresaría hasta el día siguiente. Mary expresó su decepción y ese fue el fin de la conversación.”


Cuando la esposa de Jerry volvió a asa se enteró de la llamada e inmediatamente se comunicó con Mary. “Mary estaba pasmada – escribió Jerry – y negó que hubiese realizado la llamada. Admitió, sin embargo, que pensó en hacerlo durante toda la tarde pero que finalmente decidió lo contrario. Cuando Penny le explicó que la “Mary” del teléfono había expresado su decepción, la verdadera Mary dijo que jamás habría hecho tal cosa. Yo estoy de acuerdo. En el momento de la conversación telefónica, de hecho, su reacción me sorprendió un poco.”


Jamison corroboró todo el episodio personalmente.


A la luz de esos “casos por intención”, como hemos decidido llamarlos, no podemos suponer automáticamente que las llamadas telefónicas de los muertos son lo que parecen ser. Si una persona viva puede producir una voz fantasmal que se asemeja a la propia en un sistema telefónico distante, parece posible, desde el punto de vista teórico al menos, que podríamos crear las voces de los muertos en nuestros propios teléfonos también. Cuando con Raymond Bayless comenzamos a estudiar las “llamadas telefónicas de los muertos” en realidad no pensamos que lograríamos resolver este problema. No obstante, a medida que reuníamos cada vez más relatos, descubrimos que nos suministraban las claves sobre la naturaleza de las “llamadas telefónicas de los muertos” que indicaban que estas llamadas son, en verdad, iniciadas por los difuntos y no por un uso inconsciente del poder psíquico de los vivos.



Las llamadas telefónicas de los muertos y los argumentos a favor de la supervivencia


Para comenzar, la mayoría de estas llamadas fantasmales son realizadas a personas que saben que el que los llama está muerto. Muchos de nuestros casos ocurrieron cuando la persona que llamaba ya llevaba más de seis meses muerta. Un total de 22% de nuestros casos entraba en esta categoría. Nos parece que no habría prácticamente razón psicológica alguna por la que una persona estuviese inconscientemente motivada para producir una llamada telefónica fantasmal de este tipo después de un período tan largo. Otros casos, por contraste, eran similares al que nuestro corresponsal de Ohio informó, donde la llamada ocurría en el mismo momento en que la persona que llamaba estaba experimentando su propia muerte. Conjeturamos que en estos ejemplos, los testigos había recibido inconscientemente un mensaje telepático acerca de la muerte y habían producido  psicocinéticamente la “llamada de la muerte” para traer esta información a su atención consciente. Pero estas teorías simplemente no pueden explicar la razón por la cual una gran proporción de “llamadas telefónicas de los muertos” tiene lugar meses después de la muerte de la persona que llama y cuando sólo la persona muerta podría tener algún motivo para producir un contacto semejante.


Verificamos otra clave acerca de la fuente de las llamadas cuando nos dimos cuenta de que los muertos manifiestan una cierta preferencia por llamar en los días en que tenían (o tienen) una significación psicológica, ya sea para ellos mismos o para su amigos o parientes vivos. El 10% de nuestros casos ocurrió en días emocionalmente significativos.


Uno de nuestros ejemplos más sorprendentes sobre este fenómeno nos fue suministrado por la señora Mary Cahill, un ama de casa de Nueva York, que el Día de la Madre de 1943 había recibido una llamada telefónica de su hija muerta, seis meses después de que falleciera la muchacha. La señora Cahill había informado previamente acerca del incidente a la revista Fate, pero logramos conseguir una declaración independiente del episodio. La llamada había ocurrido esa noche mientras las señora Cahill estaba relajada escuchando un programa de radio. La voz, que inmediatamente reconoció como la de su hija muerta, sólo pudo decir: “Hola, Ma! ¿Me oyes?¿Cómo estás? Hola, ¿Mami?”. Después la línea se vio interferida por el murmullo de varias voces adicionales. La señora Cahill pudo oír la voz de su hija a pesar de los parásitos, preguntando si se la podía oír, y entonces hubo un silencio en la línea.


Estos casos “de aniversario” sugieren que las llamadas no son producto de la casualidad sino comunicaciones cuidadosamente planeadas dirigidas por las mismas personas que llaman. Indican además un conocimiento y una motivación definidos, aunque esto puede aplicarse tanto a la persona que recibe la llamada como a la que la produce.


El relato de la señora Cahill es además interesante debido a que oyó varias voces mezcladas hablando en la línea cuando se produjo la llamada de su fantasma. Esta característica aparece en varios de nuestros relatos aunque no con mucha frecuencia. El extraño fenómeno puede indicar también que estas llamadas emanan del mundo de los muertos, muchas inteligencias intentarían establecer contacto a través  de éste. Al mismo tiempo, parece no existir razón para que una persona viva produjese una llamada imaginaria, para luego “contaminarla” con interferencias de voces fantasmales adicionales.


Nuestro estudio acerca de las “llamadas telefónicas de los muertos” se encuentra todavía en sus inicios. En realidad no podemos afirmar que hemos resuelto muchos de los misterios que presentan estos contactos enigmáticos. Ignoramos, por ejemplo, la forma exacta en que se realizan las llamadas, quién es más propenso a recibirlas y cuando es probable que tengan lugar. Pero una cosa es segura: estas llamadas no son tan poco frecuentes como se piensa. Se ha informado acerca de muchos casos desde la década de 1920, y una cantidad cada vez mayor de personas están dispuestas a registrar sus experiencias. Desafortunadamente, hasta la fecha, pocos han sido los parapsicólogos dispuestos a estudiar este fenómeno increíble. Puede parecer que la mayoría de ellos resulten demasiado fantásticos, aunque en realidad no son más peculiares que cualquier otro tipo de manifestación psíquica.



La existencia después de la muerte.







- D. Scott Rogo

D. Scott Rogo


1950-1990




Uno de los escritores y periodistas respetados que más extensamente han cubierto el campo de la parapsicología. Nació el 1 de febrero de 1950, y comenzó a publicar artículos sobre investigación psíquica aún siendo un adolescente, incluyendo unos en diarios científicos. Su primer libro apareció cuando contaba con 20 años.

Scott asistió a la Universidad de Cincinnati, y al San Fernando Valley State College, donde terminó la carrera en 1972 summa cum laude con un  B.A. en música. Él tocó la Trompa Inglesa, en dos sesiones con la Sinfonía de San Diego, también ocasionalmente con la Sinfonía de Honolulu. También tocaba el oboe.

A diferencia de muchos autores, Scott fue un investigador activo. El sirvió como investigador en dos lugares, en la Fundación para la Investigación Psíquica (Psychical Research Foundation) , en Durham, Carolina del Norte, y (la antigua) División de Parapsicología y Psicofísica del Centro Médico Maimonoides (Division of Parapsychology and Psychophysics of Maimonides Medical Center) en Broolyn, Nueva York.

Publicó en tres diarios, relatando la investigación experimental sobre el ganzfeld (Rogo 1976, 1977; Rogo, Smith, and Terry 1976) y dirigió un estudio sobre los factores de personalidad en sujetos de ganzfeld acertados  (Rogo y 1982 Sargent).

Scott estuvo también activo en las investigaciones de atormentamiento y  poltergeist (e.g., Rogo 1974, 1982, 1987). No sólo produjo muchos libros y artículos populares, además aportó artículos a publicaciones profesionales de lengua ingles, relacionados con la parapsicología.

Scott fue también una autoridad principal en historia de la investigación psíquica. Quizás la mayor capacidad de Scott era la de comunicar con eficacia las complejas conclusiones de la investigación psi al gran público. Me he encontrado muchas personas con un interés moderado sobre fenómenos psíquicos y que sólo se ponen en contacto con la parapsicología científica a través de Scott Rogo. El alcanzó un número inmenso de gente. Una de las contribuciones fue el de redactor consultor de Fate,  donde escribía una columna regular sobre parapsicología. Él también reclutó un número sustancial de prominentes investigadores y escépticos para escribir artículos para la revista, trayendo un debate de alto nivel a la atención del público.

Trágicamente, el 18 de agosto de 1990 Scott fue encontrado muerto por apuñalamiento, en su casa. Murió con 40 años.

Algunos de sus libros y aportaciones:

1970: A Study of Some Unusual “Other-World” Experiences. (New York: University Books.)

1972: A Psychic Study of “The Music of the Spheres” (NAD. Volume II). (Secaucus, NJ: University Books. Inc.)

1973: 'Methods and Models for Education in Parapsychology'. Parapsychological Monograph No. 14. (New York: Parapsychology Foundation, Inc.)

1973: The Welcoming Silence: A Study of Psychical Phenomena and Survival of Death. (Secaucus, NJ: University Books.)

1974: An Experience of Phantoms. (New York: Taplinger Publishing Company.)

1975: Parapsychology: A Century of Inquiry. (New York: Taplinger Publishing Company.)

1976: Exploring Psychic Phenomena: Beyond Mind and Matter. (Wheaton, IL: Theosophical Publishing House.)

1976: In Search of the Unknown: The Odyssey of a Psychical Investigator. (New York: Taplinger Publishing Company.)

1977: The Haunted Universe: A Psychic Look at Miracles, UFOs and Mysteries of Nature. (New York: New American Library.)

1978: The Haunted House Handbook. (New York: Tempo Books/Grosset & Dunlap.)

1978: (Ed.) Mind Beyond the Body: The Mystery of ESP Projection. (Harmondsworth, Middlesex, England: Penguin Books.).

1978: Minds and Motion: The Riddle of Psychokinesis. (New York: Taplinger Publishing Company.)

1979: The Poltergeist Experience. (Harmondsworth, Middlesex, England: Penguin Books.)

1980: (Ed.) UFO Abductions: True Cases of Alien Kidnappings. (New York: New American Library.)

1982: ESP and Your Pet. (New York: Tempo Books/Grosset & Dunlap)

1982: Miracles: A Parascientific Inquiry Into Wondrous Phenomena (New York: The Dial Press.)

1983: Leaving the Body: A Complete Guide to Astral Projection. (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.)

1984: Our Psychic Potentials (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.)

1985: The Search for Yesterday: A Critical Examination of the Evidence for Reincarnation (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.)

1986: Life After Death: The Case for Survival of Bodily Death (Wellingborough, Northamptonshire, England: Aquarian Press.)

1986: Mind Over Matter: The Case for Psychokinesis: How the Human Mind Can Manipulate the Physical World (Wellingborough, Northamptonshire, England: The Aquarian Press.)

1986: On the Track of the Poltergeist (Englewood Cliffs. NJ: Prentice-Hall, Inc.)

1987: The Infinite Boundary: A Psychic Look at Spirit Possession, Madness, and Multiple Personality. (New York: Dodd, Mead & Company.)

1987: Psychic Breakthroughs Today: Fascinating Encounters with Parapsychology’s Latest Discoveries (Wellingborough, Northamptonshire, England: The Aquarian Press.)

1989: The Return From Silence: A Study of Near-Death Experiences (Wellingborough, Northamptonshire, England: The Aquarian Press.)

1990: Beyond Reality: The Role Unseen Dimensions Play in Our Lives (Wellingborough, Northamptonshire, England: The Aquarian Press.)

Co-autor en libros:

1979: Rogo, D. Scott, and Raymond Bayless. Phone Calls From the Dead (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.)

1979: Rogo, D. Scott, and Jerome Clark. Earths Secret Inhabitants (New York: Tempo Books/Grosset & Dunlap.)

1980: Druffel, Ann, and D. Scott Rogo. The Tujunga Canyon Contacts (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.)


Fuente