M.
Frondoni Lacombe
Fotografía 41, 42
Sesión del 23 de marzo
de 1914, al as nueve de la noche.- En estas condiciones realizamos un nuevo
experimento, con asistencia de mi marido.
La mesa nos anunció que la fuerza era escasa aquella noche,
pero que se haría todo lo posible para que se produjeran fenómenos, y que a
toda eventualidad preparásemos los aparatos fotográficos.
Apagamos la electricidad y conservamos la luz roja,
resonando casi inmediatamente el golpe convenido para el magnesio. A la luz de
la cerilla la condesa exclamó:
- ¡Mad, cerca de ti hay alguien!
En efecto, la señora Pousa y mi marido vieron una sombra
blanca detrás de mí y lejos de la dirección de los aparatos. A continuación
vimos todos la silueta de un fantasma negro, en el espacio comprendido entre el
sofá y la gran mesa.
Este fantasma, en un principio tan diáfano, que se veía a
través de él, se hacía más opaco, se aproximaba, se alejaba, se bajaba con
ágiles movimientos, y en sus trayectos de idas y venidas ocultaba a veces los
cuadros que la luz roja hacía visibles. Luego se dirigió hacia el piano, sobre
el cual se encontraban varios libros de música. La luz roja colocada sobre el
instrumento nos permitía asegurarnos de que éste estaba cerrado; mas a pesar de
ello sus notas vibraron de una manera clara. El fantasma continuó su camino y
se dirigió hacia nosotros. Al pasar cerca de mí se aproximó a la condesa, que
aterrorizada me suplicó que le ordenara alejarse. Le rogué entonces que
retrocediera, cosa que hizo, dando la vuelta a la gran mesa y desapareciendo.
En aquel momento se produjo un gran ruido como si abrieran y
cerraran las puestas de la biblioteca; por diversos puntos del salón pasaron
formas blancas. Veíamos a veces como cintas vaporosas, y la mesa nos dijo que
tuviéramos paciencia y que esperáramos, pues
íbamos a recibir una gran sorpresa. Esperamos un momento, durante el
cual la mesa se levantó por completo. A nuestro alrededor todo era normal; es
decir, que durante esta corta espera no se veía ninguna mancha blanca ni se oía
ningún ruido, estando todos, por lo tanto, persuadidos que nada se había
producido, fuera de lo que acabo de relatar.
La señal para terminar se dejó ori, en inmediatamente dimos
la luz.
Lo que vimos fue lo siguiente:
En una placa ahumada, encerrada en una caja sellada pro mi
delante de todos, en el momento de comenzar la sesión aparecían trazadas en
grandes caracteres una A y una K,
(lámina número VIII fig. A). Pregunté al velador si alguna de las placas
de los aparatos había registrado la imagen del fantasma visto por todos
nosotros. Me contestó negativamente. Insistí preguntando si nada en absoluto
había quedado impreso en las placas. La mesita contestó entonces que sí,
inclinándose hacia el aparato enfocado hacia el lugar que yo ocupaba, y
enfrente del cual habíamos visto todos las cintas vaporosas.
En efecto, la placa del aparato indicado por el velador,
había registrado las cintas luminosas que pueden admirarse en la lámina VIII
(fig. B).
A pesar de que deseamos conocer el nombre completo del que
firmaba A.K. en la palca encerrada en la caja sellada, no pudimos obtener ninguna
respuesta positiva y pensamos si estas iniciales querrían indicar el nombre de
Allan Kardec.
Como ya he dicho, la caja había sido sellada en plena luz al
comienzo de la sesión, delante de todos los presentes fue abierta por mi esposo inmediatamente que dimos
la luz. ¿Por qué el fantasma que vimos tan claramente no se dejó fotografiar?
A esto contestó el velador que se había tenido necesidad de
la fuerza para producir el fenómeno de la caja y que esta fuerza se habría
agotado de aprovecharla para la fotografía.
Admitiendo por un momento que la aparición fuera un intruso,
sería ésta una nueva ocasión para reproducir una vez más y sin temor alguno el
más notable de los fenómenos.
Todo esto intrigó más y más a mi marido, que, como ya he
dicho, inspeccionó todo con estricta severidad. No podemos comprender, aun
admitiendo la posibilidad de un intruso entre nosotros, lo que sólo podría
explicarse admitiendo la existencia de puertas disimuladas, insospechadas de
nosotros; no podemos comprender – repito- cómo pudo el intruso entrar sin ser visto
a pesar de la luz roja, arrancar los sellos de la caja y trazar en la placa que
contenía las dos iniciales que reproduce la lámina número VIII y cómo le fue
posible cerrarla y sellarla de nuevo sin ser visto ni oído.
Madeleine Frondoni Lacombe - Maravillosos Fenómenos del Más
Allá-