Fotografía 43, 44, 45 - M. Frondoni Lacombe



M. Frondoni Lacombe

Fotografía 43, 44, 45


Sesión del 11 de abril de 1914, a las nueve de la noche.- Asistimos la condesa, la señora Pousa y yo. Mi marido ha tenido que ausentarse de Lisboa.

Antes de comenzar la sesión he atado de una manera especial una caja, conteniendo una placa ahumada, y la he colocado en la gran mesa del centro. En el interior de esta caja había colocado una medalla y una flor, y encima de la tapa un ramito de mimosas. Esta caja no ha salido de mis manos hasta el momento de apagar la luz, y cuando ya mis dos amigas habían ocupado sus puestos alrededor del velador, cerca de la chimenea. Inútil decir que, como de costumbre, hemos tomado todas las precauciones habituales.

Como en la última sesión se nos prometió que volvería el fantasma, he enfocado los aparatos hacia nosotras. El de la condesa y uno de los míos fueron colocados el uno cerca del otro, y el tercero más alejado, formando un ángulo diferente, pero los tres dirigidos hacia el mismo punto.

Ya todo preparado, apagué la luz y ocupé mi sitio, quedando en la obscuridad. Esta noche no se quiere ninguna luz. El golpe habitual para el magnesio no tarda en dejarse ori cerca de nosotras. Pido que lo repitan, y así lo hicieron con más fuerza aún. A la claridad de la cerilla tuve tiempo de comprobar que no había ningún fantasma visible; pero como tomé la precaución de colocarme unas gafas verdes para poder conservar los ojos abiertos en el momento de la explosión , al producirse ésta conservé en la retina la imagen de un fantasma blanco colocado detrás de un gran sillón, dispuesto exprofeso delante de la condesa para impedir que el fantasma se aproximara a ella, pues hacia esta parte había yo enfocado los aparatos… luego pasaron sombras blancas paseándose por detrás de la gran mesa, y un objeto fue lanzado hasta mis manos: era el ramito de mimosas. Me quité los anteojos y los deposité sobre la mesita en al que formábamos la cadena. Durante un momento, aproximadamente tres minutos, no oímos nada, pero, de pronto, la condesa dijo que sentía un soplo frío pasar por su frente y su espalda. La señora Pousa y yo sentimos lo mismo en nuestros rostros, y a continuación el velador nos fue súbitamente arrebatado. Le dejamos partir, pero alargando nuestros brazos llegamos a tocarlo sin recuperarlo, hasta que amablemente vino él a colocarse debajo de nuestras manos. Observamos que mis gafas habían desaparecido, pero no las oímos caer . se oyen los golpes de costumbre, indicadores de que la sesión ha terminado, habiendo sido dados esta vez por el velador. Pedimos que los repitan, y lejos de nosotros se nos contesta tiptológicamente:
- No tenemos más fuerza.

Al dar la luz observamos lo siguiente:

Mis gafas pendían de la espalda de la señora Pousa, que vestía un traje de sea, lo que permitió a las gafas quedar fácilmente prendidas en él. La señora Pousa había dicho, en efecto, en el momento dado, que sentía un ligero roce en su espalda.

Al tomar la caja, atada en la forma que ya he dicho, la sacudí y observé que ni la medalla ni la flor estaban dentro, a pesar de que los nudos se encontraban intactos. La desaté, la abrí, y, en efecto, ni la medalla ni la flor estaban dentro; pero con la sorpresa que puede suponerse encontré una nueva placa con las iniciales A. K., colocada sobre la que yo había puesto en la caja. ¡Es decir, que en vez de una placa había dos!

¿Cómo podía explicarse esto, puesto que las puertas fueron, como siempre, cerradas con llave, y puesto que la inspección de la casa la hicimos con el mismo rigor de siempre?

Interrogó al velador, el cual nos dice que la placa con las iniciales A. K. era la que habían sustraído de la caja del señor Sobral en el curso de la penúltima sesión.

¿Era realmente la misma placa?¿Era otra?

Si era la misma, ¿dónde había pasado los quince días transcurridos entre las dos sesiones? Y si era otra, ¿de dónde la habían tomado y de dónde venía?...

Lo que es cierto, en todo caso, es que la placa no ha sido reconocida por ninguna de nosotras. Las dimensiones de las nuestras no son más que de 9 por 12, mientras que las de las otra son de 13 por 18. Al hacer el revelado en mi casa aparecen las imágenes que pueden verse en las láminas IX (fig. A y B) y X. Es el mismo fantasma pero visto desde tres lados diferentes


Madeleine Frondoni Lacombe - Maravillosos Fenómenos del Más Allá-