Cómo escapó Wolf Messing de la Gestapo

Cómo escapó Wolf Messing de la Gestapo



Así es, en esa época de mi vida abundaron acontecimientos peligrosos y trágicos, como les gusta decir en Rusia. Es sorprendente que yo todavía esté vivo y hablando con usted. Los leones de los circos pueden saltar a través de círculos de fuego con toda seguridad, pero a mí nunca nadie me enseñó a dar esos saltos.

En 1937, durante una presentación en el teatro de Varsovia, predije firmemente que cualquier ataque alemán al Este, terminaría con la destrucción de Alemania. Hice esta predicción frente a un público de más de mil persona. Esta profecía me costó mucho. Los cabecillas fascistas que ocuparon Polonia le pusieron a mi cabeza un precio de 200.000 marcos. No era ningún secreto que Adolf Hitler se rodeaba de adivinos y psicólogos, desde astrólogos hasta telépatas.

Hubo una época en que un clarividente llamad Gausen trabajó para él, disfrutaba de una confianza ilimitada como “psíquico de la corte”. Yo había visto el trabajo de Gausen, quien era de ascendencia completamente judía, ya que era hijo del decano de la sinagoga Aunque se trataba del reino de los arios, era bien recibido en los salones más importantes del Tercer Reich. Es probable que él hubiera predicho correctamente, al leer las estrellas, los primeros éxitos del Fuehrer, pero después, cuando su consejero celestial comenzó a prever la tragedia, se desvaneció su propia estrella. Lo eliminaron sin mayores complicaciones. Existe una descripción precisa y detallada de su destino en Los Hermanos Lautenzack, de Lion Feuchtwanger.

En Europa se sentía la atmósfera de guerra mucho antes de que se escucharan los primeros disparos. Invariablemente todos teníamos los mejores deseos, hasta en medio de las circunstancias más desesperadas, y yo, plenamente consciente de la tormenta que se avecinaba, traté de buscar protección en la casa de mi padre, en el pueblo de Gora-Kalevaria, cerca de Varsovia, donde me oculté, podía servir indefinidamente como un refugio seguro. Sabía que la Gestapo me buscaba y decidí salir de Polonia, que fue ocupada en 1939, me aprehendieron. Iba caminando por las calles de Varsovia cuando me detuvo un oficial de la Gestapo mucho más alto que yo. Me imaginé que me había seguido. El oficial me detuvo, miró mi rostro durante un buen rato y entonces sacó de su bolsillo un pedazo de papel con mi retrato. Me di cuenta que se trataba de un boletín que ofrecía una recompensa por mi captura que los seguidores de Hitler habían fijado por toda la ciudad.

- “¿Quién es usted?”, me preguntó al mismo tiempo que me jalaba mis largos cabellos hasta el hombro. “Me presentó ante el público…”

- “¡Mientes!¡Judío!¡Tú eres Wolf Messing! Tú eres el que predijo la muerte de nuestro Fuehrer”. Así lo había hecho en 1937, en un teatro de Varsovia. El oficial me comparó con la fotografía y después me tiró los dientes con un golpe descomunal. Me levantó de los cabellos cuidándose mucho para evitar que mi boca sangrante lo salpicara, entonces me golpeó en la nuca. Me levantó una vez más. Mis dientes estaban esparcidos por el suelo.
Me llevaron a la estación de policía y me aventaron a una celda sin registrarme. Mientras estaba ahí sentado me di cuenta que tenía que salir inmediatamente o morir. Mi cabeza tenía un precio de 200.000 marcos y yo no tenía ninguna duda del peligro en que me encontraba. Todo tenía que resolverse antes del amanecer.

Pero no tenía miedo.

Me concentré en mi voluntad e hipnóticamente forcé a los policías que estaban fuera del edificio para que se unieran a los que estaban dentro. Después los dirigí a todos hacia mi celda y telepáticamente les sugerí que estaban entrando en una celda vacía. No puedo decir con exactitud cuántos eran… por lo menos ocho o nueve. Su expresión era de enojo y, para mí, todos parecían de la misma ralea. Estaban hablando de mí (decían que ellos eran superiores a mi telepatía), pero no me pusieron ninguna atención. Hipnoticé a cada uno de ellos y los forcé a quedarse en mi celda.

Me quedé sin moverme, temeroso de hacer el menor ruido; no debía depender nada más que de mis facultades psíquicas. Así que, como un ratoncito que pasa frente a un gato hambriento, pasé entre los policías que seguían con sus chistes.

Suspiré con alivio solo cuando el cerrojo de la puerta de hierro cayó en su lugar, detrás de mí, y ya no tenía que preocuparme por una persecución instantánea. Puedo imaginar la conmoción que hubo de haber habido veinte minutos después, ¡cuando debían recuperarse de su trance! Se descubrirían a sí mismos encerrados en la celda de su propia prisión. Pero yo todavía tenía que buscar un refugio, quizá encontrar a alguien amable en Varsovia porque, como ya era de noche, era doblemente peligroso para mí. Había un estricto toque de queda y me podían detener por cualquier motivo. Si se daba a conocer lo que había hecho en la estación de policía, a la mañana siguiente yo ya no estaría vivo.

Pero en el mundo hay gente buena. Me desplacé con todo sigilo por las callejuelas desiertas de Varsovia hasta que me encontré en uno de los suburbios. Los cuartos amueblados baratos de esta sección solo dan cabida a actores fracasados, artistas alcohólicos y prostitutas viejas. Era un área donde los alemanes solo hacían búsquedas a la luz del día.

Nunca antes había estado en esta zona, pero recordaba perfectamente la dirección de un viejo y amable payaso húngaro llamado Janos, a quien había conocido en una gira por Austria. Se había caído del trapecio mientras hacía una parodia del acto de acróbata aéreo. Fue su última presentación. En los años de la preguerra vivió, básicamente de la caridad, incluyendo donativos de la Sociedad de Actores. Yo le había enviado dinero dos veces, pero nunca lo había visitado. No tenía duda alguna de que me alojaría en su departamento sin que le importara sus propios riesgos, y así sucedió. Estuve ahí dos días sin salir a ningún lado. Durante el día Janos salía a comprar comida y, siguiendo mis instrucciones, recogió dinero y cosas de valor que yo había ahorrado.

Tenía que salir de Polonia y huir hacia el Este. En aquellos días mucha gente  estaba convencida de que podría salvarse del fascismo en la Unión Soviética, y yo no fui la excepción. Antes de que amaneciera el tercer día se detuvo frente a la casa un carro campesino lleno de heno. Un bondadoso polaco me sacó de Varsovia en se vehículo. La noche anterior Janos se había arreglado con él en el mercado.

Una vez fuera de la ciudad pasé de una escolta a otra. Les pagué generosamente a los dos con valores que tenía conmigo y, en una semana, llegué a las orillas del Río Bug Occidental.


El psíquico más grande del mundo – Tatiana Lungin

Wolf Messing