SESIÓN
TERCERA
Viernes
13 de diciembre de 1912
Reina está delicada: tiene gripe.
Como
en las sesiones anteriores, comienzo por la mesa, que después de seis u ocho
minutos se levanta y golpea suavemente. El movimiento es un poco diferente del
de la vez pasada.
Pregunto:
-
¿Es Fernando Keloz?
-
No – responde la mesa -. Fernando no está libre y vengo yo a reemplazarle.
Quiero
dormir enseguida a la Reina.
La
mesa me ruega que espere. Comunicaciones diversas y sin interés. Después de
algunos momentos instalo a la joven en un sillón. Apenas dormida, le presento
una carta y unos gemelos de C… fallecido hace seis años, diciéndole que me de
algunas indicaciones sobre él. Espero.
-
Está todo oscuro – dice; no hay nadie para ayudarme. Fernando no vendrá. Está
castigado… porque ha mentido. Es un embustero…, y los Espíritus superiores le
impiden venir hoy; pero vendrá en la próxima sesión.
Dice
que todo está obscuro. Seguramente no verá nada; pero no debo impacientarme por
ella. Reina sufre. Además no es muy fuerte … ¡calla! Ahora ve los Espíritus
alrededor de ella. Son los que le hablan a Fernando: espíritus pequeños, muy
inferiores; no mejores que ella – dice ella misma.
Tras
unos instantes, una “sombra” más importante se aproxima.
Es
un hombre bastante viejo, de barba blanca (creo que se imagina que es C…) Habla
muy bajo… y dice que ha conocido al que ha llevado los gemelos. Los reconoce.
Los ha visto puestos, repite afirmativamente dos veces. Su propio nombre es
“Pedro Hamonot”… Vivía en el Havre y murió en viaje hace seis años… Dice que
la persona deseada vendrá seguramente,
pero un poco más tarde. Es necesario que el médium tenga bastante fuerza para
buscarla. Separo a Reina de este sujeto y le digo que me hable de su salud. Ve
que no está bien. Distingue sus órganos internos. Me describe los bronquios.
Tiene el izquierdo un poco inflamado, etc. Debe tomar jarabe pectoral con
extracto de brea, ponerse ventosas. Pero no; ventosas, no. Eso dejaría señales
y le impedirían servir como modelo. Serán mejor dos cataplasmas sinapizadas:
una en la espalda y otra en el pecho. Está muy atacada; pero eso pasará pronto,
y el lunes estará bien.
Hablamos
sobre lo que ve…; pero en un principio no arroja nada interesante… Habla de los
“Espíritus inferiores” que están alrededor suyo…, etc. Luego, espontáneamente,
ve un cuerpo fluídico, que describe como un cuerpo
humoso, un poco más grande que su verdadero cuerpo y bastante luminoso. Hace
los mismos gestos que ella. Se ve también, al mismo tiempo, durmiendo en el
sillón, y me ve a mí también. De mis dedos salen llamitas azules, de mis ojos
lo mismo, pero menos vivas. No la he magnetizado con bastante fuerza y temo
hacerle mal. (Ella sonríe) Es casi tan fuerte como yo y duerme porque quiere dormir.
Le
doy a escoger un sobre entre cuatro que he preparado, conteniendo cada uno la
carta de un amigo. Toma uno, cuyo contenido ignoro… e inmediatamente dice que
lo ha escrito una señora de edad residente en París…, en un hotel…, y hace
notar:
-
No en un hotel ordinario (quiere decir de viajeros), sino una casa propia en la
calle de la Fai…
No
puede ver más… Es una señora que no hace nada…, pero que trabaja mucho, sin
embargo (1). Dirá más en otra sesión…, cuando se encuentre más fuerte y más
entrenada. Esto ocurrirá pronto; pero hay que esperar. Le pregunto si otra
persona conseguiría entrenarla mejor. Me contesta:
-
¡Oh, sí! Más tarde…; pero ahora es necesario que sea usted…
(1) Todo esto era exacto, incluso el
conocimiento del nombre de la calle.
Más
tarde tendré necesidad de una voluntad enorme, porque soy bastante fuerte, casi
tanto como usted.
Le
doy otro sobre cogido al azar. Me dice que es de un artista: un pintor. Así se
comprueba después de la sesión. Quiere describirle; pero no ve nada y me hace
notar que se limita a repetir lo que le dicen esos espíritus pequeños que la
rodean en los que no tiene confianza. Se
ríen y se burlan de nosotros.
-
Guardad las cartas: después podré leerlas – me dice.
Mi
esposa entra sin hacer ruido. Tras algunos instantes- a petición mía -, Reina
distingue su presencia y nota que debe tomar precauciones porque también está
amenazada de gripe… de aquí al jueves.
-
Tenga usted cuidado de ella: que se abrigue y que no tenga frío.
Luego
hace una reflexión sobre un hecho actual, que le hace exclamar:
-Soy
así, pero antes he sido de otro modo.
Pregunto
qué quiere decir, y me contesta:
-¡Ah!,
en otra vida yo he sido…, etc.
Y
me explica que ha vivido en Italia, en Milán, hace muchísimo tiempo, etc.
Yo
también tengo recuerdos sobre esta tierra de vidas anteriores y mi esposa y yo
nos hemos encontrado ya en una vida precedente – no en la última, en que estaba
solo, sino en la anterior.
-¡Ah!,
¡qué mala era ella entonces! – exclama.
Voy
a terminar la sesión y empiezo a despertarla, cuando se yergue de pronto para
recordarme que tenga cuidado de la salud de mi esposa, durante cinco días.
Me
olvidaba consignar que intenté un ensayo de escritura mediúmnica. Durante la
sesión puse sobre las rodillas de Reina una plancha cubierta con papel, sujeto
con chinches, colocando un lápiz en su mano. Al cabo de dos minutos, el lápiz
arañaba el papel, haciéndome creer que trazaba unos informes garabatos. Le pedí
entonces una simple firma. Inmediatamente hizo ademán de escribir y rubricar,
pero de un modo tan violento, que no pude por menos de sorprenderme al oír
gritar a Reina y decir:
-
Usted me hace daño; eso es brutal.
Le
pregunté qué había sentido y me contestó que el espíritu de quien ya me había
hablado, “el que no era serio”, le había cogido la mano, moviéndosela y
haciéndola temblar tan fuerte, que había
tenido miedo. Cuando aproximé a la luz de la placha, vi dos frase perfectamente
escritas: Es preciso cuidarte; ruega por
mí , y una firma, Enrique Morin, rubricada vigorosamente en forma de sable.
Despierta
fácilmente y se siente bien y tranquila.