PSICOLOGÍA DEL
ESPIRITISMO
- René Sudre –
278. La crítica
materialista. Demostrada su impotencia para presentar pruebas, la debilidad
de la hipótesis espiritista se pone más claramente de manifiesto cuando se
somete su contenido a una crítica de conjunto, hecha tanto desde el punto de
vista espiritualista como desde el punto de vista materialista o paralelista. Para
la psicología experimental contemporánea no hay pensamiento sin cerebro ni
personalidad sin organismo. Incluso aquellos que no confunden lo psicológico
con lo cerebral propugnan un estrecho paralelismo entre ambas cosas,
suprimiendo el cerebro se suprime la mente. Esta es la objeción principal,
insuperable, de Richet (35). Él prefiere imaginar la existencia de seres
extraños a la humanidad, ángeles o demonios invisibles, antes que admitir la
posibilidad de que el hombre sienta, piense y recuerde sin tener una víscera
cerebral. “Yodas las experiencias fisiológicas o psicológicas demuestran el
paralelismo estrecho, inexorable, que hay entre la memoria y la vida cerebral;
todas, sin excepción. La conexión es tan íntima, tan perpetua, que harían falta
pruebas poderosas para hacerme declarar que una lámpara desarmada pueda dar
luz.”
Esta creencia materialista es la que impide a Richet trazar
cualquier minúscula hipótesis en metapsíquica y la que le hace encerrarse en un
espiritismo sistemático. Pero algunas de sus objeciones se oponen acertadamente
a los espiritistas, por ejemplo contrala afirmación de Lodge de que el cerebro
es un instrumento musical y que su destrucción no entraña la del músico. Comparar
no es razonar, respondió en síntesis Richet. No se puede separar al músico de su instrumento; no sólo los vemos siempre
encadenados entre sí desde el nacimiento hasta la muerte, sino que ambos son
uno solo. Menos aún se puede concebir que el músico ceda de vez en cuando su
lugar a otro músico que se sentaría al mismo piano y tocaría otra música
distinta. La metáfora se le puede permitir a un poeta, pero es inaceptable para
la ciencia. Richet tenía mucha razón en esto.
(26) L’hypothèse
spirite (Répose à Sir Oliver Lodge). Revue Métapsych. Nº 3, 1922.
279. Inferioridad de
las comunicaciones. La psicología de las comunicaciones bastaría por sí
misma para demostrar el error de la creencia espiritista. Todos los
experimentos advirtieron su tontería y su insipidez. Ya en 1869 decía Huxley: “Si
alguien me confiriera la facultad de escuchar las chalas de las viejas y los
curas del pueblo vecino, rechazaría ese favor, teniendo otras cosas mejores que
hacer. Y si la gente del mundo espiritual no hablan con más sabiduría y
sensatez de lo que informan sus amigos, la pongo en la misma categoría. La única
ventaja que veo en la demostración de la verdad del espiritismo, es que suministra
un argumento más contra el suicidio. Es mejor vivir como barrendero que morir
para que un médiums nos haga contar necedades a guinea la sesión”.
Las sesiones espiritistas siguen siendo iguales a las del
tiempo de Huxley. Consisten siempre en homilías insípidas, pláticas
deshilvanadas y chanzas infantiles y a veces bajas u obscenas. Aristóteles,
Juana de Arco y Napoleón hablan como matronas de barrio, y en las sesiones de
Jersey tiene que estar Víctor Hugo en la mesa para que Molière se exprese en
versos aceptables. Esta objeción es realmente terrible. Jamás, en el aspecto
literario, se recibió de ultratumba nada equivalente a un pensamiento de Pascal
o a una frase de Chateaubriand.
Los espiritistas inteligentes no desconocen la gravedad de
la objeción. Hacen con este motivo numerosas suposiciones. Dicen que los
espíritus superiores escapan a la atracción terrestre porque tienen un “periespíritu”
más sutil, que pasan a otras “esferas” de las que no vuelven , que los
espíritus que se manifiestan son los más pesados y los más vulgares, y usurpan
el nombre de los espíritus superiores. Estos últimos deben mandar apoderados
que los representen.
“¿Qué importa, en definitiva”, dice Allan Kardec, “que un
espíritu sea realmente el de Fenelón o no lo sea? Desde el momento que die
cosas buenas y habla como el mismo Fenelón, es un buen Espíritu, es indiferente
que se presente con uno u otro nombre, el cual suele servir solamente para
fijarnos las idea”. Un poco más adelante, para explicar las faltas de
ortografía y las incorrecciones en que podría incurrir el ilustre autor de la Lettre à la Académie française, dice
que, dedicándose únicamente a las ideas, los espíritus no se preocupan por usar
“las formas lentas y enmarañadas del lenguaje humano”. ¡Por desgracia las
comunicaciones de los espíritus carecen tanto de estilo como de ideas!
280. Falta de
conocimientos científicos. Después de haber recorrido el campo de lo “oculto”
y de haberse convencido de la incapacidad del espiritismo para presentar la
prueba de la supervivencia, escribió Maurice Maeterlinck: “ La menor revelación
astronómica o biológica,, el más pequeño secreto de antaño, por ejemplo el de
la forma de templar el cobre de los antiguos, un dato arqueológico, un poema,
una estatua, un medicamento perdido, una noción de alguna de esas ciencias
desconocidas que florecieron en Egipto o
en la Atlántida, sería argumentos más decisivos que centenares de
reminiscencias más o menos literarias” (La
Mort). Es significativo que los espiritistas no hayan sido nunca útiles a
los investigadores científicos para resolver un problema o sugerir un
descubrimiento. Los genio que abandonaron el mundo estarán mudos, o habrán
perdido su fuerza creadora al transformarse en espíritus puros.
Los espíritus que fueron consultados sobre algún tema
debatido por los sabios sólo contestaron disparates. Cuando se discutía el
sentido de la revolución de los satélites de Urano, el general norteamericano
Drayson convocó a un médium que encarnó a un gran astrónomo difunto. Herschel,
que había descubierto los dos primeros satélites, Titania y Oberón, indicó que
el sentido del movimiento era retrógrado. Después fueron descubiertos Ariel y
Umbriel y en 1948 Miranda, que tienen el mismo sentido. Pero el espíritu
consultado afirmó que el sentido era directo porque Urano había sido visto por
el polo sur cuando fue descubierto. Todo esto era falso y los astrónomos de
carne y hueso tenían buenas razones para creer que ciertos satélites
planetarios podían girar en sentido contrario a otros.
La abundancia de novelas planetarias, refugio de la revuelta
fantasía de los médiums, provocó una multitud de revelaciones sobre “los mundos
habitados”. La señora Piper, tan prodigiosamente lúcida en la exploración de la
personalidad humana, se lanzó a las explicaciones científicas encarnando
personajes del otro mundo. Dio fabulosas informaciones sobre el sistema solar y
anunció el descubrimiento de un imán que atraía a la luz.
Recordemos, finalmente, la exploración marciana de Hélène
Smith, hecha en 1894, serie novelada de las nociones introducidas por
Flammarion en su Astronomie populire.
La médium la relató en un idioma extravagante, que intrigó al principio a los
filólogos, pero que Flournoy denunció implacablemente como el idioma francés desfigurado.
281. La vida en el
otro mundo. Cuando se reclama a los espíritus que hablen e su vida en el
otro mundo, se mantienen en las fórmulas vagas de la doctrina tradicional;
generalmente dicen que es indescriptible, que nosotros no lo comprenderíamos,
pero a veces aducen que no están autorizados a hablar. Sin embargo Raymond
Lodge, el hijo del gran sabio inglés, hizo revelaciones sobre su vida de
ultratumba por intermedio de la señora Leonard (O. Lodge, Raymond or Life and
Dath, Methuen, Londres, 1916. Raymond revised, 1924. (versión franc.: Payot,
París, 1920)
Raymond – que murió en la guerra-, dijo que el otro mundo es
análogo a nuestro mundo terrestre. Los seres y las cosas parecen sólidas y
sustanciales. Raymond residía en una casa de ladrillos construida sobre un
verdadero terreno y rodeada de árboles y flores. La tierra era tan real que
cuando se arrodillaba se le manchaba el
pantalón. Él no tenía ganas de comer, pero había descarnados que experimentaban
esa necesidad. Cuando se pellizcaba sentía lo mismo que antes. Sólo tenía frío
y calor cuando volvía, gracias a la médium, al ambiente terrestre. Para explicar
esa materialidad de la vida futura, Raymond expresó que los espíritus empleaban
emanaciones de nuestro mundo, “esencias” , “gases”, “éteres” y “átomos”, que
condensaban y solidificaban dándoles la apariencia de cosas terrestres.
Después de la publicación del Raymond, los espíritus se afanaron
en darnos informaciones complementarias. Según el médium de P. E. Corniller (La survivance de
l´âme et son évolution aprés la mort. Alcan, París. 1920), el otro mundo se
divide en diez esferas. En la primera están los espíritus animales, en la
segunda, los espíritus humanos más jóvenes, que se reencarnan sin recuperar el
conocimiento; en la tercera y la cuarta se encuentran los descarnados que
tienen todavía afinidad con la tierra. A partir de la quinta esfera, los
espíritus y a no se comunican directamente con los metapsiquistas; poseen
visión astral y sólo desean elevarse en la jerarquía espiritual. Los espíritus
de la sexta esfera no están sometidos a la reencarnación, que es facultativa. Los
espíritus superiores pertenecen a la séptima esfera y a la octava, y en la novena
y la décima están los espíritus luz, los guías de la evolución.
No hay azar ni determinismo; todo está regulado por los
espíritus guías, incluso los fenómenos geológicos y la transformación de las
especies animales. La clarividencia deriva de las visiones que ellos originan;
cuando no se cumple una predicción es porque intervino su providencia. Los espíritus
que se construyen casas y se visten, pertenecen
a las esferas tercera y cuarta. Hacen las casas y los vestidos con las
emanaciones radiactivas de nuestra viviendas y nuestras ropas. Lo mismo que el
personaje de la fábula, se alimentan con el olor de nuestras comidas. Como ellos
mismos se encuentran en un estado material de muy poco densidad, todas las
cosas les parecen tan sólidas como las nuestras a nosotros.
Lo mismo que las novelas de las reencarnaciones, las del otro
mundo derivan de la imaginación subliminal del sujeto, influida mentalmente pro
el experimentador. Revelan una fantasía individual limitada a concordar con los
datos generales del medio ambiente. Por eso no están de acuerdo los espíritus
sobre un punto tan grave como el problema de las reencarnaciones. En los países
anglosajones rechazan la idea y la reputan de herejía, mientras que en Francia
y los países kardecistas la creencia en las vidas sucesivas es el dogma fundamental.
282. Inestabilidad
mental de los “espíritus”. Los espíritus nos desorientan tanto cuando
intervienen en las cosas de aquí como cuando nos relatan las bellezas de su
vida astral. Ellos mismos reconocen que sería una imprudencia seguir sus
consejos. Maxwell cita un caso típico de espíritus que provocaron la ruina de
una persona (J. Maxwell, Les phénomènes, op. Cit., pág. 232). Cuando no
mienten, se escurren. Ante una pregunta que no saben contestar, dan una
respuesta dilatoria, o desaparecen; dicen que tienen que irse, que los llaman
de otro lado, que tienen que cumplir una importante misión. Se esfuman a veces
antes de terminar una frase, y aparece otra personalidad, sin relación con la
primera. Es como si cediera momentáneamente una resistencia, dice William
James, para dejar lugar al deseo de decir algo. La presentación silenciosa de
un objeto evocador los ahuyenta desordenadamente, o los desoriente, lo mismo
que un imán desquicia bruscamente a una aguja imantada.
Las lagunas que tienen en la memoria son a veces pasmosas. Detallan
pequeños hechos insignificantes, que se consideran pruebas de identidad, e
ignoran los hechos importantes de su vida terrenal. Son incapaces de ir al cuarto
contiguo a leer el título de un libro que se encuentra en la mesa ( C.f. el
capítulo sobre “la memoria de los espíritus” en Personnages d’au-delà. El caso de Margaret Veley muestra una
comunicante que comete una cantidad de errores de al relatar la historia de su
infancia y su juventud). La incoherenia de su razonamiento no es menos
asombrosa. Hacen decir a William James ablando del Hodgson de la señora Piper,
que se encontraba en un curioso estado de amnesia y confusión mental: “Desearía
que lo que están diciendo tuviera más continuidad. Ustedes se parecen a su
viejo Yo, pero están extrañamente fragmentarios”. El pensamiento de los
espíritus está constantemente mezclado con los recueros del médium, lo que es
incomprensible si recordamos que tal pensamiento tomó posesión del cerebro.
Los espiritistas explican todas esas singularidades que
causan decepción, por la dificultad de las comunicaciones. Hodgson ya había
comparado una de esas comunicaciones con una conversación que dos personas sostuvieron
desde puntos alejados por medio de dos mensajeros borrachos. Graham, dando un
ejemplo exagerado, dice que es como escribir una cara en la oscuridad, dársela
a un carero soñoliento para que la lleve, a través de una región desconocida,
llena de obstáculos y de oficinas de impuestos, a una dirección provisoria y
cambiante, y recibir por el mismo conducto una respuesta dictada a un secretario
inculto que no siempre entiende el sentido de lo que escribe. Estas metáforas
arbitrarias corresponden perfectamente a la realidad de los hechos, pero de
ningún modo a la simplicidad de la hipótesis del piano y el pianista. Aunque el
pianista no esté muy cómodo en el piano que le ofrecen, no por eso debe
desafinar, olvidar una parte de las piezas que conoce de memoria y desfigurar
la otra parte; en pocas palabras, conducirse como si estuviera ebrio o loco.
283. Fracaso de la teoría espiritista. Este análisis
psicológico de la teoría espiritista, referido a los hechos en los que se
funda, contribuirá a evidenciar su gran debilidad, que linda a veces con lo
absurdo. Es el resultado del profundo estudio de la señora Piper hecho por la
señora Sidgwick. “No hay nada que nos autorice a creer”, dice la señora
Sidgwick, “que exista un ‘control’ bien informado y comunicado con otros
espíritus, y que no pueda expresarse por la imperfección de la máquina” (A contribution
to the study of the psychologi of Mrs. Piper’s trance phenomena, op. cit., pág.
320.) Deduce que si hay supervivencia, los espíritus de los difuntos no vienen
a encarnarse en el cuerpo de un sujeto, sino que actúan telepáticamente sobre
él. Enmendada de este modo para amoldarse a la realidad de los hechos, la
hipótesis espiritista se deshace por sí misma.
Conviniendo en que es imposible suministrar la prueba de la
identidad de los “espíritus”, Geley empleó discretamente un argumento que fue
sostenidamente explotado por los espiritistas de menor cuantía. Adjudicar al
subconsciente del sujeto todas esas maravillosas facultades, dijo en resumen,
equivaldría a reconocerle omnisciencia, y casi omnipotencia; sería asignarle
atributos divinos. El acto metapsíquico no espiritista no es menos maravilloso
que el acto metapsíquico espiritista. Cuando Ossowiecki y Kahn descifran sin
verla una nota recién escrita, cuando un sujeto levanta una mesa a distancia,
nadie dice que tiene facultades divinas. El acto espiritista no es distinto. Además,
esas facultades se ejercen caprichosamente, con grandes lagunas e importantes
errores. Ciertos actos metapsíquicos son más incomprensibles por los muertos
que por los vivos.
Esta especiosa objeción espiritista se origina en la
confusión de la metagnomia con la telepatía entre vivos. No se admitía que la
mente del sujeto pudiera andar pescando a su gusto en las mentes de los vivos
para construir su personificación de los difuntos. Esta telepatía no era tan
ilimitada como querían suponer los adversarios y no superaba a la de los
clarividentes ordinarios de las sesiones no espiritistas; pero ya hemos
demostrado que había una concepción inexacta de la metagnomia. El análisis del
hecho metapsíquico nos reveló que la mente de ciertos sujetos podía dividirse y
crear personalidades múltiples, y asimismo que podía recibir conocimientos por
otro canal distinto que le de los sentidos. Son dos propiedades independientes
y ambas pueden encontrarse puras. La mayor parte de los fenómenos de
clarividencia se producen sin la aparente intervención de los “espíritus”.
¿Tenemos que creer que los espíritus desempeñan algún papel en los restantes,
conocimientos la tendencia de los sujetos a personificar individuos, reales o
ficticios, y hasta sentimientos e ideas?
284. Hacia una teoría metapsíquica. Se podrían oponer otros
reparos sensatos a la hipótesis espiritista. Preguntar, por ejemplo, por qué
los seres que hemos perdido no nos dan ninguna señal de su presencia, por qué
no aparecen cuando nosotros los llamamos, por qué no nos informan lo que nos
interesa, por qué , en general, los espíritus no cooperan abiertamente en la
obra de justicia y en la actividad científica de los hombres, y por qué, por
último, no tratan de convencer al mundo de su existencia con una prueba
inconfundible. Todas las experiencias serias que se intentaron, como la de
Myers, fracasaron.
En cambio cuando se examinan las “pruebas” corrientes de su
existencia con la perspicacia y la capacidad psicológica de un James o un
Flournoy, se ve invertirse y convergir hacia una teoría metapsíquica comprensiva
y profunda. El carácter fragmentario y engañoso de los espíritus lo explican
por una parte la prosopopeis, que no crea personalidades reales sino
personalidades sonámbulas participantes de la vida onírica, y por la otra la
metagnomia, cuyo funcionamiento intermitente e irregular es conocido. La teoría
metapsíquica restablece la continuidad entre los hechos espiritistas y los no
espiritistas y les asegura una interpretación única y racional.
Tratado de Parapsicología