HIPÓTESIS FÍSICA DE LA
TELEPATÍA
- René Sudre -
115. Telepatía y
telegrafía sin hilos. La telepatía es el fenómeno metapsíquico que mejor
parece prestarse a la explicación física. No han faltado teorías en los últimos
cien años, que se fueron apoyando en los sucesivos descubrimientos de la
ciencia. Deleuze consideró a los sonámbulos como “imanes móviles”, que repetían
pro inducción los movimientos cerebrales de su magnetizador. La voluntad y las
imágenes se transmitían por medio de un fluido, proyectado del agente al
perceptor. Este fluido sutil entraba por los nervios y actuaba sobre los centros
de la ideación o del movimiento. La electricidad estática permitió nuevas
comparaciones; para Puységur, el pensamiento del agente era análogo al disco de
vidrio de la máquina eléctrica. Luego fue el teléfono el modelo de la
telepatía. Cuando se consideró anticientífica la hipótesis de los fluidos, se
admitió que el pensamiento , como la luz y la electricidad, era un sistema de
ondas que se propagaba en el medio imponderable del éter. El descubrimiento de
la telegrafía sin hilos confirmo la nueva hipótesis. El cerebro A era la
estación transmisora, el excitador de Hertz, y el cerebro de P la estación
receptora, el tubo de limadura de Branly o la lámpara de electrodos.
Binet-Sanglé (La fin du secret. Papplications de la
percepction directe de la pensé. Albin Michel, París, 1922) dio a este modelo
un importante desarrollo fisiológico. Para él no hay más actividad mental que
la que realizan las células de la corteza cerebral. Las neuronas sensoriales
son resonadores que transmiten al sistema nervioso central los movimientos
vibratorios del mundo exterior. Junto a la neuronas de imágenes, comparables a
los a los granos sensibles de gelatinobromuro de plata, hay neuronas de ideas,
situadas en los lóbulos frontales, y neuronas motoras, que manejan a los músculos.
La conciencia no es más que la resistencia que encuentra la corriente nerviosa
en las neuronas. Lo mismo que en las lámparas eléctricas, cuanto mayor es la
resistencia tanto más se ilumina la neurona y tanto más intenso es el estado de
conciencia. Las distintas neuronas de A que registraron una imagen, vibran y
emiten ondas que cuando encuentran las neuronas correspondientes de P inducen
en ellas una imagen similar, es la telefotografía. Tratándose de imágenes
auditivas, es telefonía sin hilos. Para que la recepción sea posible, es
necesario que las neuronas retraigan sus prolongaciones. Este estado especial de aislamiento celular podría
explicar la hipnosis y la disgregación de la personalidad.
La psicología no puede aceptar una teoría tan sumaria del pensamiento.
Pero cualquiera que sea la opinión que se sustente sobre la naturaleza de la
mente, la hipótesis de una comunicación material entre dos cerebros, en el acto
telepático, es legítima. ¿La comunicación normal del pensamiento entre los
hombres no se hace con intermediarios materiales? La palabra es un conjunto de
vibraciones que un aparato vibratorio, el de las cuerdas vocales, imprime a un
medio físico, el aire, con el influjo del cerebro. La dificultad psicológica no
consiste en comprender de qué modo podría la mente crearse otras vías de
comunicación similares, sino en averiguar de qué modo actúa en un medio
material, ya sea este la materia propiamente dicha o la energía. Desde este
punto de vista, la telepatía no es más incomprensible que la palabra o la
escritura.
116. Analogías
engañosas. Warcollier investigó minuciosamente las analogías y las
diferencias de la telepatía y la telegrafía sin hilos (La télépathie, op. Cit.,
pág. 288). Partió del hecho, que supone dado por la observación, de que A no
comunica su pensamiento a P, sino que despierta, induce, en P, un pensamiento
análogo. La telepatía es un fenómeno de resonancia. Para que haya resonancia
tiene que haber sintonización, acuerdo entre A y P. ¿No se establece a menudo
entre ellos una comunicación afectiva, una afinidad psíquica? La orientación
mental de P hacia A, favorable a la transmisión, se podría comparar con la
orientación de la antena de recepción hacia el centro de emisión. En segundo
lugar, las ondas telepáticas se propagan en todas direcciones, como las ondas
electromagnéticas. Puede haber, por lo tanto, “captación” de mensajes. Hay
casos de “correspondencias cruzadas”. Se citan asimismo experiencias
satisfactorias con un agente y varios perceptores. Si se sostiene que esas experiencias
tienen, a pesar de todo, carácter electivo, es posible responder que el
problema de la dirección de las ondas está resuelto. Una tercera similitud
sería la imposibilidad de invertir las estaciones, la transmisora y la
receptora; el perceptor no siempre es buen agente, y viceversa. Por último, la
transmisión mental presenta perturbaciones, igual que la transmisión hertziana
y no sería ilógico atribuirlas a la interferencia de las innumerables emisiones
de ondas cerebrales que son lanzadas a cada instante.
Frente a estas analogías, evidentemente superficiales, hay
diferencias que no se pueden ocultar. Son, por ejemplo, la insignificante
energía que requiere una transmisión mental (que procede probablemente de una
disgregación atómica cerebral), mientras que la telegrafía sin hilos necesita
por lo menos diez vatios para la distancia corta. Es cierto que una cadena de
neuronas tiene una sensibilidad distinta a la del detector. Sabemos asimismo
que con las ondas cortas la energía de la transmisión puede ser
considerablemente reducida sin que disminuya el alcance. Pero en la telepatía
la impresión parece ser igual, cualquiera que sea la distancia (99)
Cuando el modelo de la telegrafía sin hilos dejó de ser
suficiente para los físicos de la telepatía, tuvieron que recurrir a la
radioactividad. Para explicar la transmisión de una palabra desconocida pro el
perceptor, que contradecía su teoría ondulatoria, Warcollier admitió una
emisión complementaria de corpúsculos psíquicos. Reconoció además, inspirado en
el ultrasonido de Langevin, una emisión de ondas del perceptor que llega al
agente, se amoldan de alguna manera con su pensamiento y vuelve a su punto de
partida cargada con una imagen o una ida nueva (Revue méthachique, 1924 V.) La teoría física no podría ir más lejos. “Hay
que tener siempre en cuenta las nuevas concepciones de la física moderna”, dice
Warcollier, “para comprender los fenómenos psicológicos.” Los psicólogos
modernos no son los últimos en informarse de los progresos de la física, pero
no creen que aquella afirmación sea fundada. Los fenómenos psicológicos no
dependen exclusivamente de las explicaciones mecánicas o físicas. La crítica
que Bergson hizo lo mental por lo físico, porque la parte no explica el todo,
sino que tampoco existe entre lo físico y lo mental esa perfecta
correspondencia que suponía Leibniz y que él atribuía al milagro de la “armonía
preestablecida”. Y la parapsicología, por último, s el aspecto de la vida
humana que menos se presta a las explicaciones físicas.
117. Las ondas electromagnéticas
cerebrales. En 1925 el doctor Ferdinand Cazzamali, psiquiatra y neurólogo
italiano, presentó sus investigaciones tendientes a demostrar experimentalmente
la emisión de ondas electromagnéticas cerebrales en ciertos estados
metapsíquicos ( Informe presentado al Congreso internacional de París, 1927, y
al Congreso internacional de Oslo. 1935 – Rev. Metap., Nº 6, 1935) realizó sus
experiencias durante un lapso de diez años, y en su transcurso perfeccionó los
aparatos de registro para responder a las críticas que le habían hecho los
técnicos. El sujeto se instalaba en un sillón , dentro de una habitación
aislada eléctricamente para formar una jaula de Faraday, y el experimentador se
sentaba a su lado vigilando los aparatos. Entre estos se destacaba,
principalmente , uno oscilador de ondas ultracortas de autodina, que producía
ondas de un metro. Estas ondas interferían sobre las ondas que se consideraban
emanadas del sujeto y que eran captadas por una pequeña antena colocada por
encima de su cabeza. Las ondas resultantes se inscribían en un aparato
giratorio. Cazzamali asegura que fueron evitadas todas las perturbaciones
experimentales.
Se provoca en el sujeto estados de sueño intenso o de
alucinación visual, observándose las coincidencias con los fenómenos
electromagnéticos. La gráfica, pequeña sinusoide regular, presentaba en esos
momentos ondas amortiguadas de gran amplitud. Las experiencias dieron
interesantes resultados con numerosos zahoríes en estado de trance ligero, y
también con sujetos metagnomos. El autor está convencido de que los fenómenos
registrados corresponden a la actividad psicosensorial del cerebro.
Se hicieron objeciones tanto a la técnica empleada como a la
interpretación. Cazzamali no indicó la frecuencia de esas ondas pretendidas ni
trató de comparar los fenómenos con los de Berger y los de Adrian. Azam observó
muy acertadamente (Revue Métapsychique, 1936, Nº2) que, considerando la
fisiología del sistema nervioso y de los hemisferios cerebrales, es inverosímil
que los nervios sensoriales emitan ondas de tan alta frecuencia. Él atribuye
los fenómenos a las sobre tensiones estáticas perceptibles eléctricamente con
un receptor hipersensible. Por otra parte esos efectos no eran causados por
manifestaciones supranormales sino, como las ondas de Berger, por cualquier
esfuerzo cerebral. Sería temerario ver en ellas “radiaciones psíquicas”, como
asimismo equivalente energéticos del pensamiento.
118. El “sexto sentido” de Richet. En 1928 Charles Richet
publicó un resumen de su Tratado de metpsíquica, titulado Nuestro Sexto
Sentido. (Ediciones Montaigne, París (sin fecha de impresión). Cf. R. Sudr,
Have we a sixth sense? Psychic Research, Nueva York, 3, 1928, y Les nouvlles
énigmes de l’univers, op. Cit., pág. 300.) Lo presentó como una obra de
“fisiología audaz”, lo que parece paradójico porque los fenómenos mentales de
la metapsíquica son psicológicos. De todas maneras no pueden derivar de un
“sexto sentido”, de asiento y órganos
completamente desconocidos. Dejando de lado el hecho de que la
fisiología haya agregado nuevos sentidos a los cinco tradicionales, se advierte
enseguida que ningún fenómeno parapsicológico puede ser comparado con las
sensaciones. La información supranormal, ya sea puramente telepática o
metagnómica, no tiene nada de específica. Es un conocimiento normal. No
contiene elementos nuevos que pudieran ser distintos de una categoría sensorial
diferente de las demás.
No habiendo ningún sentido nuevo, quizá haya nuevas formas
de actuar sobre los sentidos habituales. Dice Richet: “Estamos rodeados de vibraciones, algunas de las cuales alteran la
sensibilidad normal, y otras no”. Entre estas últimas deben de estar las que
expliquen la telepatía y la clarividencia. Eta es, en el fondo, la idea del
gran fisiólogo. Richet propone una interpretación vibratoria, y por lo tanto
física, de los fenómenos. ¿Qué vibración es capaz de provocar la visión
completa de una parte de la realidad inaccesible a los sentidos ordinarios? La
tentativa parece no sólo imposible sino también absurda.
Hemos demostrado más arriba que la telepatía no se puede
explicar por ninguna teoría física. Menos aún la metagnomia, ni siquiera en su
forma perceptible. Las expresiones “vibración de las cosas” y “sexto sentido”
son figuras literarias sin ninguna relación con la realidad.
119. La interacción entre la mente y el cuerpo. En las
investigaciones e los fenómeno físicos de la telepatía no se llegó a advertir
con bastante claridad que no se podría resolver totalmente el problema sin
resolver al mismo tiempo el de la interacción entre la mente y el cuerpo. En
lugar de tratar de descubrir cuál es la clase de “vibración” que sea capaz de
transmitir a la mente, sin emplear la retina, la imagen de un objeto exterior,
sería mejor que las investigaciones se atuvieran al único problema accesible: ¿Existe en la
transmisión mental un traslado de energía de un organismo A a otro organismo P, como existe en la
transmisión vocal un traslado de energía de un órgano, la laringe de A, a otro
órgano, la oreja de P? Dicho de otro modo: ¿La comunicación psicológica se
establece también por vías
físicas?¿Existe algún medio, éter, superéter o metaéter, cuya elasticidad
permite la propagación ondulatoria, o hay una emisión corpuscular cuyos efectos
son exactamente iguales?
La experiencia nos lleva a os direcciones opuestas. Por una
parte parece justificar la hipótesis del magnetismo animal, es decir la
existencia de una radiación física cerebral o nerviosa capaz de influir en los
organismos vivientes. Por la otra, demuestra la íntima conexión que hay entre
los fenómenos de telepatía y metagnomia, es decir, nos aparta e lo físico para
llevarnos a lo puramente psicológico y a lo trascendente. No es imposible que
la experiencia nos saque del atolladero. Si estableciera las leyes de la transmisión
del pensamiento, tendríamos derecho a deducir que en el fenómeno hay una parte
física. Hasta ahora no lo hizo.
Orientándonos hacia la teoría psicológica, podríamos quizá
impugnar legítimamente el modelo fundamental que nos sirvió hasta ahora: la
emisión de algo que va del agente al perceptor. Este modelo corresponde a la
telepatía pasiva, pero la telepatía pasiva es una ficción creada para
satisfacer las necesidades de la explicación física. El mismo Warcollier
demostró que, en general, cuando el perceptor no se propone recibir, la
transmisión no se efectúa. Tiene que ponerse en las condiciones necesarias,
somnolencia, vacío intelectual, silencio, etc, es decir, entrar en los primeros
grados de la hipnosis. Se ha visto que en el sueño hipnótico la transmisión es
perfecta. Los metagnomos son los mejores perceptores. Aumentando las
condiciones hipnóticas, el perceptor intensifica su papel activo y la “lectura
del pensamiento” va reemplazando cada vez más a la “transmisión del
pensamiento”. “Es posible”, dice la señora de Sidgwick, “que el papel del
pretendido agente sea puramente pasivo, y que sea el perceptor el que desempeñe
la parte activa, extrayendo la idea o el sistema de ideas de la mente del
agente.” (A contribution to
the study of the psychology of Mrs. Piper’s
trance phenomena. Procced. S.P.R., tomo 28, sec. 71, 1915.) Podríamos
invertir audazmente el problema diciendo: Hay un solo agente en todos los
casos, que es el preceptor. Incluso cuando el agente envía voluntariamente, no
hace más que poner al subconsciente permeable para el sujeto. Esta teoría, que
la experiencia no contradice, convierte a la telepatía en un caso particular de
la metagnomia y nos libra de acudir al peligroso recurso de los modelos físicos
o fisiológicos.
Tratado de Parapsicología