- Hipótesis Física de la Telepatía




HIPÓTESIS FÍSICA DE LA TELEPATÍA

 - René Sudre -







115. Telepatía y telegrafía sin hilos. La telepatía es el fenómeno metapsíquico que mejor parece prestarse a la explicación física. No han faltado teorías en los últimos cien años, que se fueron apoyando en los sucesivos descubrimientos de la ciencia. Deleuze consideró a los sonámbulos como “imanes móviles”, que repetían pro inducción los movimientos cerebrales de su magnetizador. La voluntad y las imágenes se transmitían por medio de un fluido, proyectado del agente al perceptor. Este fluido sutil entraba por los nervios y actuaba sobre los centros de la ideación o del movimiento. La electricidad estática permitió nuevas comparaciones; para Puységur, el pensamiento del agente era análogo al disco de vidrio de la máquina eléctrica. Luego fue el teléfono el modelo de la telepatía. Cuando se consideró anticientífica la hipótesis de los fluidos, se admitió que el pensamiento , como la luz y la electricidad, era un sistema de ondas que se propagaba en el medio imponderable del éter. El descubrimiento de la telegrafía sin hilos confirmo la nueva hipótesis. El cerebro A era la estación transmisora, el excitador de Hertz, y el cerebro de P la estación receptora, el tubo de limadura de Branly o la lámpara de electrodos.


Binet-Sanglé (La fin du secret. Papplications de la percepction directe de la pensé. Albin Michel, París, 1922) dio a este modelo un importante desarrollo fisiológico. Para él no hay más actividad mental que la que realizan las células de la corteza cerebral. Las neuronas sensoriales son resonadores que transmiten al sistema nervioso central los movimientos vibratorios del mundo exterior. Junto a la neuronas de imágenes, comparables a los a los granos sensibles de gelatinobromuro de plata, hay neuronas de ideas, situadas en los lóbulos frontales, y neuronas motoras, que manejan a los músculos. La conciencia no es más que la resistencia que encuentra la corriente nerviosa en las neuronas. Lo mismo que en las lámparas eléctricas, cuanto mayor es la resistencia tanto más se ilumina la neurona y tanto más intenso es el estado de conciencia. Las distintas neuronas de A que registraron una imagen, vibran y emiten ondas que cuando encuentran las neuronas correspondientes de P inducen en ellas una imagen similar, es la telefotografía. Tratándose de imágenes auditivas, es telefonía sin hilos. Para que la recepción sea posible, es necesario que las neuronas retraigan sus prolongaciones. Este estado  especial de aislamiento celular podría explicar la hipnosis y la disgregación de la personalidad.


La psicología no puede aceptar una teoría tan sumaria del pensamiento. Pero cualquiera que sea la opinión que se sustente sobre la naturaleza de la mente, la hipótesis de una comunicación material entre dos cerebros, en el acto telepático, es legítima. ¿La comunicación normal del pensamiento entre los hombres no se hace con intermediarios materiales? La palabra es un conjunto de vibraciones que un aparato vibratorio, el de las cuerdas vocales, imprime a un medio físico, el aire, con el influjo del cerebro. La dificultad psicológica no consiste en comprender de qué modo podría la mente crearse otras vías de comunicación similares, sino en averiguar de qué modo actúa en un medio material, ya sea este la materia propiamente dicha o la energía. Desde este punto de vista, la telepatía no es más incomprensible que la palabra o la escritura.


116. Analogías engañosas. Warcollier investigó minuciosamente las analogías y las diferencias de la telepatía y la telegrafía sin hilos (La télépathie, op. Cit., pág. 288). Partió del hecho, que supone dado por la observación, de que A no comunica su pensamiento a P, sino que despierta, induce, en P, un pensamiento análogo. La telepatía es un fenómeno de resonancia. Para que haya resonancia tiene que haber sintonización, acuerdo entre A y P. ¿No se establece a menudo entre ellos una comunicación afectiva, una afinidad psíquica? La orientación mental de P hacia A, favorable a la transmisión, se podría comparar con la orientación de la antena de recepción hacia el centro de emisión. En segundo lugar, las ondas telepáticas se propagan en todas direcciones, como las ondas electromagnéticas. Puede haber, por lo tanto, “captación” de mensajes. Hay casos de “correspondencias cruzadas”. Se citan asimismo experiencias satisfactorias con un agente y varios perceptores. Si se sostiene que esas experiencias tienen, a pesar de todo, carácter electivo, es posible responder que el problema de la dirección de las ondas está resuelto. Una tercera similitud sería la imposibilidad de invertir las estaciones, la transmisora y la receptora; el perceptor no siempre es buen agente, y viceversa. Por último, la transmisión mental presenta perturbaciones, igual que la transmisión hertziana y no sería ilógico atribuirlas a la interferencia de las innumerables emisiones de ondas cerebrales que son lanzadas a cada instante.


Frente a estas analogías, evidentemente superficiales, hay diferencias que no se pueden ocultar. Son, por ejemplo, la insignificante energía que requiere una transmisión mental (que procede probablemente de una disgregación atómica cerebral), mientras que la telegrafía sin hilos necesita por lo menos diez vatios para la distancia corta. Es cierto que una cadena de neuronas tiene una sensibilidad distinta a la del detector. Sabemos asimismo que con las ondas cortas la energía de la transmisión puede ser considerablemente reducida sin que disminuya el alcance. Pero en la telepatía la impresión parece ser igual, cualquiera que sea la distancia (99)


Cuando el modelo de la telegrafía sin hilos dejó de ser suficiente para los físicos de la telepatía, tuvieron que recurrir a la radioactividad. Para explicar la transmisión de una palabra desconocida pro el perceptor, que contradecía su teoría ondulatoria, Warcollier admitió una emisión complementaria de corpúsculos psíquicos. Reconoció además, inspirado en el ultrasonido de Langevin, una emisión de ondas del perceptor que llega al agente, se amoldan de alguna manera con su pensamiento y vuelve a su punto de partida cargada con una imagen o una ida nueva (Revue méthachique, 1924 V.)  La teoría física no podría ir más lejos. “Hay que tener siempre en cuenta las nuevas concepciones de la física moderna”, dice Warcollier, “para comprender los fenómenos psicológicos.” Los psicólogos modernos no son los últimos en informarse de los progresos de la física, pero no creen que aquella afirmación sea fundada. Los fenómenos psicológicos no dependen exclusivamente de las explicaciones mecánicas o físicas. La crítica que Bergson hizo lo mental por lo físico, porque la parte no explica el todo, sino que tampoco existe entre lo físico y lo mental esa perfecta correspondencia que suponía Leibniz y que él atribuía al milagro de la “armonía preestablecida”. Y la parapsicología, por último, s el aspecto de la vida humana que menos se presta a las explicaciones físicas.


117. Las ondas electromagnéticas cerebrales. En 1925 el doctor Ferdinand Cazzamali, psiquiatra y neurólogo italiano, presentó sus investigaciones tendientes a demostrar experimentalmente la emisión de ondas electromagnéticas cerebrales en ciertos estados metapsíquicos ( Informe presentado al Congreso internacional de París, 1927, y al Congreso internacional de Oslo. 1935 – Rev. Metap., Nº 6, 1935) realizó sus experiencias durante un lapso de diez años, y en su transcurso perfeccionó los aparatos de registro para responder a las críticas que le habían hecho los técnicos. El sujeto se instalaba en un sillón , dentro de una habitación aislada eléctricamente para formar una jaula de Faraday, y el experimentador se sentaba a su lado vigilando los aparatos. Entre estos se destacaba, principalmente , uno oscilador de ondas ultracortas de autodina, que producía ondas de un metro. Estas ondas interferían sobre las ondas que se consideraban emanadas del sujeto y que eran captadas por una pequeña antena colocada por encima de su cabeza. Las ondas resultantes se inscribían en un aparato giratorio. Cazzamali asegura que fueron evitadas todas las perturbaciones experimentales.


Se provoca en el sujeto estados de sueño intenso o de alucinación visual, observándose las coincidencias con los fenómenos electromagnéticos. La gráfica, pequeña sinusoide regular, presentaba en esos momentos ondas amortiguadas de gran amplitud. Las experiencias dieron interesantes resultados con numerosos zahoríes en estado de trance ligero, y también con sujetos metagnomos. El autor está convencido de que los fenómenos registrados corresponden a la actividad psicosensorial del cerebro.


Se hicieron objeciones tanto a la técnica empleada como a la interpretación. Cazzamali no indicó la frecuencia de esas ondas pretendidas ni trató de comparar los fenómenos con los de Berger y los de Adrian. Azam observó muy acertadamente (Revue Métapsychique, 1936, Nº2) que, considerando la fisiología del sistema nervioso y de los hemisferios cerebrales, es inverosímil que los nervios sensoriales emitan ondas de tan alta frecuencia. Él atribuye los fenómenos a las sobre tensiones estáticas perceptibles eléctricamente con un receptor hipersensible. Por otra parte esos efectos no eran causados por manifestaciones supranormales sino, como las ondas de Berger, por cualquier esfuerzo cerebral. Sería temerario ver en ellas “radiaciones psíquicas”, como asimismo equivalente energéticos del pensamiento.


118. El “sexto sentido” de Richet. En 1928 Charles Richet publicó un resumen de su Tratado de metpsíquica, titulado Nuestro Sexto Sentido. (Ediciones Montaigne, París (sin fecha de impresión). Cf. R. Sudr, Have we a sixth sense? Psychic Research, Nueva York, 3, 1928, y Les nouvlles énigmes de l’univers, op. Cit., pág. 300.) Lo presentó como una obra de “fisiología audaz”, lo que parece paradójico porque los fenómenos mentales de la metapsíquica son psicológicos. De todas maneras no pueden derivar de un “sexto sentido”, de asiento y órganos  completamente desconocidos. Dejando de lado el hecho de que la fisiología haya agregado nuevos sentidos a los cinco tradicionales, se advierte enseguida que ningún fenómeno parapsicológico puede ser comparado con las sensaciones. La información supranormal, ya sea puramente telepática o metagnómica, no tiene nada de específica. Es un conocimiento normal. No contiene elementos nuevos que pudieran ser distintos de una categoría sensorial diferente de las demás.


No habiendo ningún sentido nuevo, quizá haya nuevas formas de actuar sobre los sentidos habituales. Dice Richet: “Estamos rodeados de  vibraciones, algunas de las cuales alteran la sensibilidad normal, y otras no”. Entre estas últimas deben de estar las que expliquen la telepatía y la clarividencia. Eta es, en el fondo, la idea del gran fisiólogo. Richet propone una interpretación vibratoria, y por lo tanto física, de los fenómenos. ¿Qué vibración es capaz de provocar la visión completa de una parte de la realidad inaccesible a los sentidos ordinarios? La tentativa parece no sólo imposible sino también absurda.


Hemos demostrado más arriba que la telepatía no se puede explicar por ninguna teoría física. Menos aún la metagnomia, ni siquiera en su forma perceptible. Las expresiones “vibración de las cosas” y “sexto sentido” son figuras literarias sin ninguna relación con la realidad.


119. La interacción entre la mente y el cuerpo. En las investigaciones e los fenómeno físicos de la telepatía no se llegó a advertir con bastante claridad que no se podría resolver totalmente el problema sin resolver al mismo tiempo el de la interacción entre la mente y el cuerpo. En lugar de tratar de descubrir cuál es la clase de “vibración” que sea capaz de transmitir a la mente, sin emplear la retina, la imagen de un objeto exterior, sería mejor que las investigaciones se atuvieran  al único problema accesible: ¿Existe en la transmisión mental un traslado de energía de un organismo  A a otro organismo P, como existe en la transmisión vocal un traslado de energía de un órgano, la laringe de A, a otro órgano, la oreja de P? Dicho de otro modo: ¿La comunicación psicológica se establece también  por vías físicas?¿Existe algún medio, éter, superéter o metaéter, cuya elasticidad permite la propagación ondulatoria, o hay una emisión corpuscular cuyos efectos son exactamente iguales?


La experiencia nos lleva a os direcciones opuestas. Por una parte parece justificar la hipótesis del magnetismo animal, es decir la existencia de una radiación física cerebral o nerviosa capaz de influir en los organismos vivientes. Por la otra, demuestra la íntima conexión que hay entre los fenómenos de telepatía y metagnomia, es decir, nos aparta e lo físico para llevarnos a lo puramente psicológico y a lo trascendente. No es imposible que la experiencia nos saque del atolladero. Si estableciera las leyes de la transmisión del pensamiento, tendríamos derecho a deducir que en el fenómeno hay una parte física. Hasta ahora no lo hizo.


Orientándonos hacia la teoría psicológica, podríamos quizá impugnar legítimamente el modelo fundamental que nos sirvió hasta ahora: la emisión de algo que va del agente al perceptor. Este modelo corresponde a la telepatía pasiva, pero la telepatía pasiva es una ficción creada para satisfacer las necesidades de la explicación física. El mismo Warcollier demostró que, en general, cuando el perceptor no se propone recibir, la transmisión no se efectúa. Tiene que ponerse en las condiciones necesarias, somnolencia, vacío intelectual, silencio, etc, es decir, entrar en los primeros grados de la hipnosis. Se ha visto que en el sueño hipnótico la transmisión es perfecta. Los metagnomos son los mejores perceptores. Aumentando las condiciones hipnóticas, el perceptor intensifica su papel activo y la “lectura del pensamiento” va reemplazando cada vez más a la “transmisión del pensamiento”. “Es posible”, dice la señora de Sidgwick, “que el papel del pretendido agente sea puramente pasivo, y que sea el perceptor el que desempeñe la parte activa, extrayendo la idea o el sistema de ideas de la mente del agente.” (A contribution to the  study of the psychology of Mrs. Piper’s trance phenomena. Procced. S.P.R., tomo 28, sec. 71, 1915.) Podríamos invertir audazmente el problema diciendo: Hay un solo agente en todos los casos, que es el preceptor. Incluso cuando el agente envía voluntariamente, no hace más que poner al subconsciente permeable para el sujeto. Esta teoría, que la experiencia no contradice, convierte a la telepatía en un caso particular de la metagnomia y nos libra de acudir al peligroso recurso de los modelos físicos o fisiológicos.




Tratado de Parapsicología







- Psicología del Espiritismo




PSICOLOGÍA DEL ESPIRITISMO



- René Sudre –


278. La crítica materialista. Demostrada su impotencia para presentar pruebas, la debilidad de la hipótesis espiritista se pone más claramente de manifiesto cuando se somete su contenido a una crítica de conjunto, hecha tanto desde el punto de vista espiritualista como desde el punto de vista materialista o paralelista. Para la psicología experimental contemporánea no hay pensamiento sin cerebro ni personalidad sin organismo. Incluso aquellos que no confunden lo psicológico con lo cerebral propugnan un estrecho paralelismo entre ambas cosas, suprimiendo el cerebro se suprime la mente. Esta es la objeción principal, insuperable, de Richet (35). Él prefiere imaginar la existencia de seres extraños a la humanidad, ángeles o demonios invisibles, antes que admitir la posibilidad de que el hombre sienta, piense y recuerde sin tener una víscera cerebral. “Yodas las experiencias fisiológicas o psicológicas demuestran el paralelismo estrecho, inexorable, que hay entre la memoria y la vida cerebral; todas, sin excepción. La conexión es tan íntima, tan perpetua, que harían falta pruebas poderosas para hacerme declarar que una lámpara desarmada pueda dar luz.”


Esta creencia materialista es la que impide a Richet trazar cualquier minúscula hipótesis en metapsíquica y la que le hace encerrarse en un espiritismo sistemático. Pero algunas de sus objeciones se oponen acertadamente a los espiritistas, por ejemplo contrala afirmación de Lodge de que el cerebro es un instrumento musical y que su destrucción no entraña la del músico. Comparar no es razonar, respondió en síntesis Richet. No se puede separar al músico  de su instrumento; no sólo los vemos siempre encadenados entre sí desde el nacimiento hasta la muerte, sino que ambos son uno solo. Menos aún se puede concebir que el músico ceda de vez en cuando su lugar a otro músico que se sentaría al mismo piano y tocaría otra música distinta. La metáfora se le puede permitir a un poeta, pero es inaceptable para la ciencia. Richet tenía mucha razón en esto.

(26) L’hypothèse spirite (Répose à Sir Oliver Lodge). Revue Métapsych. Nº 3, 1922.




279. Inferioridad de las comunicaciones. La psicología de las comunicaciones bastaría por sí misma para demostrar el error de la creencia espiritista. Todos los experimentos advirtieron su tontería y su insipidez. Ya en 1869 decía Huxley: “Si alguien me confiriera la facultad de escuchar las chalas de las viejas y los curas del pueblo vecino, rechazaría ese favor, teniendo otras cosas mejores que hacer. Y si la gente del mundo espiritual no hablan con más sabiduría y sensatez de lo que informan sus amigos, la pongo en la misma categoría. La única ventaja que veo en la demostración de la verdad del espiritismo, es que suministra un argumento más contra el suicidio. Es mejor vivir como barrendero que morir para que un médiums nos haga contar necedades a guinea la sesión”.


Las sesiones espiritistas siguen siendo iguales a las del tiempo de Huxley. Consisten siempre en homilías insípidas, pláticas deshilvanadas y chanzas infantiles y a veces bajas u obscenas. Aristóteles, Juana de Arco y Napoleón hablan como matronas de barrio, y en las sesiones de Jersey tiene que estar Víctor Hugo en la mesa para que Molière se exprese en versos aceptables. Esta objeción es realmente terrible. Jamás, en el aspecto literario, se recibió de ultratumba nada equivalente a un pensamiento de Pascal o a una frase de Chateaubriand.


Los espiritistas inteligentes no desconocen la gravedad de la objeción. Hacen con este motivo numerosas suposiciones. Dicen que los espíritus superiores escapan a la atracción terrestre porque tienen un “periespíritu” más sutil, que pasan a otras “esferas” de las que no vuelven , que los espíritus que se manifiestan son los más pesados y los más vulgares, y usurpan el nombre de los espíritus superiores. Estos últimos deben mandar apoderados que los representen.


“¿Qué importa, en definitiva”, dice Allan Kardec, “que un espíritu sea realmente el de Fenelón o no lo sea? Desde el momento que die cosas buenas y habla como el mismo Fenelón, es un buen Espíritu, es indiferente que se presente con uno u otro nombre, el cual suele servir solamente para fijarnos las idea”. Un poco más adelante, para explicar las faltas de ortografía y las incorrecciones en que podría incurrir el ilustre autor de la Lettre à la Académie française, dice que, dedicándose únicamente a las ideas, los espíritus no se preocupan por usar “las formas lentas y enmarañadas del lenguaje humano”. ¡Por desgracia las comunicaciones de los espíritus carecen tanto de estilo como de ideas!




280. Falta de conocimientos científicos. Después de haber recorrido el campo de lo “oculto” y de haberse convencido de la incapacidad del espiritismo para presentar la prueba de la supervivencia, escribió Maurice Maeterlinck: “ La menor revelación astronómica o biológica,, el más pequeño secreto de antaño, por ejemplo el de la forma de templar el cobre de los antiguos, un dato arqueológico, un poema, una estatua, un medicamento perdido, una noción de alguna de esas ciencias desconocidas  que florecieron en Egipto o en la Atlántida, sería argumentos más decisivos que centenares de reminiscencias más o menos literarias” (La Mort). Es significativo que los espiritistas no hayan sido nunca útiles a los investigadores científicos para resolver un problema o sugerir un descubrimiento. Los genio que abandonaron el mundo estarán mudos, o habrán perdido su fuerza creadora al transformarse en espíritus puros.


Los espíritus que fueron consultados sobre algún tema debatido por los sabios sólo contestaron disparates. Cuando se discutía el sentido de la revolución de los satélites de Urano, el general norteamericano Drayson convocó a un médium que encarnó a un gran astrónomo difunto. Herschel, que había descubierto los dos primeros satélites, Titania y Oberón, indicó que el sentido del movimiento era retrógrado. Después fueron descubiertos Ariel y Umbriel y en 1948 Miranda, que tienen el mismo sentido. Pero el espíritu consultado afirmó que el sentido era directo porque Urano había sido visto por el polo sur cuando fue descubierto. Todo esto era falso y los astrónomos de carne y hueso tenían buenas razones para creer que ciertos satélites planetarios podían girar en sentido contrario a otros.


La abundancia de novelas planetarias, refugio de la revuelta fantasía de los médiums, provocó una multitud de revelaciones sobre “los mundos habitados”. La señora Piper, tan prodigiosamente lúcida en la exploración de la personalidad humana, se lanzó a las explicaciones científicas encarnando personajes del otro mundo. Dio fabulosas informaciones sobre el sistema solar y anunció el descubrimiento de un imán que atraía a la luz.


Recordemos, finalmente, la exploración marciana de Hélène Smith, hecha en 1894, serie novelada de las nociones introducidas por Flammarion en su Astronomie populire. La médium la relató en un idioma extravagante, que intrigó al principio a los filólogos, pero que Flournoy denunció implacablemente como el idioma francés desfigurado.


281. La vida en el otro mundo. Cuando se reclama a los espíritus que hablen e su vida en el otro mundo, se mantienen en las fórmulas vagas de la doctrina tradicional; generalmente dicen que es indescriptible, que nosotros no lo comprenderíamos, pero a veces aducen que no están autorizados a hablar. Sin embargo Raymond Lodge, el hijo del gran sabio inglés, hizo revelaciones sobre su vida de ultratumba por intermedio de la señora Leonard (O. Lodge, Raymond or Life and Dath, Methuen, Londres, 1916. Raymond revised, 1924. (versión franc.: Payot, París, 1920)


Raymond – que murió en la guerra-, dijo que el otro mundo es análogo a nuestro mundo terrestre. Los seres y las cosas parecen sólidas y sustanciales. Raymond residía en una casa de ladrillos construida sobre un verdadero terreno y rodeada de árboles y flores. La tierra era tan real que cuando se arrodillaba  se le manchaba el pantalón. Él no tenía ganas de comer, pero había descarnados que experimentaban esa necesidad. Cuando se pellizcaba sentía lo mismo que antes. Sólo tenía frío y calor cuando volvía, gracias a la médium, al ambiente terrestre. Para explicar esa materialidad de la vida futura, Raymond expresó que los espíritus empleaban emanaciones de nuestro mundo, “esencias” , “gases”, “éteres” y “átomos”, que condensaban y solidificaban dándoles la apariencia de cosas terrestres.


Después de la publicación del Raymond, los espíritus se afanaron en darnos informaciones complementarias. Según  el médium de P. E. Corniller (La survivance de l´âme et son évolution aprés la mort. Alcan, París. 1920), el otro mundo se divide en diez esferas. En la primera están los espíritus animales, en la segunda, los espíritus humanos más jóvenes, que se reencarnan sin recuperar el conocimiento; en la tercera y la cuarta se encuentran los descarnados que tienen todavía afinidad con la tierra. A partir de la quinta esfera, los espíritus y a no se comunican directamente con los metapsiquistas; poseen visión astral y sólo desean elevarse en la jerarquía espiritual. Los espíritus de la sexta esfera no están sometidos a la reencarnación, que es facultativa. Los espíritus superiores pertenecen a la séptima esfera y a la octava, y en la novena y la décima están los espíritus luz, los guías de la evolución.


No hay azar ni determinismo; todo está regulado por los espíritus guías, incluso los fenómenos geológicos y la transformación de las especies animales. La clarividencia deriva de las visiones que ellos originan; cuando no se cumple una predicción es porque intervino su providencia. Los espíritus que se construyen casas y se visten, pertenecen  a las esferas tercera y cuarta. Hacen las casas y los vestidos con las emanaciones radiactivas de nuestra viviendas y nuestras ropas. Lo mismo que el personaje de la fábula, se alimentan con el olor de nuestras comidas. Como ellos mismos se encuentran en un estado material de muy poco densidad, todas las cosas les parecen tan sólidas como las nuestras a nosotros.


Lo mismo que las novelas de las reencarnaciones, las del otro mundo derivan de la imaginación subliminal del sujeto, influida mentalmente pro el experimentador. Revelan una fantasía individual limitada a concordar con los datos generales del medio ambiente. Por eso no están de acuerdo los espíritus sobre un punto tan grave como el problema de las reencarnaciones. En los países anglosajones rechazan la idea y la reputan de herejía, mientras que en Francia y los países kardecistas la creencia en las vidas sucesivas es el dogma fundamental.




282. Inestabilidad mental de los “espíritus”. Los espíritus nos desorientan tanto cuando intervienen en las cosas de aquí como cuando nos relatan las bellezas de su vida astral. Ellos mismos reconocen que sería una imprudencia seguir sus consejos. Maxwell cita un caso típico de espíritus que provocaron la ruina de una persona (J. Maxwell, Les phénomènes, op. Cit., pág. 232). Cuando no mienten, se escurren. Ante una pregunta que no saben contestar, dan una respuesta dilatoria, o desaparecen; dicen que tienen que irse, que los llaman de otro lado, que tienen que cumplir una importante misión. Se esfuman a veces antes de terminar una frase, y aparece otra personalidad, sin relación con la primera. Es como si cediera momentáneamente una resistencia, dice William James, para dejar lugar al deseo de decir algo. La presentación silenciosa de un objeto evocador los ahuyenta desordenadamente, o los desoriente, lo mismo que un imán desquicia bruscamente a una aguja imantada.


Las lagunas que tienen en la memoria son a veces pasmosas. Detallan pequeños hechos insignificantes, que se consideran pruebas de identidad, e ignoran los hechos importantes de su vida terrenal. Son incapaces de ir al cuarto contiguo a leer el título de un libro que se encuentra en la mesa ( C.f. el capítulo sobre “la memoria de los espíritus” en Personnages d’au-delà. El caso de Margaret Veley muestra una comunicante que comete una cantidad de errores de al relatar la historia de su infancia y su juventud). La incoherenia de su razonamiento no es menos asombrosa. Hacen decir a William James ablando del Hodgson de la señora Piper, que se encontraba en un curioso estado de amnesia y confusión mental: “Desearía que lo que están diciendo tuviera más continuidad. Ustedes se parecen a su viejo Yo, pero están extrañamente fragmentarios”. El pensamiento de los espíritus está constantemente mezclado con los recueros del médium, lo que es incomprensible si recordamos que tal pensamiento tomó posesión del cerebro.


Los espiritistas explican todas esas singularidades que causan decepción, por la dificultad de las comunicaciones. Hodgson ya había comparado una de esas comunicaciones con una conversación que dos personas sostuvieron desde puntos alejados por medio de dos mensajeros borrachos. Graham, dando un ejemplo exagerado, dice que es como escribir una cara en la oscuridad, dársela a un carero soñoliento para que la lleve, a través de una región desconocida, llena de obstáculos y de oficinas de impuestos, a una dirección provisoria y cambiante, y recibir por el mismo conducto una respuesta dictada a un secretario inculto que no siempre entiende el sentido de lo que escribe. Estas metáforas arbitrarias corresponden perfectamente a la realidad de los hechos, pero de ningún modo a la simplicidad de la hipótesis del piano y el pianista. Aunque el pianista no esté muy cómodo en el piano que le ofrecen, no por eso debe desafinar, olvidar una parte de las piezas que conoce de memoria y desfigurar la otra parte; en pocas palabras, conducirse como si estuviera ebrio o loco.



283. Fracaso de la teoría espiritista. Este análisis psicológico de la teoría espiritista, referido a los hechos en los que se funda, contribuirá a evidenciar su gran debilidad, que linda a veces con lo absurdo. Es el resultado del profundo estudio de la señora Piper hecho por la señora Sidgwick. “No hay nada que nos autorice a creer”, dice la señora Sidgwick, “que exista un ‘control’ bien informado y comunicado con otros espíritus, y que no pueda expresarse por la imperfección de la máquina” (A contribution to the study of the psychologi of Mrs. Piper’s trance phenomena, op. cit., pág. 320.) Deduce que si hay supervivencia, los espíritus de los difuntos no vienen a encarnarse en el cuerpo de un sujeto, sino que actúan telepáticamente sobre él. Enmendada de este modo para amoldarse a la realidad de los hechos, la hipótesis espiritista se deshace por sí misma.


Conviniendo en que es imposible suministrar la prueba de la identidad de los “espíritus”, Geley empleó discretamente un argumento que fue sostenidamente explotado por los espiritistas de menor cuantía. Adjudicar al subconsciente del sujeto todas esas maravillosas facultades, dijo en resumen, equivaldría a reconocerle omnisciencia, y casi omnipotencia; sería asignarle atributos divinos. El acto metapsíquico no espiritista no es menos maravilloso que el acto metapsíquico espiritista. Cuando Ossowiecki y Kahn descifran sin verla una nota recién escrita, cuando un sujeto levanta una mesa a distancia, nadie dice que tiene facultades divinas. El acto espiritista no es distinto. Además, esas facultades se ejercen caprichosamente, con grandes lagunas e importantes errores. Ciertos actos metapsíquicos son más incomprensibles por los muertos que por los vivos.


Esta especiosa objeción espiritista se origina en la confusión de la metagnomia con la telepatía entre vivos. No se admitía que la mente del sujeto pudiera andar pescando a su gusto en las mentes de los vivos para construir su personificación de los difuntos. Esta telepatía no era tan ilimitada como querían suponer los adversarios y no superaba a la de los clarividentes ordinarios de las sesiones no espiritistas; pero ya hemos demostrado que había una concepción inexacta de la metagnomia. El análisis del hecho metapsíquico nos reveló que la mente de ciertos sujetos podía dividirse y crear personalidades múltiples, y asimismo que podía recibir conocimientos por otro canal distinto que le de los sentidos. Son dos propiedades independientes y ambas pueden encontrarse puras. La mayor parte de los fenómenos de clarividencia se producen sin la aparente intervención de los “espíritus”. ¿Tenemos que creer que los espíritus desempeñan algún papel en los restantes, conocimientos la tendencia de los sujetos a personificar individuos, reales o ficticios, y hasta sentimientos e ideas?



284. Hacia una teoría metapsíquica. Se podrían oponer otros reparos sensatos a la hipótesis espiritista. Preguntar, por ejemplo, por qué los seres que hemos perdido no nos dan ninguna señal de su presencia, por qué no aparecen cuando nosotros los llamamos, por qué no nos informan lo que nos interesa, por qué , en general, los espíritus no cooperan abiertamente en la obra de justicia y en la actividad científica de los hombres, y por qué, por último, no tratan de convencer al mundo de su existencia con una prueba inconfundible. Todas las experiencias serias que se intentaron, como la de Myers, fracasaron.

En cambio cuando se examinan las “pruebas” corrientes de su existencia con la perspicacia y la capacidad psicológica de un James o un Flournoy, se ve invertirse y convergir hacia una teoría metapsíquica comprensiva y profunda. El carácter fragmentario y engañoso de los espíritus lo explican por una parte la prosopopeis, que no crea personalidades reales sino personalidades sonámbulas participantes de la vida onírica, y por la otra la metagnomia, cuyo funcionamiento intermitente e irregular es conocido. La teoría metapsíquica restablece la continuidad entre los hechos espiritistas y los no espiritistas y les asegura una interpretación única y racional.



Tratado de Parapsicología





- Rene Sudre



Rene Sudre





Científico francés, profesor del L'Ecole des hautes Etudes Sociales, vicepresidente del National Laboratory of Psychical Research, pensador metapsíquico, distinguido colaborador de Gustave Geley en el Institut Metapsychique de 1921-26, colaborador con numerosos ensayos y críticas en el Revue Metapsychique y, de 1926-1930, para el Psychic Research desarrollando diferentes puntos de vista de la interpretación espiritual de manera similar a Schopenhauer o a Henry Bergson, pero más estrechamente en contacto con las concepciones del universo físico.

Tuvo un papel destacado en Copenhague, 1921, Varsovia, 1923 y París, 1927, en el Congreso Internacional para la Investigación Psíquica, fundó la Biblioteca Internacional psíquica y parapsicológica, ( Bibliotheque Internationale de Science Psychique et Parapsychologie) que publicó la traducción en francés de las obras de William Barret, W. J. Crawford y Barón von Schrenck-Notzing, y publicó en 1926 su famosa Introducción a la Metapsíquica Humana Introduction a la Metapsychique Humaine (Payot, Paris) que Hans Driesch, Bergson y otros consideran como la exposición más lógica y concisa de los hechos psíquicos. Luchó contra la hipótesis del espíritu y trató de vincular todos los hechos sobrenaturales a la psicología y a la ciencia moderna.

Fuente: An Encyclopaedia of Psychic Science de Nandor Fodor (1934).