Prólogo - Experimento Scole




PRÓLOGO

Por Arthur J. Ellison, Profesor Emérito,
Doctor en ingeniería, Ceng, FIMechE, FIEE,
Antiguo miembro IEEE, Ingeniero consultor.




Es un placer escribir unas palabras de introducción a este libro de Grant y Jane Solomon sobre los fenómenos de Scole. He tenido el honor de ser uno de los tres investigadores de la Society for Psychical Research (SPR) invitados a participar desde el principio en las sesiones llevadas a cabo por el grupo de Scole. ¡Nuestra presencia, en calidad de investigadores científicos, duró dos años, una experiencia que resultó sumamente interesante!

Algunos años antes había tenido ocasión de observar muchos fenómenos físicos del espiritualismo, fenómenos que sin embargo implicaban siempre a un médium en trance y el ectoplasma, y en los que el médium, al final de la sesión, quedaba siempre exhausto (Esto coincide con la opinión tradicional de que el material del «vehículo de vitalidad» o «doble etérico» es extraído del médium y utilizado para producir el ectoplasma). Además, las «personalidades de control» que visiblemente se expresaban a través del médium eran tradicionales figuras exóticas, como indios de América, chinos y otros. Se expresaban de forma extraña, más bien como un actor en sus primeras actuaciones que trata de imitar a tales personajes. En Scole, por el contrario, las personalidades que aparentemente se comunicaban a través de los dos médiums tenían el acento de californianos muy instruidos —con la excepción de una pareja que hablaba como si hubieran sido educados en occidente. Todos nos habíamos familiarizado, más aún, la relación se desarrolló en la que podría definirse como una sólida amistad en la que nos llamábamos por el nombre y nos gastábamos bromas. Esto no parece prejuzgar la calidad de los fenómenos manifestados, más aún se podría decir que la ha reforzado.


Este libro describe la amplia gama de estos fenómenos, desde las luces paranormales hasta objetos elevados, desde los aportes a las estatuillas tangibles, etc. Por el contrario, no hubo producción de ectoplasma, y al final de las sesiones los médiums aparecían en perfecta forma física como al principio. El mismo grupo de Scole describía las actividades como fenómenos energéticos más bien que ectoplásmicos. Y esto, sin duda, parecía un paso adelante con relación al pasado.


Nosotros tres estuvimos trabajando en base a nuestra formación cultural. Yo he contribuido como letrado; David Fontana resultó de gran utilidad como psicólogo, gracias a la experiencia adquirida en los estados alterados de conciencia; mientras que la formación literaria de Montague Keen resultó de especial utilidad. Los comunicantes nos decían frecuentemente, que no conseguiríamos comprender las explicaciones de cuanto sucedía. En más de una ocasión todos habríamos preferido que nos diesen explicaciones concluyentes, dejándonos decidir a nosotros si estábamos preparados para comprender o no. Pero no sucedió así. Además, habíamos explicado frecuentemente que la comunidad científica habría deducido que habíamos sido engañados desde el momento en que los fenómenos, de ordinario, sucedían en la oscuridad. Habría sido deseable, por nuestra parte, el empleo de un visor en infrarrojos, que hubiera demostrado a través del calor del cuerpo que todos permanecían en su puesto mientras se reproducían los fenómenos. Pero con dolor por nuestra parte ni siquiera esto se nos concedió. En nuestro informe nos hemos esforzado por explicar cómo parecía imposible falsificar muchos de los fenómenos. Pero los escépticos afirmarán siempre que los magos pueden hacer toda clase de cosas «imposible». A este respecto, desgraciadamente, a los escépticos no se les pide presentar pruebas para sostener lo que afirman.


Hay otro factor importante que se infravalora con frecuencia. Los experimentadores psíquicos saben bien que, por motivos imponderables, aquellos que desarrollan las investigaciones pueden ser subdivididos en dos categorías: los catalizadores y los inhibidores. En presencia de los catalizadores, los fenómenos paranormales se manifiestan más fácilmente que en presencia de los inhibidores. Esto se define como «efecto del experimentador». Sucede que muchos críticos, cuando tienen la experiencia que los califica para hacer comentarios, son inhibidores y raramente experimentan fenómenos auténticos. Con frecuencia son los críticos más acervos porque, en su intimidad, tal vez creen que los fenómenos paranormales auténticos nunca pueden tener lugar. De la otra categoría de críticos forma parte el respetado y «normal» científico, el cual ya sabe que los fenómenos paranormales son imposibles y que por tanto jamás pueden, ipso facto, verificarse. Y desde el momento en que son imposibles, antes de pronunciarse sobre el tema, no es en absoluto necesario estudiar la amplia literatura científica sobre la investigación psíquica, gran parte de la cual es producida por algunos de los científicos con más autoridad de Gran Bretaña y de Europa. Sin embargo, es perfectamente lícito tener una mente abierta y continuar siendo científicos. Nosotros tenemos la impresión de que los comunicantes de Scole sabían perfectamente todo esto, y que nos eligieron a nosotros tres por este motivo. En nuestro informe hemos tratado de ser «hábiles» técnicos imparciales. El lector debe también recordar que éramos huéspedes. No éramos por tanto los que elegíamos los experimentos, y las sugerencias hechas para restringir las condiciones no eran seguidas de ordinario, unas veces por entrar aparentemente en conflicto con las condiciones requeridas para producir los fenómenos de manera fiable, otras porque los tiempos de los comunicantes nos obligaban de algún modo a pasar a otro experimento. Hemos actuado lo mejor posible.

Para concluir, quisiera expresar mi opinión. Mantengo que el grupo de «esta parte» fue honesto y sincero. Después de dos años conocíamos muy bien a todos sus componentes. A mi parecer los resultados de las sesiones fueron de gran interés para la ciencia.

Deseo que el lector encuentre este libro interesante como yo encontré interesantes las sesiones experimentales de Scole.

ARTHUR J. ELLISON
junio de 1999.





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