FENOMENOLOGÍA
Visité una vez una casa “encantada”. Así la llama la gente
del pueblo. Extraños fenómenos habían sido comprobados en las casas de una
tranquila finca rural, en la región noroeste del estado de San Pablo (Brasil).
Todo comenzó el día 20 de agosto de 1967. Doña María, viuda de 47 años, salió
asustada de su casa, donde vivía sola, asegurando a todos los vecinos que había
visto caer del tejado, repetidas veces, granos de maíz. Sin embargo, en el
tejado no podía haber granos de maíz… Poco después los granos entraban en la
nevera cerrada. Las piedras caían del tejado, en el cual, sin embargo, no se
encontró ningún agujero.
En la casita, pequeñísima, mal amueblada, no podía haberse
escondido nadie sin ser visto por Doña María. La casita estaba bastante
apartada de los otros edificios; alrededor no había ningún árbol, ningún
escondrijo. No obstante, quince días después casi simultáneamente se abrieron
las puertas y algunas ventanas. Piedras y pedazos de madera entraban en la
casa.
Doña María huyó aterrorizada hacia la casa del administrador
de finca. Inmediatamente el administrador y diez personas más vieron
descolocarse latas, caer algunas piedras, romperse vidrios de las ventanas,
unas tijeras volaron en extraña parábola.
El pánico recorrió toda la finca. Durante los días
siguientes, en las cinco salas habitadas de la finca se registraron extraños
ruidos, movimientos de objetos, etc.… medio ladrillo cayó verticalmente, con
notable fuerza, delante del administrador, en las circunstancias más inexplicables.
El cura del pueblo pensó que los fenómenos se debían al
demonio. El “babalo” (director de espiritismo) afirmó que eran espíritus de los
muertos. Ni la bendición del padre, ni los defumadores del umbandista dieron ningún
resultado. Casi todas las tardes, después de las seis, se repetían los mismos
fenómenos.
Millares de casos semejantes han sido estudiados en los
últimos años, investigándose con el mayor rigor “policiaco”. El sabio
investigador moderno Eric J. Dingwall, entre otros, publicó recientemente una
obra en la que se prueba que las casa “encantadas” , como toda otra clase de
fenómenos misteriosos, existieron siempre desde las civilizaciones más
antiguas, en todos los continentes.
MUCHOS HECHOS Y MUCHAS INTERPRETACIONES
A lo largo de la historia los hombres vienen atribuyendo la
responsabilidad de tales fenómenos a ondinas, hadas, gnomos, genios, duendes,
pitones, larvas astrales, “poltergeist”, etc… ¿Por qué inventar tales seres del
más allá?
¿Por qué habrían de ser los demonios? ¿Qué provecho sacarían
los demonios de aquellas familias tradicionales , católicos practicantes,
honrados, trabajadores? Comenzaron rezar
más. Todas las tardes se reunían todos los moradores de aquella finca a rezar
el rosario… (y los fenómenos continuaban…).
¿Por qué tendrían que ser los espíritus de los muertos? Si
los espíritus de los muertos tuviesen fuerza para realizar esto prodigios, los
espíritus de los vivos también la deberían tener. Dicen que los espíritus de
los muertos, para actuar, necesitarían de un cuerpo; de ahí la necesidad de un
médium. Más fácil será pues la producción del fenómeno para el espíritu del
vivo, pues éste ya tiene el propio cuerpo que anima. Además, si el espíritu del
muerto necesita del cuerpo para actuar, ¿cómo actúa sobre el cuerpo del médium?
Y como las cosas “encantadas”, mil otras especies de
fenómenos misteriosos, siempre en conexión con el hombre, antiguo o moderno,
culto o ignorante. Se prevén acontecimientos para dentro de 20, 30, 100 días,
cuando era imposible preverlos por vías normales, y vemos que los hechos
comprueban los pronósticos: fueron anunciados con bastante detalle la tragedia
del Titanic, la caída del dirigible Alitalia, el asesinato del presidente
Kennedy… una madre sueña con hechos de la vida del hijo que vive a millares de
kilómetros de distancia…
¿Y qué decir de una mesa que se levanta por los aires,
desafiando, aparentemente al menos, la ley de la gravedad? ¿Qué pensar de un
ignorante y analfabeto que de repente comienza a hablar en lenguas extranjeras?
Los habitantes de ciertos pueblecitos de la India o del Tibet, de Méjico , de
España y de Francia pasan con los pies descalzos sobre brasas sin sufrir
quemaduras o sentir dolor. Se habla de curas extraordinarias realizadas por
hechicería o curanderos. Poderes extraordinarios son atribuidos a hechiceros,
faquires, yoguis… En fin, son innumerables los fenómenos asombrosos,
increíbles. En todas partes y en todas las épocas.
¿Existen estos fenómenos? ¿Cómo se explican? “No se sabe
cuánta superstición hay en la ciencia, ni cuánta ciencia en la superstición”,
decía Maximiliano Bell. Los sabios, pronunciándose sin previo estudio, ¿serían
tan supersticiosos como los mismos supersticiosos?
Ha surgido una nueva rama de la psicología, la
parapsicología, que explica todos estos fenómenos. Tales fenómenos
(prescindiendo de rarísimos milagros) son fenómenos humanos, de las fuerzas
“ocultas” el mismo hombre. Ésta es la conclusión de la parapsicología.
El día 28 de octubre de 1967, en plena ebullición de los
fenómenos, fui invitado, como parapsicólogo, para visitar el “rancho
encantado”. Expliqué a los asustados moradores que se trataba de un caso de
psicorragia (liberación de las fuerzas psíquicas del inconsciente humano),
primeramente de la viuda Doña María (ya internada). Hubo también efectos
polipsíquicos: colaboraciones principalmente de las aterradas adolecentes niñas
y mujeres en gestación (que más fácilmente se contagian psíquicamente) librando
sus fuerzas inconscientes. Después de algunas horas de explicación quedaron
todos tranquilos. Recomendé calma, relajamiento neuromuscular, actitud
tranquila, e meros espectadores… ya aquella misma tarde los fenómenos no se
repitieron.
LOS ANTECESORES DE LA PARAPSICOLOGÍA
La parapsicología como ciencia universitaria es muy reciente
pero los preámbulos de la parapsicología son antiguos, como los de todas las
ciencias de hoy. La química fue precedida por la alquimia megalomaníaca y la
astronomía por la astrología superstición. También la parapsicología tuvo sus
predecesores plebeyos.
LOS ANTIGUOS INIICIADOS
Parece que en la investigación de los fenómenos “ocultos”,
los antiguos iniciados de la India había llegado muy lejos. Parece ser que los
iniciados de Caldea y Egipto recibieron de ellos sus secretos. Estos secretos
eran guardados de los profanos con sigilo rigurosísimo. Los conocedores de la
explicaciones eran muy pocos y los prácticos más abundantes, que realizaban los
prodigios, ignoraban muchas veces su explicación profunda y verdadera,
atribuyéndolos, erradamente, a la intervención de diferentes fuerzas
extraterrenas.
Hay autores que afirman que las explicaciones naturales y
verdaderas estaban escritas en los manuscritos guardados con tanto desvelo en
la biblioteca de Alejandría. Hay indicios históricos de esto, ciertamente, pero
es difícil saber el valor de esta afirmación. E incluso, concediendo que
entonces hubiesen llegado hasta donde hoy tanto ha costado llegar aquella
ciencia fue inútil para nosotros, puesto que desapareció todo en el incendio de
la biblioteca de Alejandría, en tiempos de Teodosio.
Destruidos los manuscritos y dispersados los prácticos de la
magia (ignorantes, por otra parte, de las explicaciones), la fenomenología
continuó siendo algo misterioso, sobrenatural en la mente del pueblo.
La ciencia oficial, por su parte, “ignoraba” estas
“leyendas”. Sólo de vez en cuando aparecieron algunos investigadores aislados,
llamados ocultistas, que hacía brillar pequeñas claridades de verdad,
mezclados, sin embargo, con muchos errores. Así, por ejemplo: Basilio,
Valentino, Paracelso, Avicena y Agripa.
Y sin embargo era tan poca la verdad escondida en las
tinieblas del ocultismo que, al final de su vida, Agripa tuvo que retractarse
de una gran parte de su obra: “Es verdad que, siendo joven, yo mismo escribí
tres libros sobre magia, que titulé Filosofía
oculta. ¡Cuántos errores cometí entonces! Hoy, volviéndome más prudente,
debo refutarlos públicamente y reconocer que he perdido mucho tiempo con estas
futilidades”. Retractación que tomamos como sintomática de la poca luz que hay
en el ocultismo.
EL CRISTIANISMO ENFRETA LA MAGIA
El cristianismo desde sus comienzos, adopto una posición
clara contra muchas supersticiones que se mezclaban en este tipo de fenómenos.
La ciudad de Éfeso era famosa por sus libros de magia y por
sus encantaciones, muy frecuentes en
aquella ciudad.
El evangelista San Lucas cuenta cómo muchos de los que
habían ejercido la magia y hechicería llevaron sus libros al apóstol San Pedro,
que organizó una hoguera en presencia de todos. Simón, el mago, “que había
engañado al pueblo”, fue expulsado de la Iglesia por pretender comprar con
dinero los poderes de San Pedro y de San Juan, que él tenía por magos.
Los Santos Padres y Escritores Eclesiásticos se refieren
innumerables veces a fenómenos “misteriosos” . Tertuliano, por ejemplo, en el
siglo II, habla de las “evocaciones de los muertos”, adivinaciones, sueños
provocados (hipnosis o trance), movimientos de mesas para dar respuesta al
contacto de las manos, así como de otros prodigios mezclados con supersticiones,
“con los cuales engañan al pueblo”.
La filosofía alejandrina, con la cual Juliano de Apóstata
pretendía subyugar al cristianismo, tenía por dogma fundamental la “evocación
de los muertos” y presentaba los fenómenos usuales del espiritismo.
La pasión por el ocultismo y por los fenómenos maravillosos
existían en todas las clases sociales, como afirman San Gregorio de Niza,
Lactancio, etc.
LAS HOGUERAS HUMANAS
Durante varios siglos el ambiente de “brujería” infestó a
Europa. En Inglaterra, en la Pendle Forest, en el Lancashire, un niño
calumniador acusa de brujería a la Sra. Dichkenson y otras veinte subalternas
suyas, de la vecindad. Por el “sólido” testimonio de un niño de doce años, ocho
de esas mujeres fueron quemadas vivas.
El P. Heredia S. J., resumiendo a más de diez autores afirma
que sólo en Escocia, en corto periodo que va desde la ejecución de María
Estuardo hasta la coronación de su hijo como rey de Inglaterra, esto es 32
años, fueron ejecutadas 17.000 brujas. En Ginebra (Suiza) sólo en tres meses
fueron quemadas 500 brujas, de acuerdo con el Chamber’s Encyclopedia. Según la New Internacional Encyclopedia, 7.000 brujas fueron quemadas en
pocos años en Tréveris. Afirma la Nelson’s
Encyclopedia que la brujomanía costó solamente en Alemania 100.000 vidas.
Los prodigios realizados o atribuidos a las brujas
sobrepasan todo lo realizado o atribuido a los médium espíritas, a los faquires
o yoguis de la India, a los aisauas de África o a los lamas del Tibet.
Con tantos procesos y debates fueron apagándose las hogueras
contra las brujas y comprendiendo la necesidad de abrirse hospitales para
cicatrizar las heridas por donde escapaban las fuerzas psíquicas responsable
por aquellos fenómenos. Poco a poco la medicina fue comprendiendo el papel del
psiquismo humano en la brujería. El primer hospital para brujas lo fundó en
1425 Alfonso V, en Zaragoza, España, “cuna de la psiquiatría”, como la llama el
psiquíatra norteamericano Peter Bassoe. Un siglo después Inglaterra abrió su
primer hospital para brujas: Beclan, 1547. Dos siglos más tarde Francia sigue
el ejemplo: París, 1741.
LOS PODERES LE MAGNETISMO HUMANO
Ya en el siglo XVIII, el Dr. Franz Anton Mesmer, una curiosa
mezcla de genio, investigador y charlatán, asombró a Europa con sus prodigios.
Muchísimas personas, locos y neuróticos, paralíticos, ciegos y mudos,
reumáticos y alérgicos eran curados por la imposición de manos de Mesmer. Bajo
la influencia de Mesmer, delicadas señoritas se contorsionaban violentamente
sin “romperse”. Podían recibir fuertes garrotazos sin sentir nada, podían
realizarse profundas operaciones quirúrgicas sin dolor y sin sangre…
posteriormente era tanta la afluencia de toda clase de enfermos, que Mesmer
tuvo que servirse de “agua curadora” y de varitas “magnetizadas” para poder
curar en masa.
Profundizaron más en el mismo sentido durante el siglo
pasado sabios como Puysegur, Deleuze, Potet, etc. las escuelas de hipnotismo
del hospital Salpetrière, bajo la dirección de Charcot, y del hospital de Nancy,
dirigido por el Dr. Bernheim, lanzaron nueva luz sobre los poderes psíquicos
del hombre, especialmente en lo que se refiere a las curaciones
extraordinarias, a la resistencia al dolor y a la fatiga, y a las
“adivinaciones” incluso a enorme distancia y hasta del futuro.
AL MARGEN DE LA CIENCIA
Al final del siglo pasado la escuela de neo-ocultismo
encabezada por Eliphas Levi, Stanislas de Guaita, Paus, etc., intenta
reconstruir los conocimientos de los antiguos iniciados. Pero los esfuerzos son
poco provechosos para la ciencia por estar mezclados, sin criterio diferencial
suficiente, la verdad con los errores. También los antiguos encubrían sus
secretos con expresiones que sólo eran descifrables por los iniciados: los
neo-ocultistas, al imitarlos, insistieron demasiado en los enredos.
He aquí un detalle sintomático: el más destacado, tal vez,
de los neo-ocultistas fue Eliphas Levi (Alphonse Louis Constant), pero es bien
sabido que en los últimos años de la vida abandonó el ocultismo, al cual se
había adherido como a una religión, y volvió al seno de la Iglesia católica, a
la que pertenecía antes de adherir al ocultismo-esotérismo.
FUE OLVIDADO EL HOMBRE
“Parece que todas las
ciencia deben pasar antes por los vestíbulos de la superstición”, decía Pierre
Janet. El vestíbulo de la parapsicología fue largo y oscuro. En las otras ramas
de la ciencia, al final del siglo XIX ya se había pasado a sales bien
iluminadas. Se pensaba que el hombre había encendido la luz de todos los campos
de la realidad y que en el futuro la expansión científica se produciría sólo en
forma vertical. La expansión horizontal, sin embargo, no había terminado aún.
Quedaban en la penumbra los poderes del psiquismo humano inconsciente.
El hombre iluminó la realidad circundante y se olvidó el
hombre mismo. “El hombre, este desconocido”, fue el famoso grito de Alexis
Carrel. O como decía Conan Doyle, “entre todas las cosas que el hombre llegará
un día a comprender, la última será, seguramente, él mismo.”
Los materialistas negaban apriorísticamente incluso la
existencia de los fenómenos, considerándolos sin restricciones como meramente
existentes en la imaginación de los espiritualistas. Absurda la investigación
de lo que no existe. No admitían más poderes en el hombre que los meramente físicos.
Tal era, en general, el dictamen de la ciencia oficial de la época.
Oscar González Quevedo
– Qué es la parapsicología