- Conclusiones Generales (Nuestro Sexto Sentido)



CONCLUSIONES GENERALES (Nuestro Sexto Sentido)


- Charles Richet -


El lector atento comprobará sin duda que cada uno de los capítulos de experiencias y observaciones que constituyen el libro, es demostrativo por sí mismo.

Las alucinaciones verídicas, por sí solas, bastarían para demostrar el sexto sentido.

Lo mismo puede decirse de los experimentos de Mad. Piper.

Aunque no tuviésemos más que los hechos de Ossivietski, ya sería bastante.

Exactamente en absoluto, si sólo poseyésemos los hechos de Kahn o de Pascal Forthuny, nuestra convicción respecto a la realidad del sexto sentido sería inquebrantable.

Por consiguiente, para negar la existencia de aquél precisaría derrocar pieza por pieza todas las demostraciones expresadas.

El sexto sentido es mucho más complicado que no lo hemos supuesto. Quizá existen un sexto sentido, un séptimo, un octavo.

Los fenómenos ofrecen una diversidad espantosa.

¿Cómo comparar los casos de Mad. Wheatcroft, que, al propio tiempo que su hijo, vio el fantasma del mayor atravesando la estancia; el de Mad. Piper al referir que el tío Jerry estuvo a punto de morir ahogado, cuarenta años antes; el de Ossovietski, que leyó un verso de Rostand, encerrado en un sobre opaco, cuyo contenido no conocía nadie?

Esa lucidez es heterogénea de unos casos con otros. Nos hemos visto obligados, a falta de otra cosa, a reunirlos para formar un conjunto bastante artificioso, un centón de demostraciones completamente distintas, pero que todas coadyuvan a establecer un mismo hecho sobre bases indiscutibles.

Hemos dicho que se trata de vibraciones, y esto es una hipótesis.

Pero, según las leyes clásicas de la Física general, todas las fuerzas, todas las energías de la Naturaleza, se traducen en vibraciones. El vocablo es necesario, porque el mundo exterior, en último análisis, no es más que un conjunto de vibraciones actuales o pretéritas.

Es interesante emplear la palabra “vibraciones”, porque tal vocablo no implica método alguno a seguir en estos estudios.

¿Es posible impedir el paso a las vibraciones, mediante pantallas y cajas metálicas? Creo que no, pero no estaría de más ensayarlo, como lo hace Cazzamali.

¿Darán mayor intensidad al sexto sentido, las vibraciones químicas que obren sobre el sistema nervioso? Por ejemplo, el opio, el alcohol, el pegote, el cáñamo indiano. ¡Cuántos problemas novísimos a estudiar!

¿Cuáles son las influencias de la edad, del sexo, del país de origen, de la herencia particularmente?

Cada una de estas cuestiones debería ser objeto de detenidos estudios, monográficos, especialísimos.

Sigamos, pues, con la hipótesis de las vibraciones, sin acudir a otra , mucho más fantástica, como lo es suponed que el alma humana viaja, errante por el Universo, sin obstáculos, en pos de la realidad lejana, y cuando ha conseguido hallarla (¡) regresa para revelarla a la conciencia.

El sexto sentido es el que nos da a conocer una vibración de la realidad, que nuestros sentidos normales no pueden percibir.

Lo repito , cada capítulo de los que constituyen este libro – a no ser que el lector esté contaminado de la opinión vulgar – conduce por sí solo a la convicción de que existe un sexto sentido, o sea que la inteligencia humana, gracias a una sensibilidad especial, o mejor dicho a sensibilidades especiales, misteriosas hoy por hoy, puede conseguir sobre la realidad nociones fragmentarias que los sentidos normales no pueden proporcionarle.

Las pruebas son múltiples y decisivas:

1.En primer lugar figuran las alucinaciones verídicas, tan numerosos y precisas, que es imposible atribuirlas al azar. surgen con tanta frecuencia a nuestro alrededor moniciones de muerte y de hechos menos importantes, que es preciso concluir en sentido de que alguna relación existirá entre causa y efecto, y no es admisible la hipótesis ingenua de las coincidencias, inauditas, inverosímiles, que se repiten sin cesar.

Aun cuando no hubiese más que las observaciones, las mismas serían suficientes del todo para permitir la afirmación de que en muchas ocasiones un acontecimiento del mundo exterior excita nuestra inteligencia sin excitar nuestros sentidos normales.

2.Sin embargo, hay algo mejor que las observaciones. Hay las experiencias.

Efectivamente, existen sensitivos que , cuando se experimenta con ellos, demuestran con su lucidez, que en no pocas ocasiones se desgarra un velo, y una fracción de verdad, inasequible a nuestros sentidos normales, llega hasta los mismos.

Por poco que se consienta en leer y meditar las hermosas experiencias que hemos reseñado, no queda lugar a dudas.

Haré una comparación sencillísima.

Si se tiende una cuerda de parte a parte de una carretera, y a la noche, al pasar por allí un ciclista, cae con su máquina, al chocar con el obstáculo, nadie osará pretender que la caída obedece a la casualidad. Pues, igualmente, no puedo yo creer que, cuando Mad. Piper dice, tocando un sillón: La tía Antonia fue quien lo regaló, esta frase, revelando un hecho cierto, ciertísimo, sea fruto del azar.

Este no puede producir los resultados obtenidos experimentando con los grandes sensitivos.

No existen fraudes, no.

En extremo rigor, cuando se trata de Metapsíquica física, de ectoplasmas, de materializaciones, de luces, de raps, de levitaciones, de impresiones en yeso o en la parafina, de contactos por muñones o manos, de fantasmas paseantes, en extremo rigor, repito, como esos fenómenos se desarrollan casi siempre en la obscuridad, no dependiendo sino de un número reducido de personas de probidad problemática, asiste el derecho de pedir nuevas pruebas y mantener ciertas reservas.

En los casos presentes, no ocurre nada parecido. Los sensitivos son numerosos, las experiencias, frecuentísimas. Todo ocurre en plena luz y son posibles todos los medios de investigación apetecibles. Las supercherías, cuando existen, son fácilmente puestas al descubierto.

Ahora bien; eliminando aquellos, no queda más explicación que la de un sexto sentido.

3.Pero, por desdicha, no es posible una explicación, sino limitarse al enunciado de un fenómeno. Para explicar ese hecho nuevo, inverosímil y desacostumbrado, todas las hipótesis propuestas – hasta ahora – resultan ridículas, incapaces. No temo decirlo.

Pero, sean las mismas como sean, telepatía o ingerencia de los espíritus, hiperestesia anormal de los sentidos clásico u otra causa cualquiera, es precios admitir en todas ocasiones finalmente un sexto sentido, o sea una conmoción del conocimiento por fuerzas desconocidas.

El sexto sentido es profundamente obscuro todavía en cuanto a sus límites, a sus modalidades, a su mecanismo y a sus órganos. Pero, por densas que sean esas obscuridades, esas tinieblas, no impiden probar la existencia del mismo.

Toda ciencia tiene dos fases: la primera, la constatación de los fenómenos, la segunda, su teoría explicativa.

Este libro no es más que la primera etapa, la primera fase, o sea la exposición de los hechos.

Día llegará, quizá, en que sea un hecho la teoría de las leyes que gobiernan el sexto sentido. Me basta en esta obra con haber comprobado que existe.

Resumiré todo el libro en una frase:

El mundo real admite a nuestro alrededor, vibraciones. Percibimos unas por nuestros sentidos; otras, no perceptibles por estos, se revelan mediante aparatos de Física; pero existen otras, además, no percibidas por nuestros sentidos ni por nuestros dispositivos de Física, que obran sobre determinadas inteligencias humanas, revelándoles fragmentos de la realidad.

Existen seguramente otras, además, que ni nuestros aparatos físicos ni el sexto sentido alguno de los sensitivos, serán capaces de revelar.

El mundo mecánico que conocemos: átomos, electrones, planetas, animales, microbios, reacciones químicas, calor, electricidad, todo en conjunto, no es probablemente más que una mínima parte de la realidad. Otras fuerzas de orden absolutamente distinto se agitan sin duda a nuestro alrededor. ¡Quién sabe si esos otros mundos inmateriales no rigen nuestros destinos!

No conoceremos, quizá, nunca esas fuerzas, y quién sabe si nuestros descendientes tampoco las conocerán. Pero esto no es una razón para negarlas.

A mi entender, el sexto sentido es una aspillera abierta a esas potencias misteriosas.



Charles Richet – Nuestro Sexto Sentido