- Un día en la Vida de Oscar el Gato (The New England Journal of Medicine)



Volumen 357:328-329


Número 4



Un día en la Vida de Oscar el Gato
David m. Dosa, M.D., M.P.H. 



Oscar el Gato despierta de su sueñecito, abriendo un ojo para inspeccionar su reino. Desde encima del escritorio del doctor del área, el gato mira detenidamente a las dos alas de la clínica, en la unidad avanzada de demencia. Todo tranquilo en el oeste y en el este. Despacio, se levanta y de manera extravagante se estira, desde hace dos años con esta fórmula, primero hacia atrás y luego se hacia delante. El se sienta y considera su siguiente movimiento.


En la distancia, se acerca un residente. Es la Sra. P.; quien su vida discurría en la tercera planta de la unidad de demencia, hacía ahora 3 años. Hacía mucho tiempo que había olvidado a su familia, aunque ellos la visitaban casi a diario. Moderadamente despeinada después de comer su almuerzo, que ahora lleva casi la mitad en su camisa, la Sra. P toma uno de sus muchos paseos sin ningún objetivo. Ella se desliza hasta Oscar, empujando su caminar y murmurando, completamente indiferente de su entorno. Perturbado, Oscar la mira con cuidado, como ella anda, y suelta un silbido apacible, parecido a una serpiente de cascabel, como diciendo “déjame solo”. Ella lo pasa sin echarle un vistazo, y continúa hacia el vestíbulo. Oscar es aliviado. No es el tiempo de la Sra. P. , y el no quiere hacer nada con ella.


Oscar salta hacia abajo del escritorio, aliviado de estar una vez más solo, y tener el control de su dominio. Él toma unos momentos para beber agua de su tazón y agarrar unos bocados rápidos. Satisfecho, el disfruta de otra situación y sale a dar una ronda. Oscar cabeza abajo decide ir primero al ala oeste, a lo largo del camino tiene que esquivar al Sr. S., que está acostado en una camilla en el vestíbulo. Con los labios ligeramente entreabiertos, él ronca plácidamente- quizás con gran felicidad inconsciente de donde vive ahora. Oscar sigue hacia abajo del vestíbulo hasta que alcanza su final, la habitación 310. La puerta está cerrada, entonces Oscar se sienta a esperar. Él tiene un asunto importante aquí.

Veinticinco minutos más tarde, la puerta finalmente se abre y pasa el ayudante de una enfermera con los trapos sucios. “¡Hola!, Oscar” dice ella. “¿vas para dentro?” Deja paso a Oscar y continua su camino en la habitación, donde hay personas. Mientras en la esquina de la cama pegada a la pared, la Sra. T está dormida en posición fetal. Su cuerpo es delgado y gastado por el cáncer de mama que ha afectado a sus órganos. Ella ligeramente amargada sin hablar durante varios días. Al lado de ella en la habitación su hija, quien echa un vistazo por encima de su novela para calurosamente saludar al visitante . “¡Hola!, Oscar. ¿Cómo estás?”

Oscar se hace el despistado de la mujer y brinca en la cama. Él inspecciona a la Sra. T. Ella está claramente en la fase terminal de la enfermedad, y su respiración es dificultosa. El examen de Oscar es interrumpido por la enfermera, quien va a preguntarle a la hija de la Sra. T si está incómoda y necesita más morfina. La hija balancea su cabeza, y la enfermera da marcha atrás. Oscar vuelve a su trabajo. El huele el aire, da una mirada final a la Sra. T, luego brinca de la cama y rápidamente abandona la habitación. Hoy no es.

Mientras realiza su camino por el vestíbulo, Oscar llega a la habitación 313. La puerta está abierta, y el entra dentro. La Sra. K. descansa plácidamente en su cama, su respiración está estabilizada, pero lenta. Ella está rodeada por las fotografías de sus nietos y del día de su boda. A pesar de estos recuerdos, está sola. Oscar salta a su cama y otra vez huele el aire. Él hace una pausa para considerar la situación, y luego gira dos veces antes de acostarse al lado de la Sra. K.

Pasa una hora. Oscar espera. Una enfermera entra en la habitación para comprobar a su paciente. Ella hace una pausa y nota la presencia de oscar. Preocupada, apresuradamente abandona la habitación y vuelve a su escritorio. Agarra el registro de llamadas de la Sra. K y empieza a hacer llamadas telefónicas.

Pasada media hora la familia comienza a llegar. Las sillas son traídas a la habitación, donde los parientes comienzan la vigilia. Llaman al sacerdote para entregar los últimos ritos. Y con todo, Oscar no se ha movido, en cambio ronronea y con cuidado acerca el hocico a la Sra. K. un nieto joven pregunta a su madre “¿Qué hace el gato aquí?” la madre, lucha para aguantar las lágrimas y dice, “él debe estar aquí para ayudar a la abuela a ir al cielo”. Treinta minutos más tarde, la Sra. K da su último aliento terrenal. Con esto Oscar se sienta encima, mirando alrededor, y luego se marcha de la habitación tan silenciosamente que la familia apenada apenas lo nota.

Durante su camino de vuelta al área, Oscar pasa delante de una placa puesta en la pared. Sobre ella está grabado un elogio de la gente del hospicio local : “ por su cuidado compasivo del hospicio, se concede esta placa al Oscar el Gato”. Oscar toma un trago rápido de agua y vuelve a su escritorio a enroscarse para el resto del día. El trabajo de hoy está hecho. No habrá más muertes hoy, ni en la habitación 310 ni en cualquier otra habitación. Después de todo nadie muere en el tercer piso, a no ser que Oscar haga una visita y permanezca durante un rato.

Nota: Desde que él fue adoptado por los empleados cuando era un gatito, Oscar el Gato ha tenido la misteriosa capacidad de predecir cuándo un residente estaba a punto de morir. Hasta entonces, él ha presidido las muertes de más de 25 residentes en el tercer piso de Steere House Nursing and Rehabilitation Center in Providence, Rhode Island. Su mera presencia en la cabecera se avisa a los médicos y al personal de la clínica de ancianos, es un indicador de que es inminente la muerte, permitiendo a los empleados  suficiente tiempo para notificar a los familiares. Oscar también ha proporcionado el compañerismo a los que morían solos. Por su trabajo, él es considerado por los médicos y el personal de Steere House y por las familias de los residentes a los que sirve.


Información de la fuente





Dr. Dosa is a geriatrician at Rhode Island Hospital and an assistant professor of medicine at the Warren Alpert Medical School of Brown University — both in Providence.