Sesión segunda: Corniellier: La Supervivencia del Alma y su Evolución Después de la Muerte






SESIÓN SEGUNDA

Viernes  6 de diciembre de 1912



Me ha costado trabajo dormir hoy a Reina, probablemente por estar presente mi esposa. Dormida ya, no sufrió, como en la primera sesión, la influencia de mis sugestiones (1), pero la insensibilidad cutánea es perfecta.


Intento un ensayo de psicometría y clarividencia colocando sobre su frente una carta del escultor D. Después de algunos instantes me describe de un modo por demás impresionante el autor de la carta y su trabajo… “con barro hace un hombre..”; parece estar allí, en el estudio de D. Le ve trabajar, desesperarse ante una figura de hombre “que coge manzanas” y que tiene dos metros veinte de altura.

- Eso no va bien, hay que decirle que tiene un defecto ahí (Reina señala su propia cadera), ahí … el torso, etc.

Le ordeno regresar y descender nuevamente al quinto piso. Describe de una manera muy exacta el cuarto de baño. Parece que ve por si misma y que de ningún modo se sirve de mis pensamientos de mis imágenes o de mis sugestiones. Por ejemplo, a pesar de mi deseo, no puedo hacerla designar la ventana y me habla de la cortina que, en efecto, han corrido sin que yo lo supiese. Ha descrito la chimenea, pero ha rehusado ver claramente el fuego, a pesar de mi insistencia. Siente, sin embargo, el calor de la salamandra, que, como se comprueba, no lanza resplandor alguno. No percibe más que una silla, cuando en mi pensamiento veo dos, y la describe exactamente (de asiento redondo, poco corriente, etc.)

(1)  Ya he dado la razón de ello en la introducción.

Le interrogo de nuevo sobre su propio futuro y de nuevo se ve claramente viviendo en  un pisito de dos habitaciones, en Termes: “En la alcoba hay un armario de luna, ‘como a mí me gustan’” Esto lo dice con alegría y énfasis. Describe con precisión el sitio del domicilio: “Así que se deja la estación del Metropolitano en la cuarta calle, según se va hacia la avenida”. No puede ver el nombre de la calle… Es la séptima casa (o el número 7). Aquí una digresión a propósito de su marido, al que ve allí trabajando… y del que analiza los sentimientos con una profundidad inesperada. (No era ya empleado de Banco, sino secretario de un hombre de negocios o de un abogado)

Es difícil dar una idea de la emoción y el colorido de esta escena. Las actitudes de Reina, su esfuerzo y hasta su gesto, todo contribuye a expresar la sinceridad de sus visiones.

Nota curiosa: la intervención reiteradamente afirma de un Espíritu que la quiere dirigir. Le ve, le oye, le habla. Se llama “Fernando Kezloz”, dice Reina. A veces se manifiesta oralmente por medio de ella misma. Entonces su voz y su gesto se tornan duros, imperiosos. El ha sido quien por la mesa me ha ordenado dormir a Reina. Parece que quiere absorber a ésta… Y Reina experimenta un trastorno penoso. Despierta muy tranquila y dice que se siente tranquila y feliz.