El Misterio de las Hadas - Capítulo 5 - Arthur Conan Doyle




CAPÍTULO V


OBSERVACIONES DE UN CLARIVIDENTE EN EL PEQUEÑO VALLE DE COTTINGLEY



Agosto de 1921


Gnomos y hadas. En el prado, hemos visto personajes que tenían aproximadamente el tamaño de los gnomos. Eran barbudos y hacían muecas y se contorsionaban ante nosotros. a uno parecía gustarle mucho entrechocar las rodillas. Estas formas, aparecidas a Elsie una tras otra, se volatilizaban y enseguida eran sustituidas por las siguientes. Yo las he visto en un grupo, en medo del cual estacaba un personaje más visible que los demás. Elsie también ha visto un duendecillo que se parecía al de la fotografía, pero menos luminoso y sin colores. He visto un conjunto de personajes femeninos que jugaban a un juego infantil parecido a oranges and lemons. Las hadas formaban un corro y hacían unas figuras parecidas a las de la contradanza de los lanceros. Había una de pie en medio del círculo, casi inmóvil, y las otras danzaban alrededor. Parecían estar ornadas de flores y mostraban colores poco frecuentes. Algunas estaban cogidas de la mano, con los brazos en alto, formando un arco bajo el que pasaban las otras, en sabio entrecruzamiento. El objeto del juego parecía ser crear un torbellino de energía que surgía en dirección al cielo a una alguna aproximadamente de metro y medio. También observé que los pequeños personajes feéricos se activaban más en los lugares del pardo en los que más espesa y oscura estaba la hierba.


Ninfa acuática. En el riachuelo, cerca de una gran roca, al pie de una pequeña cascada, he visto un espíritu de las aguas. Era una forma femenina, completamente desnuda, con larga melena rubia que parecía peinarse o pasarse el pelo entre los dedos. No podía ver si tenía pies. Tenía el cuerpo de una blancura deslumbrante, apenas rosado, y la cara era bellísima. Movía los brazos, largos y graciosos, y la cara era bellísima. Movía los brazos, largos y graciosos, haciendo un movimiento de olas. De cuando en cuando, esta ninfa, resguardada en una especie de caverna formada por un saliente de roca y musgo, parecía cantar, aunque no se podía oír sonido alguno. No parecía tener alas, y se desplazaba horizontalmente, con movimientos sinuosos, como una serpiente. Desprendía una atmósfera y unas sensaciones muy alejadas de las de las demás hadas. Daba la impresión de que no notaba mi presencia, y ni siquiera cuando me puse en posición de hacerle una fotografía se apartó del entorno en el que se encontraba sumergida.


Elfos silvestres. (Bajo las hayas centenarias del bosque, 12 de agosto de 1921.) Estábamos sentados sobre un viejo tronco de árbol cuando pasaron ante nosotros, a toda velocidad, dos minúsculos elfos silvestres. En cuanto nos vieron, se detuvieron bruscamente, aproximadamente a un metro de distancia, y se pusieron a contemplarnos sin temor; parecían muy divertidos. Se diría que estaban recubiertos de una segunda piel centelleante, como mojada. Tenían grandes pies y manos, desproporcionados con respecto al cuerpo. Las piernas eran más bien flacas, y tenían las orejas largas y puntiagudas, en forma de pera. Había muchos, corriendo en todas las direcciones. Tenían la nariz casi puntiaguda y una boca enorme. Dentro no tenían dientes, ni ningún tipo de estructura, ni siquiera lengua, creo. Parecían un trozo de gelatina. Alrededor de los personajes, igual que un doble fluídico rodea una forma física, se veía un halo de luz verde parecido a un vapor de origen químico. Cuando Frances se acercó a ellos y se sentó aproximadamente a metro y miedo, retrocedieron más de diez metros, como si tuviesen miedo, y parecían observarnos y cambiar impresiones. Ahí hay dos que viven en los huecos de las raíces de una enorme haya, los he visto desaparecer en una grieta (como alguien que baja a una bodega), y se han desvanecido en la tierra.


Hada acuática. (14 de agosto de 1921.) Junto a una pequeña cascada que proyectaba una fina espuma, hemos visto una minúscula forma feérica, extremadamente sutil, posada sobre la espuma. Parecía tener dos colores principales, violeta claro en la parte superior del cuerpo y rosa pálido en la parte inferior. Estos tonos parecían atravesar completamente el aura y el cuerpo denso; el perfil de éste se fundía con el aura. La criatura, en equilibrio sobre la espuma, estaba graciosamente doblada hacia atrás, con el brazo izquierdo levantado por encima de la cabeza, como sostenida por la fuerza vital de la espuma, un poco como una gaviota se apoya en el viento. Parecía echada sobre la espalda, doblada hacia atrás y apoyada contra la corriente. Adoptaba una forma humana sin sexo bien definido. Ha permanecido inmóvil en esta posición unos instantes y ha desaparecido como un relámpago. No he visto que tuviese alas.


Hadas, elfos, gnomos y duendes. (Domingo 14 de agosto, 9 de la noche.) Maravillosa noche tranquila, iluminada por la luna. El prado parece poblado de toda clase de espíritus de la naturaleza, un duende, hadas, elfos y gnomos.


Un duende. Es poco mayor de lo normal, pongamos unos quince centímetros de altura, totalmente vestido de marrón, con las vueltas de color más oscuro, un gorro blando puntiagudo, pantalón corto, medias, tobillos finos y grandes pies puntiagudos, como los de los gnomos. Está de pie justo ante nosotros, sin miedo alguno, muy amistoso y atento. Nos mira fijamente, con los ojos muy abiertos, con una expresión curiosa que evoca el despertar de la inteligencia. Es como si tratase de comprender algo que va más allá de su comprensión. Se vuelve para mirar a un grupo de hadas que vienen hacia nosotros y da un paso hacia un lado como para dejarles paso. Mentalmente, actúa como un niño medio dormido que dijese: “Puedo estar aquí todo el día mirando sin cansarme”. Está claro que percibe gran parte de nuestras auras y parece muy afectado por nuestras emanaciones.


Hadas. Frances ve minúsculas hadas que danzan en corro, y van aumentando poco a poco de tamaño hasta alcanzar los cuarenta y cinco centímetros, y el círculo se ensancha proporcionalmente. Elsie ve una ronda vertical de hadas que danzan lentamente mientras vuelan. Cada vez que un hada toca la hierva, el duende parece dar unos pasos rápidos, y luego recupera su tranquilo paso alrededor del corro. Las hadas que danzan llevan falda larga; se ve su cuerpo a través de la tela. Desde el punto de vista astral, el corro está bañado de luz amarillo dorado, bordeada de distintos matices, entre los que predomina un violeta. El movimiento de las hadas se parece al de la gran rueda de Earl’s Court. Flotan muy lentamente, con el cuerpo y los miembros inmóviles, y luego tocan nuevamente el suelo. Las acompaña una música de campanillas. Más que un juego, parece una ceremonia. Frances ve dos hadas pequeñas que parecen estén actuando, como en un escenario; una tiene algas, y la otra no. Su cuerpo brilla, como agua ondeando al sol. El hada sin alas está arqueada hacia atrás como una contorsionista; la cabeza le toca el suelo, y el hada alada está doblada ante ella. Frances ve un pequeño personaje, como los del semanario Punch, que lleva un curioso gorro galés, que danza golpeando con los talones al tiempo que se levanta el gorro y saluda como en el teatro. Elsie ve un hada floral que tiene forma de clavel. La cabeza aparece allí donde el tallo toca la flor. Los sépalos verdes forman una túnica de la que salen los brazos, y de la falda hecha de pétalos emergen dos piernas más bien flacas. El hada da saltos por la hierba. Es rosa como un clavel, pero pálido y difuso. (Escribo a la luz de la luna) Veo parejas, machos y hembras, de treinta y cinco centímetros de alto, que bailan un vals muy lentamente en medio del prado. Incluso parece que inviertan el sentido de sus pasos. Van vestidos de materia fluídica que les da un aspecto fantasmal. Su silueta, bordeada de gris, no permite distinguir los detalles. Elsie ve a un diablillo que se porta como un mono y se levanta en espiral hasta lo alto de un tallo. Vuelve a nosotros su malicioso rostro, como si hiciese sus acrobacias para nosotros.


Da la impresión de que todo eso lo haya puesto en escena el duende. Un poco más allá, a cinco o seis metros, veo lo que puede describirse como una fuente de hadas. Resulta de una fuerza telúrica multicolor que brota y se derrama en el aire, desplegada como la cola de un pez. También la ha visto Elsie.


(Lunes 15 de agosto. En el prado.) He visto tres formas que corrían muy deprisa del prado al bosque; las mismas formas percibidas ya en el bosque. Cuando estaban a una distancia de unos diez metros de la pared, han saltado por encima y han desaparecido en el bosque. En medio del prado, Elsie ve una bellísima silueta de hada, un poco parecida a Mercurio, pero sin alas en las sandalias, sino en la espalda. Desnuda, con el pelo rubio ondulado, arrodillada en medio de una oscura mata de hierba, con la mirada fija en algo que hay en el suelo. Cambia de postura; primero está sentada, acurrucada  sobre los talones, luego se levanta, bien derecha. Es más grande que las otras, sin duda cuarenta y cinco centímetros de alto. Ondula los brazos por encima de algo que hay en el suelo. Lo recoge (creo que es un bebé) y se lo pone en el pecho. Parece rezar. Tiene rasgos griegos y parece una estatua griega, como un personaje de tragedia griega.


(Martes 16 de agosto, 10 de la noche. En el prado) a la luz de una pequeña lámpara fotográfica.


Hadas. Elsie ve un corro de hadas que dan saltitos con las manos juntas, vueltas hacia el exterior. Aparece una forma en el centro del corro al mismo tiempo que las hadas se vuelven hacia el interior.


Duendecillos. Ha corrido hacia nosotros un grupo de duendes, procedentes del bosque que tenemos a cinco metros. Son distintos de los elfos silvestres y más bien parecen gnomos, aunque más menudos, del tamaño de pequeños duendecillos.


Hada. Elsie ve un hada muy cerca, desnuda, con el pelo de oro, arrodillada en la hierba, mirando hacia nosotros con las manos apoyadas en las rodillas; nos está  sonriendo. Tiene una cara muy bonita y me mira fijamente. Eta forma se ha acercado a nosotros, aproximadamente a metro y medio, y cuando he terminado de anotar mis observaciones ya había desaparecido.

Elfo. Elsie ve a una especie de elfo que parece avanzar tan deprisa que el pelo se le va hacia atrás; s percibe el viento, que gira alrededor de él, y sin embargo está inmóvil, aunque tiene el aspecto de estar ocupadísimo.


Duendecillos. Elsie ve una nube de nombres muy pequeños, que parecen diablillo, que se ponen oblicuamente sobre la hierba. Se dividen en dos hileras que se entrecruzan mientras  bajan. Un ahilera desciende en vertical, con los pies de uno apoyados sobre la cabeza del siguiente; la otra hilera, con los enanos hombro con hombro , corta a la primera. Al aterrizar, huyen en todas direcciones, con aire grave, como si estuviesen muy ocupados por lo que hacen. Parece que la principal ocupación de los elfos silvestres es correr por el prado, pero nada justifica ni su precipitación ni siquiera su simple presencia. Son raros los que pasan cerca de nosotros sin detenerse o sin mirarnos con insistencia. Parece que, de todos los seres feéricos, los más curiosos son los elfos. Frances ve a tres y los llama duendecillos.


Hada. Un hada azul. Un hada alada, de color azul marino y rosa pálido. Tiene las alas palmeadas y manchadas de colores cambiantes como las de una mariposa. Sus formas son perfectas y está casi desnuda. En su pelo brilla una estrella dorada. Esta hada es jefa de compañía, aunque  de momento sin compañía.


Una compañía de hadas. De pronto, ha aparecido en el prado una jefa con su compañía de hadas. Su llegada desencadena una irradiación centelleante que vemos brillar a cincuenta metros en el prado. La jefa de las hada es muy autocrática y tajante cuando da las órdenes, y es indiscutible que tiene dotes de mando. Las hadas se dispersan y forman progresivamente un corro alrededor de ella. Al hacerlo, difunden una suave luz que se propaga sobre la hierba. Vemos que realmente vivifican y aceleran el crecimiento de las plantas. La compañía de hadas que llega al prado es móvil y se balancea muy arriba, por encima de los árboles, como si viniese de muy lejos. En dos minutos se ha ampliado la ronda, mide unos cuatro metros de diámetro y propaga una luz maravillosa. Cada componente de la compañía está ligada a la jefa por medio de un fino rayo de luz. Los rayos son de distintos colores, pero sobre todo amarillos, gradualmente más oscuros hasta llegar al naranja. Los miembros de la compañía se encuentran en el centro, se funden en el aura de la jefa y no cesan de ir y venir. Todo ello se parece a un frutero boca abajo en el que  el pie sería el hada central, mientras que los bordes serían los rayos de luz, que forman una graciosa curva. La compañía despliega una intensa actividad, como si tuviese muchas cosas que hacer en poco tiempo. La jefa de compañía es dinamizada y dirigida desde el interior, y parece que su conciencia descansa en el plano más sutil que aquel en el que trabaja.


Hada. Elsie ve que una gran hada majestuosa atraviesa el prado en dirección a un macizo de jacintos silvestres. Lleva en brazos algo que bien pudiera ser un bebé hada envuelto en un velo. Lo deja sobre el macizo de jacintos silvestres, se arrodilla como para acariciarlo y, tras un momento, se difumina y desaparece. Captamos unas cuantas imágenes de criaturas cuadrúpedas montadas por delgadas formas aladas, puestas sobre sus monturas como jockeys. Los animales montados, cuya cabeza se parece a la de las orugas, no son de ninguna especie clasificada.


En medio de este trajín feérico que cubre todo el prado, se entreven seres parecidos a gnomos que cruzan el prado con aire grave, mientras que en todas las direcciones corren elfos silvestres y otros diablillos en medio de las criaturas dedicadas a tareas más nobles. Ninguno de los tres dejamos de ver seres raros que sin duda son espíritus.


Elsie ha visto a una docena de hadas que volaban hacia nosotros, desplegadas en forma de media luna. Cuando se acercaban, Elsie, extasiada, ha comentado su perfecta belleza formal, pero en un instante se han vuelto de una fealdad espantosa, como para desmentirla. La han mirado todas de soslayo con aire malvado  y han desaparecido. No cabe duda de que en el transcurso de este incidente hemos entrado en contacto con la fase de antagonismo y aversión que tantas criaturas feéricas experimentan para con los seres humano, en la fase evolutiva en la que nos encontramos. Frances ha visto a siete hadas minúsculas muy cerca de ella – seres realmente raros  - acostadas cara al suelo.


(En el valle, 18 de agosto, 2 de la tarde.) Frances ve a un hada tan grande como ella, que lleva leotardos y un vestido festoneado de color carne, muy ceñido alrededor de las caderas. Pliega las alas, muy anchas, sobre la cabeza, y luego alza los brazos y los hace ondular. Su rostro es muy bello y tiene una expresión que parece que esté invitando a Frances al país de las hadas. El pelo parece estar cortado corto, y las alas son transparentes.


Hada dorada. Una luz dorada, irisada, centelleante, envuelve el cuerpo de un hada particularmente bella. Sus altas alas están divididas en dos partes. La parte inferior, que es más pequeña que la superior, parece alargarse  en punta como las alas de algunas mariposas. También ella mueve los brazos y bate las alas. Una maravilla dorada, esas son las únicas palabras que encuentro para describirla. Sonríe, y está claro que nos ve. Se pone un dedo en los labios. Se queda allí mirándonos, sonriente, en medio de las ramas y las hojas de sauce. En el plano físico, no puede decirse que sea objetivamente visible. Apunta hacia el suelo un dedo de la mano derecha, esbozando un círculo alrededor de sus pies, y veo a seis o siete querubines, rostros alados en realidad, que parecen sostenerse tan sólo por una fuerza inmaterial voluntad. Ella me ha lanzado un hechizo que paraliza por completo mis facultades intelectuales y me deja con mirada de demente en medio de las hojas y flores.


Una especie de elfo se encarama por la rama inclinada de un sauce, allí donde está el hada. No es que sea un transeúnte muy simpático; es evidentemente de clase inferior.



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