CORRESPONDENCIA CRUZADA
- Rudolf Tischner –
Antes de llegar a un juicio sobre el espiritismo, es
necesario que nos internemos todavía sobre otro “puente hacia el más allá”.
Diremos algunas palabras para comenzar, sobre el nombre dado al método. Los
ingleses han introducido el término correspondencias cruzadas (Cross
correspondences) que no me parece muy adecuado. (1) Para dar inmediatamente una
idea concreta de ello habla un hecho personal. Durante la segunda guerra
mundial, con el fin de escapar a la censura, siempre que ponía en mis cartas
una noticia importante o alguna crítica irónica sobre política, tenía cuidado
de fragmentar la noticia escribiendo cada vez sólo algunas palabras de modo que
el sentido de estos mensajes disociados no apareciera más que mediante la
lectura de varias cartas sucesivas. Esto es lo que los “espíritus” deben, a
menudo, intentar hacer, al comunicador por intermedio de varias escrituras
automáticas, que a menudo no se conocen entre sí, mensajes que se completan
mutuamente o que vienen a decir lo mismo. Pueden relacionarse con estos otros
mensajes como, por ejemplo, los que tienen por objeto la especialidad científica a la cual el sabio
difunto había consagrado su vida, pero que para los médiums poco cultivados
puede considerarse casi como una cosa desconocida; tal es el caso de los
mensajes llamados “clásico” que los filólogos Myers y Verral dicen haber
enviado después
(1) Esta
expresión conviene perfectamente en el sentido en que ha sido empleada
primeramente: dos personas se escribían simultáneamente para ver si sus
pensamientos coincidían; a este método
de investigación en telepatía se han referido estudios que intentaban la
demostración del espiritualismo y a los cuales la expresión se aplica con menos
propiedad. Como que es de estas últimas de las que se trata aquí únicamente, se
comprende la observación que hace el autor (N del T.)
de su muerte sobre cuestiones referentes a la Antigüedad
clásica. Myers fue el primero que había propuesto experiencias premeditadas de
este género y después de su muerte prematura, varias escritoras automáticas
recibieron algunos de estos “mensajes disociados” que se atribuyeron a Myers y
que se anunciaban en efecto, pro parte, como procedentes de él. Alucinaciones
vagas y ambiguas se encontraban dispersas y escondidas en estos escritos
automáticos interminables, confusos y poco agradables de leer, ¡no quedaba otra
cosa que separar el grano de la paja!
Hodgson, en una sesión con la señora Piper, en Boston,
propuso al “guía” que procurar evocar a la señora Helena Verral ( más adelante
la señora Salter) entonces en Inglaterra, con una lanza (spear) en la mano. El “guía” respondió “¿Por qué una esfera?” (sphere) Hodgson repitió spear. La realización le fue prometida
para el curso de la semana. Tres días más tarde la señorita Verral escribió una
frase desprovista de sentido, compuesta de palabras griegas y latinas en la
cual se encontraban las palabras Sphaire
y volatite ferrum ( lanza
arrojadiza). Cinco días más tarde el “guía” declaró que la señorita Verral
había aparecido a la señora Piper con una “sphera”.
(¡sic!)
El 17-1-1904, aniversario de la muerte de Myers, la señora
Verral y la señora Holland escribieron ambas algo que podía pasar por una
inspiración del difunto y las dos hacían mención de un sobre cerrado y de un
texto. La señora Verral escribía: “Se ha respondido a la pregunta… el Texto y
la respuesta no hacen más que uno y son dados”. El texto de la señora Holland
no constituía una respuesta directa, pero se refería de una manera singular a
la señora Verral y a Myers. Había escrito: “No soy capaz de hacer trazar a
vuestra mano caracteres griegos y por lo tanto no os puedo transmitir el texto
mismo como yo quisiera, sino solamente referiros a I Cor. XVII, 13. Este pasaje
de la primera epístola a los Corintios: “Velad, manteneos firmes en la fe, sed
hombres y sed fuertes”, está grabado en griego , a excepción de las tres
últimas palabras, sobre la puerta de la entrada del Selwyn College en
Cambridge, ante la cual se tenía que pasar para llegar a la casa de Myers, a la
de Verral y a la de Sidgick. La inscripción tenía una ligera falta que Myers
había señalado varias veces en presencia de la señora Verral. La señora Holland
no había estado nunca en Cambridge e ignoraba la existencia de la inscripción y
la relación que ella tenía con la señora Verral y con Myers (P. S.P.R. , 21,
pag. 219 y siguientes)
En este caso se percibe netamente la unidad de inspiración y
uno se pregunta: “¿Es justo pretender, como estas cartas inclinan a hacerlo,
que han sido dictadas por un muerto
determinado e identificable?
Otro ejemplo célebre es el de la “oreja de Denys” que
debemos a la señora Willet; el escrito tiene la pretensión de emanar del
profesor Verral, quien como, Myers estaba versado en la literatura clásica. La
señora W. mujer sin duda cultivada, no tenía, sin embargo, conocimientos
profundos sobre la antigüedad greco-latina. Ya en vida de Verral “el lóbulo de
la oreja de Denys” se había encontrado, sin relación inteligible con el
contexto en un escrito automático de la señora Willet trazado en presencia de la
señora Verral. La “oreja de Denys” es una gruta excavada en una roca de
Siracusa, que desemboca en las “canteras” y presenta la particularidad de
transmitir la voz susurrada. Según la tradición, Denys, tirano de Siracusa, la
había utilizado para espiar las conversaciones de los prisioneros. Después de
la muerte de Verral en 1912, no se habló nuevamente de la gruta más que hasta
Enero de 1914, en presencia de Oliver Lodge, pero en ausencia de la señora
Verral: “Te acuerdas que no lo sabías y yo me dolía de tu ignorancia sobre la
antigüedad. Se trata de un lugar en que encerraban a los esclavos y se trata de
una cuestión de acústica. Esclavos y un tirano y se le denominó “orecchio”. En
el “mensaje” siguiente se trata todavía de Siracusa y de Enna, otra ciudad
siciliana. Estas alusiones y otras aún se encontraban en los escritos
automáticos de una manera inconexa y como sin propósito. Desde las primeras
palabras, la señora Verral, convencida de ser interpelada por el que había sido
su marido, notó que este último le había demostrado su sorpresa cuando le había
hablado por primera vez de la oreja en 1910, al enterarse de que ella no
hubiera oído hablar nunca de ello antes, siendo así que había recibido una
instrucción clásica. En las sesiones ulteriores, a las cuales no asistía la
señora Verral, hubo otras alusiones a la oreja, a los prisioneros, a las
canteras, así como a la aventura de Ulises y Polifemo, a la de Acis y de
Galatea, que se refieren a Sicilia y de los Cíclopes. Más tarde, se habló
todavía de Filoxeno y de los celos (P.S.P.R., V. 29, p. 197 y siguientes)
Uno se pregunta de dónde sacaba sus informaciones la señora
Willet hasta que se trajo una colección inglesa de filología en que se las
podía encontrar casi a todas. En una obra de Smith Greek Melic Poet se leía que
Filoxeno había sido amigo de Denys: esta amistad terminó con su pasión por
Galatea, una tocadora de flauta, amante del tirano. Según otra tradición, la
ruptura fue provocada por una crítica demasiado franca de las tragedias del
tirano, a consecuencia de la cual el poeta fue encerrado en la gruta; éste se
vengó más tarde con un ditirambo “El Cíclope” o “Galatea”, en el cual se
presenta él mismo como Ulises, hurtando , por venganza, el amor de Galatea.
Esto, muy simplificado, forma el tejido del mensaje. Mientras el nombre de
Filoxeno no había intervenido aún, esto diversos elementos aparecían como
inconexos y es solamente después, que se les encontró un sentido. Todo se
presenta, efectivamente, como si una inteligencia hubiera premeditado ofrecer
detalles desprovistos de conexión y de sentido y para terminar nos hubiera dado
la palabra clave del enigma restituyendo al conjunto su ligazón lógica:
Filoxeno.
¿Cuál es, entones, esta inteligencia? G. W. Balfour que lo
relata, ve en este caso una fuerte persuasión de que un muerto, en este caso
Verral, sea el mensajero; piensa este autor que toda otra explicación es
inverosímil e insuficiente. ¿Estaremos de acuerdo con él? Sin duda podemos
descartar la hipótesis de que la señora Willet haya intentado engañar
conscientemente. Podría admitirse, mejor, que se ha procurado estas
informaciones en su segundo estado o que ha tenido por casualidad entre las
manos estas obras poco apropiadas para atraer la atención de los no
especialistas y que las informaciones, después de una larga fase criptomnésica,
hayan emergido por la escritura automática. Creo que tanto una como otra de las
hipótesis son poco probables. Sin embargo, uno se siente sorprendido por el
papel que la señora Verral, ella misma filóloga clásica y escritora automática,
representa en el asunto. Por lo demás, ella pretende haber ignorado muchos
detalles, lo cual no es muy verosímil y es aquello de que dudan personalidades
británicas competentes como la señorita Melian Stawel. Esta señorita cuenta,
que cuando ha oído hablar de las escrituras de la señora Willet no recordó
haber sabido nunca nada de Filoxeno, luego, comprobó que había leído un cierto
número de otras en que se trataba de este poeta. Podría admitirse que este es
también el caso de la señora Verral, tanto más cuanto que ella había debido
hojear, por lo menos, la obra, bastante estimada, publicada por su marido sobre
este asunto. Podemos incluso ir más lejos. Después de la muerte de su marido su
subconsciente ha tenido, ciertamente, que hallarse ocupado por la cuestión de
saber si ella recibiría pruebas de su vida en el más allá, como de la de Myers,
pruebas de las cuales la mejor hubiera sido dada por el tema, un poco alejado
ya, de sus trabajos de especialista. Puede ser que la semilla fuera la
observación de 1910 a la cual se refirió después de la muerte de Verral y que
puso en conexión sus informaciones inconscientes. Hay que hacer notar aun, a
este respecto, que la historia se puso en circulación inmediatamente después de
que ella hubo asistido a una sesión y no hubiera sido sino muy lógico, que para
reforzar el valor de la prueba no hubiera ofrecido ella misma la historia en
escritura automática, sino que la hubiera hecho evocar por otra escritora
conocida de ella. Habiéndose desarrollado todo ese proceso en el inconsciente,
mi hipótesis no ataca en lo más mínimo la sinceridad de la señora Verral.
Terminemos relatando el caso de los “Sietes” que nos
permitirá examinar otro aspecto del problema. El 13 – VI – 1904, Piddington, el
mejor especialista de las “correspondencias cruzadas”, escribió una carta y la
depositó cuidadosamente sellada en los archivos de la S.P.R.; creía él que el
contenido debía ser comunicado después de su muerte por algún médium; se
trataba de descubrir en ella el número 7, objeto de una predilección maníaca de
su infancia, un verdadero “tic”. Después de algunas alusiones que se produjeron
muy pronto pero quedaron completamente incomprendidas entonces, en 1908 explotó
una verdadera epidemia de revelaciones. El 20 – IV la señora Verral escribió:
“Las siete colinas de Roma”. El 27 escribió grupos de número desprovistos de
sentido, pero en el cual desempeñaba un papel la cifra 7; este papel era el
principal, junto con el 3 y el 6. El 8-V la señora Piper dijo al despertarse:
“Somos siete… tic, tic, tic,”; el 12-V escribió: “Somos siete en la lejanía, es
un hecho. Siete de nosotros, 7, siete”. El 11-V, la señora Verral dibujó una
hoja de siete foliolos, como una hoja de acacia y escribió enseguida: “El
candelabro de 7 brazos, es un símbolo, las 7 iglesias, 7 cirios reunidos en un
solo luminar y 7 colores también en el arco iris. Muchos sietes místicos, todos
servirán, nosotros somos siete; F. W. H. Myers”. Otra escritora automática, la
señora Frich, escribía también el 11-VI sobre los “siete” místicos. (P. S.P.R., v.24).
El 14-VIII-1908 la señora Holland tuvo un sueño notable: en
un libro de notas le enseñaban palabras cuyo sentido consistía en que alguien
había escogido un signo de reconocimiento y ella reconoció, sin equívoco, que
se trataba de Piddington; no obstante, la cifra era un 6. El 23-VII, escribió:
“Debe haber por lo menos tres de acuerdo y si es posible, siete”. Sobre lo cual
se hizo alusión a las siete personas que habían participado en el mensaje y
fueron todas claramente descritas. El 24-VII la señora Home escribió: Siete
veces siete y 7 y 70, enviad mis palabras a otros”. Haremos notar ahora que la
señora Verral descubrió las frecuentes alusiones al 7 en los escritos de la
señora Piper, de la señorita Verral y de la señora Frith y en los suyos propios
y no puede decirse ciertamente, en estos casos, que se han pretendido encontrar
en estos escritos algo que no existía. Cuando Piddington supo que su plan había
sido descubierto publicó el contenido de su carta que había encontrado intacta.
¿Qué significación tiene, pues, este “mensaje disociado”? La
señorita Johnson, la mejor especialista en este terreno después de Piddington,
llegó a la conclusión de que muchos de
los hechos analizados están a favor de la intervención de una inteligencia del
más allá. Por el contrario. Por el contrario, la señorita Dallas, espiritista
también, piensa que los sabios difuntos, principalmente Myers, han querido
demostrar de este modo que era un trabajo perdido querer demostrar la
supervivencia por medio de esta clase de mensajes. Los no espiritistas
encontrarán buena esta última opinión puesto que el “mensaje” evidencia el
carácter dudoso de toda conclusión a pesar de los esfuerzos hechos para ello.
Sería incontestablemente forzar
demasiado los hechos, pretender atribuir un papel a los espíritus en un
asunto que se ha elaborado, con toda evidencia, sobre la tierra, esto sería un
sofisma grosero. Digamos, mejor , que todo el trabajo que se ha hecho para
demostrar la supervivencia por la correspondencia cruzada se revela al
análisis, como absurdo. Si no se admite por adelantado lo que se quiere
demostrar, el caso muestra, con toda claridad, que esta clase de mensajes son
posibles “en este bajo mundo”. Y se atribuirá aquí todavía el papel conductor a
la señora Verral. A este respecto, véase un hecho que me parece de importancia
capital. La señora Verral había intentado varias veces vanamente, con
anterioridad, la escritura automática y había llegado a la convicción de que
ella misma era incapaz de practicarla; a partir del 19-I-1901 hizo nuevas
tentativas y terminó por alcanzar el éxito al cabo de algunas semanas y luego
ha llegado a ser una escritora de gran clase. Ahora bien, el 17-I-1901 Myers
había muerto en Roma y sin duda ella había recibido la noticia el 19. ¿No es
probable que sea bajo el shock de
esta novedad que ella se propuso, como fin, entrar en comunicación con el
difunto y que estimulada por un ardiente deseo lo logró finalmente? Con la
certidumbre de una experiencia , este “caso de siete” demuestra que se puede
arrancar al autor de una carta por telepatía, o a la carta misma por
clarividencia, lo esencial del contenido de la misiva y comunicarlo enseguida
telepáticamente, a otras personas.
Introducción a la Parapsicología