El Misterio de las Hadas - Capítulo 3 - Arthur Conan Doyle


Capítulo III


REACCIONES A LAS PRIMERAS FOTOGRAFÍAS


No me encontraba en Inglaterra cuando se publicaron en el Strand Magazine las primeras fotografías, pero incluso a tanta distancia como en Australia puede calibrar el impacto de los clichés en el público. Los comentarios de la prensa, sin ser hostiles, eran generalmente reservados. La familia invectiva de “¡Superchería!” aparecía menos que de costumbre, pero hay que decir que, desde hace unos años, la prensa está familiarizada con los fenómenos parapsíquicos y ya no tienden, como antes, a tratar de ver un fraude tras cada manifestación espiritista. Algunos periódicos de Yorkshire había llevado a cabo investigaciones a fondo, y me han contado que, en varios kilómetros a la redonda hubo fotógrafos que sufrieron verdaderos interrogatorios para tratar de establecer su complicidad en el asunto. Truth, esa revista obsesionada por la idea de que el conjunto del movimiento espiritista, y todo cuanto esté relacionado con él, participa en una conspiración enorme, inepta y falaz minuciosamente elaborada por pillos para engañar a idiotas, publicaba los despreciativos y despreciables artículos de costumbre. Éstos terminaban con una petición a Elsie de que dejase de divertirse con el público como había hecho al realizar las fotografías. El ataque más interesante se encontraba en Westminster Gazette, cuyo enviado especial recibió la misión de revelar qué se escondía detrás del misterio y publicó sus conclusiones el 12 de enero de 1921. Reproduzco el artículo con su amable autorización:


¿EXISTEN LAS HADAS?

INVESTIGACIÓN EN UN PEQUEÑO
VALLE DE YORKSHIRE

EL MISTERIO DE COTTINGLEY
LA HISTORIA DE LA MUCHACHA
QUE HIZO LAS FOTOS


“La publicación de unas fotografías de hadas jugando con niñas – o para ser más exactos, una fotografía de varias hadas y otra de un gnomo- ha provocado enorme interés, no sólo en Yorkshire, lugar donde supuestamente existen estos pequeños seres, sino en todo el país.”


“La historia, misteriosa ya de buen comienzo, se hizo todavía más enigmática cuando sir Arthur Conan Doyle, en su informe sobre el asunto en el Strand Magazine, empleó nombres supuestos con la intención, según decía, de evitar que la vida de las personas implicadas se viese turbada por visitas y correo. No lo consiguió. Me temo que sir Conan no conoce a la gente de Yorkshire, y particularmente a la del pequeño valle, pues todo intento de disfrazar una identidad despierta desconfianza de inmediato, sin que no obstante se acuse de doblez al escritor.”

“Nada tiene, pues, de sorprendente que se recibiese con reservas su relato. Durante mi breve estancia en Yorkshire, todas las personas con las que hablé del tema cortaron en seco la conversación y me espetaron secamente que eso era mentiras. El artículo ha sido el centro de las conversaciones durante semanas, sobre todo desde que se han revelado las verdaderas identidades. Mi misión en Yoorkshire era conseguir, si resultaba posible, argumentos definitivos que validasen o refutasen la prueba de la existencia de las hadas. Reconozco francamente que fracasé en el empeño.”


“El citado país de las hadas es un rinconcito pintoresco, situado fuera de los caminos trillados, a dos o tres kilómetros de Bingley. Y ahí se encuentra un modesto pueblo, Cottingley, anidado en una planicie en el monte, a través de la que serpentea un riachuelo denominado Cottingley Beck, que desemboca en el Aire a menos de un kilómetro. La ‘heroína’ de la historia de sir Conan Doyle es la Srta. Elsie Wright (A partir de ahora emplearemos el verdadero nombre, Wright – en vez del Carpenter del artículo original-, puesto que la familia ha retirado su prohibición.), que vive con sus padres en Lynwood Terrace, nº 31. Las fotografías se sacaron a menos de cien metros del riachuelo que corre detrás de la casa. Cuando la Srta. Wright trabó conocimiento con las hadas, se encontraba en compañía de su prima Frances Griffiths, que vive en Dean Road, en Scarborough.”


“Una de las fotografías sacada por la Srta. Wright durante el año de 1917, cuando tenía dieciséis años, muestra a su prima, que contaba entonces con diez años, con un grupo de cuatro hadas que danzan en el aire ante ella; en la otra fotografía, tomada unos meses más tarde, se ve a Elsie sentada en la hierba con un encantador gnomo que danza a su lado.”


“Algunos hechos son indiscutibles, y ninguno de los testimonios recabados más tarde ha podido desmentirlos. Nadie más ha visto a las hadas, pese a que todos los habitantes del pueblecito han estado enterados de su supuesta existencia, cuando Elsie tomó la fotografía, no estaba acostumbrada a usar una cámara fotográfica y consiguió sacar la imagen de la primera, las jóvenes no invitaron a un tercero para que fuese a ver las maravillosas apariciones y nunca trataron de hacer público su descubrimiento.”


“Empecé entrevistando a la Sra. Wright, que expuso de un tirón todos los detalles del asunto sin comentario alguno. Contó que las chicas tenían la costumbre de pasar todo el día a la orilla del riachuelo, que incluso se llevaban allí la comida, aunque la casa estaba a sólo unos metros. Elsie era de salud frágil y no trabajaba durante los meses de verano ara aprovechar al máximo la exposición al aire libre jugando fuera. A menudo contaba que había visto a las hadas, pero sus padres pensaban que se trataba de fantasías de niña y no le prestaron atención. En 1917, el Sr. Wright compró una cámara fotográfica de aficionado y, un sábado por la tarde, cedió a las insistentes súplicas de su hija, que le pedía que se la prestase. Metió un aplaca y le explicó cómo “apretar el disparador”. Las dos jóvenes se fueron muy contentas y volvieron al cabo de menos de una hora, pidiendo al Sr. Wright que revelase la placa. Mientras el padre lo estaba haciendo, Elsie vio que empezaban a aparecer las hadas y exclamó, muy excitada: “¡Oh!, ¡Frances! ¡as hadas están en la placa!” La segunda fotografía salió igualmente lograda, y hace un año se ofrecieron a algunos amigos, como curiosidades, copias en papel de cada placa. Las fotografías no llamaron particularmente  la atención hasta el día el verano pasado en que se mostraron a unos cuantos delegados de un congreso teosófico en Harrowgate.”


“La Sra. Wright me dio realmente la impresión de que no ocultaba ninguna información y respondió abiertamente a todas mis preguntas. Me dijo que Elsie era una niña que no había mentido nunca, hasta el punto de que algunos vecinos únicamente creían en esta historia porque tenían total confianza en ella. Pregunté por  la trayectoria de Elsie en cuanto a trabajo, y su madre me contó que, después de sus estudios, había estado trabajando unos meses en casa de un fotógrafo en la Manningham Lane, en Bradford, pero que se había dedicado a hacerle mayormente de mandadera. El resto del tiempo, hacía localizaciones. Ni una ni otra de estas dedicaciones podían haber enseñado a la joven a falsificar una placa fotográfica. A continuación, Elsie había trabajado en una joyería, pero no se había quedado allí mucho tiempo. Los meses anteriores a que se sacase la primera imagen de las hadas, había estado en casa y no se había visto con nadie que tuviese una cámara de fotografía.”


“En aquella época, su padre no sabía gran cosa de fotografía, ‘sólo dos o tres astucias, a base de hacer cosas con la cámara’, decía él mismo, y habría que descartar toda sugerencia de que tal vez él hubiese falsificado las placas. Cuando volvió a casa, de regreso de la fábrica cercana, y le anunciaron el objeto de mi visita, respondió que ya estaba harto de este asunto y que no tenía nada que añadir. No obstante, enumeró los mismos hechos que había contado su mujer, con los mismos detalles, y lo que me dijo Elsie en Bradford no me aportó nada más. De modo que tenía yo toda una información idéntica, proporcionada en distintos momentos por los tres miembros de la familia. Los padres reconocieron que les había contado creer que las fotografías fuesen auténticas y que incluso había preguntado a las chicas cómo las habían trucado. Ellas, por su parte, confirmaron su historia y negaron la simple idea de trucaje. Después, los padres se contentaron con esta versión. Si actualmente siguen creyendo en la existencia de las hadas es debido a la confianza que les inspira el relato de la hija y la sobrina.”


“He sabido que el antiguo director de la escuela de Elsie la llamaba ‘soñadora’, y que su madre decía de ella que era muy imaginativa. Me asombraría mucho que a los dieciséis  años hubiese dibujado ella las hadas. Últimamente ha empezado con la acuarela y, tras haber estudiado con detenimiento su trabajo he llegado a la conclusión de que su talento no era evidente, pese a que tenía una notable técnica de los colores para ser una artista inexperta.”


“Sir Arthur Conan Doyle dice que a primera vista se había preguntado si las hadas no serían formas mentales producidas por la imaginación o la voluntad de un vidente. El Sr. E. L. Gardner, miembro del comité ejecutivo de la Sociedad Teosófica, que realizó la investigación sobre el terreno e interrogó a todos los miembros de la familia, da su opinión: las fotografías son auténticas.”

“Aquel mismo día, más tarde, fui a Bradford y hablé con la Srta. Wright en la fábrica Sharpe, una manufactura de tarjetas de Navidad. Estaba trabajando en el piso de arriba y al principio se negó a verme, y me mandó decir que no deseaba contestar a preguntas. Un nuevo intento fue coronado por el éxito, y apareció detrás de un pequeño mostrador a la entrada de la fábrica.”


“Elsie es alta, delgada, con una abundante melena pelirroja en medio de la cual hay una fina cinta dorada que le ciñe la cabeza.”


“Como sus padres, se limitó a decir que no tenía nada que contar sobre las fotografías y, curiosamente, empleó la misma expresión que su padre y que su madre: “Ya estoy harta de toda esta historia.”

“Poco a poco, se fue abriendo más y me contó cómo había tomado las primeras fotografías.”

“Cuando le pregunté de dónde venían las hadas, respondió que no lo sabía.”

“ ‘¿Las vio usted aparecer?’, insistí. Como su respuesta fue afirmativa, repliqué que tuvo que ver de dónde venían.”


“La Srta. Wrigth vaciló y respondió riendo: ‘No sé’. También le faltaban palabras para explicar adónde habían ido las hadas tras haber danzado para ella, y se molestó cuando insistí para que dijese más. No dio ninguna respuesta a dos o tres preguntas mías y, cuando le sugerí que las hadas simplemente se habían volatilizado, me respondió con un simple ‘sí’. Las hadas no le habían dirigido la palabra, según dice, y tampoco ella se había dirigido a las hadas.”


“Las habían visto a menudo, en compañía de su prima. Eran las dos muy jóvenes cuando las vieron por primera vez, y no se lo contaron a nadie. ‘¡Pero – repliqué yo – lo normal es que un aniña que ve hadas por primera vez se lo cuente a su madre!’ Repitió que ella no se lo había contado a nadie. Parece que fue en 1915 cuando las hadas se mostraron por primera vez.”


“A una serie de preguntas, la Srta. Wright respondió que había vuelto a verlas y a fotografiarlas, y que el Sr. Gardner tenía las placas. Incluso después de haber dado a amigos copias en papel de las primeras hadas, no había dicho a nadie que había vuelto a verlas. No le extrañaba que nadie más del pueblo  hubiese visto a las hadas; estaba firmemente persuadida de que su prima y ella eran las únicas que había n tenido la suerte de distinguirlas y estaba convencida de que nadie más lograría hacerlo. ‘Si estuviesen presentes otras personas, las hadas no se mostrarían’, añadió.”


“Varias preguntas que tenían por objeto aclarar estas palabras no recibieron más respuesta que sonrisas y una contestación definitiva: ‘Usted no puede entenderlo’”.


“La Srat. Wrght sigue creyendo en la existencia de las hadas y le alegra la idea de volver a verlas este verano. Según las dos muchachas, las hadas de Cottingley , que sólo aparecen cuando hace buen tiempo, y nunca en días grises ni lluviosos, son seres de luz.”


“Lo más extraño, es su relato, fue que su descripción de que las hadas, en sus recientes apariciones , se habían hecho ‘más diáfanas’ que en 1916 y 1917, época en que las encontraba ‘más bien rugosas’. Luego añadió esta reserva. ‘Comprenda que entonces éramos jóvenes’. Le pedí que se explicas más, pero no lo hizo.”


“El pueblo, antaño tan modesto, promete convertirse en lugar de numerosas peregrinaciones el próximo verano. El viejo refrán de Yorkshire ‘Lo veo y no lo creo’ sigue estando en vigor en la región.”

El tono general de este artículo muestra claramente que el enviado hubiera estado evidentemente encantado de dar el golpe y desmontar todo el asunto. Pero era un hombre honesto e inteligente que había cambiado su papel de fiscal  por el de juez indulgente. Señalemos que no reveló ningún hecho que no hubiese aparecido ya en mi artículo, excepto un punto interesante: era la primera vez en la vida de las chicas que sacaban una fotografía. ¿Es concebible, en tales circunstancia, que pudiesen hacer una fotografía trucada que ningún experto pudiese detectar? Dada la honradez del padre, que nadie discute, lo único que Elsie hubiese podido hacer, para engañar, hubiera sido recortar y juntar diferentes imágenes de exquisita belleza, a espaldas de sus padres, y conseguir un montaje con una impresión de movimiento que resiste el análisis a fondo de un experto. Eso es mucho ¿no?


Queda claro que el autor del artículo de la Westminster Gazette no tenía gran experiencia en el campo de la investigación parapsíquica. Su sorpresa al descubrir que una muchacha no sabe de dónde vienen ni a dónde van las apariciones, cuando en realidad son formas paraspíquicas que se materializan en su aura personal, no es aceptable. Igualmente es bien sabido que los fenómenos parapsíquicos son más característicos de los días buenos y cálidos que de los húmedos y fríos. Y, para terminar, la observación de la muchacha sobre el hecho de que los pequeños seres cada vez se hacen más diáfanos era muy pertinente. Sabemos que algunas formas mediumnísticas están vinculadas  con la infancia, y a medida que una chica se transforma en mujer, puesto que su espíritu se vuelve al mismo tiempo más sutil pero también más trivial, tiende a desaparecer sus capacidades mediúmnicas. Puede observarse esta evolución en la segunda serie de fotografías, particularmente en aquella en que la pequeña criatura está ofreciendo flores. Nos tememos que el proceso haya llegado a su fin y que las manifestaciones de la vida de las hadas ya no vuelvan a surgir de esa fuente.


Unos de los ataques lanzados contra la autenticidad de las fotografías fue la producción de una falsificación, seguida de la demostración: “¡Miren! ¿Ven ustedes qué bonito?¡Pues bien! Es un documento trucado. ¿Cómo pueden entonces afirmar ustedes que su documento no está también falsificado?”. Era un documento falaz en la medida en que estas falsificaciones estaban hechas por profesionales, mientras que los originales estaban hechos por niñas sin formación. Tenemos aquí una repetición del razonamiento machacón y lamentable que viene engañando a tantos desde hace tiempo, según el cual,  puesto que un prestidigitador puede simular ciertos efectos con los métodos propios de su oficio, se deduce de ello que nunca han existido realmente efectos como esos.


Reconozco que algunas de esas tentativas estaban muy logradas, aunque ninguna de ellas sobrevivió al minucioso examen realizado por el Sr. Gardner o por mí. La más astuta la preparó una fotógrafa, la Srta. Ina Inman, del Instituto de Bradford, cuya realización era de tal calidad que nos llevó semanas analizarla, sin prejuzgar el resultado. También el juez Docker, un australiano, tramó un dispositivo extraño peor eficaz. Por lo que se refiere a las hadas de la Srta. Inman, estaban hechas con gran astucia, pero desde luego carecían de gracia y libertad de movimientos que caracterizan a las maravillosas hadas de Cottingley.


Entre las informaciones de prensa más dignas de mencionarse, estaba la del Sr. Georges A. Wade en el Evening News de Londres, publicada el 8 de diciembre de 1920. Relataba una curiosa serie de acontecimientos ocurridos en Yorkshire, que transcribimos aquí:


“¿Existen hoy verdaderas hadas en nuestro país? La cuestión la ha lanzado sir Arthur Conan Doyle, a quien han mostrado unas fotografías que supuestamente representan a estas pequeñas criaturas.”


“Cierto número de experiencias de las que he tenido conocimiento pueden esclarecer un poco la cuestión de saber si realmente existen hadas, elfos y duendes en los valles de Yorkshire, lugar donde se asegura que están hechas las fotos.”


“El año pasado estuve un día en la región, en la casa de mi amigo el célebre escritor Haliwell Sutcliffe; para gran asombro mío, me contó que conocía personalmente a un maestro, cerca de allí, que más de una vez le había asegurado que ¡había visto verdaderas hadas, y que incluso había hablado y jugado con ellas en un prado cercano! El novelista me lo contó como hecho curioso al que no encontraba explicación. Pero me dijo que el maestro, cuya cultura, carácter y personalidad hacían dignas de fe sus palabras, no eran precisamente un hombre que tuviese alucinaciones ni fuese capaz de desear engañar a nadie.”


“En la misma región, un hombre digno de confianza me informó de que una joven de Skpton le había dicho y repetido que solía ir a pequeños valles (y daba los nombres del lugar) ¡para ‘jugar y bailar con las hadas’! Cuando él le mostró su asombro ante tal afirmación, ella lo repitió y aseguró que era todo absolutamente verdad.”


“Comentando todo esto con mi amigo el Sr. William Riley, el autor de Windyridge, de Netherleigh y Jerry y Ben, y hombre que conoce las landas y los valles de Yorrkshire tan bien  como la palma de su mano, me aseguró, aunque no había visto nunca hadas en aquel lugar, que conocía a algunos habitante de las landas, gente realmente honesta, que creían en ellas firmemente. Estas personas sostenían, sin admitir la menor objeción, que a menudo habían visto hadas en rincones privilegiados, por la zona de Upper Airedale y Wharfedale.”


“Algo más tarde, cuando apareció uno de mis artículos sobre el tema en una publicación de Yorkshire, recibí la carta de una señora que vivía algo más lejos, que me decía que mi artículo confirmaba una extraña experiencia que había tenido cuando estaba de vacaciones en el mismo valle, al otro lado de Skipton.”


“Contaba que, un atardecer, mientras paseaba sola por lo alto de una pendiente, en las colinas, vio para gran asombro suyo gran número de hadas y duendecillos que jugaban y danzaban en un prado que había algo más abajo. Se dijo que debía de estar soñando, o que era presa de una alucinación, y entonces se pellizcó y se frotó los ojos para estar segura de que estaba realmente despierta. Una vez convencida de que estaba bien, volvió a mirar y seguía viendo, claramente, las pequeñas criaturas. Daba una detallada información de la manera en que jugaban, del largo rato que se pasó mirándolas, y contaba finalmente que acabaron desapareciendo. No cabía la más mínima duda de que estaba convencida de lo que decía.”

“¿Qué se puede deducir de todo esto? Estoy abierto a todo, pero cuesta creer que tantas personas, sin relación unas con otras, hayan podido fomentar una conspiración para contar mentiras. Que curiosa coincidencia, por decir lo mínimo, que las muchachas del reportaje de sir Arthur Conan Doyle, el maestro citado por Sutcliffe, la joven de Skipton y la señora que escribió al periódico de Yorkshire se refieran todos al mismo lugar en que se puede ver vivir a las hadas, con uno o dos kilómetros de diferencia.”

“¿Realmente pueden encontrarse verdaderas hadas en ese lugar?”

La crítica más virulenta de las fotografías de las hadas, aparecida en el semanario Birmingham Weekly Post, es obra sin duda del mayor Hall-Edwards, una autoridad en el campo de la radio:


“A sir Arthur Conan Doyle le parece que no cabe duda de que estos documentos son verdaderas fotografías de hadas, pese al hecho de que no se ha dado ningún testimonio sobre la manera en que se sacaron exactamente. cualquiera que haya estudiado los extraordinarios efectos que a veces obtienen los técnicos de cinematografía sabe que, con el tiempo y una ocasión propicia, es posible producir cualquier cosa mediante fotos trucadas.”


“Tengo que precisar que la mayor de las jóvenes ha sido descrita por su madre como una niña de mente imaginativa, que tiene costumbre de dibujar hadas desde hace años y que durante cierto tiempo estuvo trabajando con un fotógrafo. Además, pasa mucho tiempo en valles hermosísimos, adecuados para hacer crecer la imaginación de una joven.”


“Una de las fotografías representa a la niña más joven, con el codo apoyado en un talud, con cierto número de hadas que danzan a su alrededor. La niña no mira las hadas, sino que posa para el fotógrafo como si no las viese. Se nos dice que el motivo de su aparente falta de interés por las hadas que retozan se debe a que está acostumbrada a verlas y que lo que le interesaba era la cámara fotográfica.”


“Esta fotografía puede haberse trucado de dos maneras. Ya sea que los pequeños personajes feéricos se hayan pegados sobre cartón, recortados y colocados cerca de la niña, de suerte que ella no pudiera verlos, y el conjunto de la fotografía se haya proyectado sobre una placa; o bien la fotografía original, sin hadas, se pudo adornar con pequeños personajes recortados de alguna revista. Entonces se habría refotografiado la fotografía y, con una toma bien realizada, ningún fotógrafo podría jurar que el segundo negativo no era un original.”


El mayor Hall-Edwards proseguía su argumentación recordando que se había insistido mucho en el hecho de que, en la fotografía, las hadas tenían las alas translúcidas, pero que un fotógrafo hábil podía reproducir este efecto fácilmente.


“Es totalmente posible, señalaba, recortar las alas de un insecto y pegarlas en una imagen de hada. Es fácil emplear las transparentes alas de moscas grandes, de suerte que algunos elementos de la fotografía se vean a través de ellas, causando así un efecto muy realista.”


“Alguno han destacado que, si bien las hadas tienen aire de danzar – todo el mundo dice que están danzando, por otra parte-, en la fotografía, sin embargo, no hay ningún indicio de movimiento. La que sacó la fotografía nos ha explicado que los movimientos de las hadas son extremadamente lentos y que son comparables a las películas a cámara lenta que a veces se ven en las proyecciones de cinematógrafo. Y eso prueba que esa señorita ha adquirido grandes conocimientos de fotografía.”


“Personas de todas las edades – niños y adultos -, han sacado millones de fotografías de paisajes y lugares que nos dicen que están poblados por ninfas y duendes, y sin embargo, antes de que llegasen al lugar estas dos maravillosas muchachas, nadie plasmó en una placa fotográfica una imagen de hada. Tras haber investigado, no tengo reparos en decir que las fotografías bien pueden estar trucadas. Desapruebo la actitud de quienes han afirmado que las circunstancias en que se  sacaron las fotografías son sobrenaturales, porque, como médico, creo que inculcar a niños ideas tan absurdas causarán más tarde manifestaciones de trastornos nerviosos, y alteraciones mentales. No hay duda de que educar a los niños de modo que éstos aprecien las bellezas de la naturaleza es algo que se puede hacer sin alimentar su imaginación con absurdos y sensiblerías excesivas, aunque sean pintorescos.”


Respuesta del Sr. Gardner:


“El mayor Hall-Edwards pretende que no se ha dado ninguna indicación concreta sobre la manera en que se realizaron las fotografías. Lo menos que puede hacer una persona que quiere ejercer el papel de crítico es leer la crónica del asunto. Dice que sir Arthur Conan Doyle considera que no cae duda de que estas fotografías de hadas son verdaderas y auténticas. No se pude desnaturalizar más su postura. Los negativos y los contactos han sido sometidos a las pruebas científicas más minuciosas en el campo de la fotografía, llevadas a cabo por expertos, varios de los cuales se mostraban al comienzo francamente escépticos. El resultado de estas pruebas muestra que los negativos se realizaron indiscutiblemente de una sola toma y que, además, no tienen huella alguna de manipulación fraudulenta conocidas y clasificadas. Esto no pone fin a la controversia, porque, como he afirmado siempre en el curso de mi investigación, es posible realizar negativos  parecidos empleando procedimientos de alta calidad profesional y artística. Por otra parte, me encantaría verlo hecho seriamente. Los pocos intentos de este tipo, aunque mejores que las burdas tentativas proporcionadas por el mayor Hall-Edwards, no resisten el examen más elemental.”


“El asunto, poco después del comienzo de la investigación, prosiguió con el examen del perfil psicológico de las personas implicadas y de los motivos que pudieran haberlas empujado a querer efectuar el trucaje. Nos ocupamos de este aspecto de las cosas encarnizadamente, pues no dimos perfecta cuenta de que resultaba imperativo demostrar la probidad de las  personas concernidas, de manera satisfactoria y definitiva, antes de intentar demostrar la autenticidad de las  fotografías. Lo logramos, y puede calibrarse la minucia de este estudio si se constata que, además de las investigaciones serias que han seguido a la publicación del nombre del pueblo, de las personas, etc., nada ha venido a modificar el primer informe que publiqué. Creo que no hace falta destacar que todo el peso del asunto está en su asombrosa simplicidad y en la integridad de la familia en cuestión. El asunto se apoya en dos elementos: la técnica fotográfica y el perfil de las personas implicadas.”


“voy a mostrarme caritativo con el mayor Hall-Edwards y no insistiré en uno de los aspectos de su sentencia. ¡Sugerir seriamente que asistir a una sesión cinematográfica y emplear una imagen adecuada impliquen grandes conocimientos de fotografía corre parejas con la idea de que una chica tenga grandes conocimientos profesionales sólo porque ha sido contratada para hacer recados en una tienda!  No somos crédulos en este punto, pero tampoco podemos aceptar que dos chicas, solas y sin ayuda, hayan realizado en media hora una fotografía trucada digna de ‘Alicia y las hadas’.”


Además de las acusaciones del mayor Hall-Edwards, también se lanzó al ataque el eminente escritor Maurice Hewlett en el semanario John o’London. Planteó algunas objeciones, a las que dio respuesta el Sr. Gardner. He aquí la tesis del Sr. Hewlett:



“Sir Arthur Conan Doyle ha llegado actualmente a un punto en el que cree en la autenticidad de lo que podríamos llamar las fotografías Carpenter, mostradas hace unos días a los lectores del Strand Magazine, en la que aparecen dos muchachas normales comunicando con seres alados de cuarenta y cinco centímetros de alto, por lo que veo. Si cree en esas fotografías, deduzco dos cosas. La primera es que debe de creer igualmente en la existencia de las pequeñas criaturas. Cree también en que la consecución de las fotografías fue un proceso puramente mecánico en el que la intervención humana se limitó a prepara una placa, apuntar a un objetivo, presionar el disparador, sacar una fotografía y hacer perceptible algo que normalmente no es visible a simple vista. Eso es, en realidad, todo cuanto sir Arthur nos comunica. Cree que las fotografías son auténticas. Todo lo demás deriva de ahí. Pero, ¿por qué lo cree? ¡Porque las chicas le dicen que son auténticas, desgraciadamente!”


“Sir Arthur nos dice que no puede ir a Yorkshire para someter a contrainterrogatorio a las jóvenes, pese a que él desearía hacerlo, aunque eso no está tan claro. Envía entonces en su lugar a un amigo suyo, el SR. E. L. Gardner, que también es un hombre amable, con ideas bien fijas en la teosofía y otros temas del mismo tipo, pero totalmente carente de mente lógica, por lo que parece. El propio Sr. Gardner se ha fotografiado en el lugar donde se fotografiaron las chicas una a otra, o en los alrededores. Ningún ser alado se puso a revolotear a su alrededor, de modo que nos preguntamos por qué el Sr. Gardner: a) se hizo fotografiar, y b) ha reproducido la fotografía en el Strand Magazine.”


“La única respuesta que se me ocurre me la ha sugerido la aparición de la Virgen con el Niño a los pastores, en Verona, en un huerto plantado de melocotoneros. Los pastores habían contado al cura de su parroquia que, una noche, se les había aparecido la Virgen María bajo la luna, que había aceptado un cuenco de leche que ellos le habían ofrecido, y que luego había tomado de un árbol un melocotón y se lo había comido. El cura se fue con ellos al lugar en cuestión, y allí encontró un hueso de melocotón. Era inicio suficiente. Estaba claro que la Madonna había estado realmente allí; el hueso de melocotón era la prueba.”


“Así pues, he llegado a la conclusión de que el Sr. Gardner se hizo fotografiar en cierto lugar a fin de probar la autenticidad de las fotografías realizadas anteriormente en el mismo lugar. El razonamiento debe ser el siguiente: las fotografías se sacaron en cierto lugar. Yo mismo me he fotografiado allí. Por consiguiente, las fotografías eran auténticas. Se palpa el sofisma, pero es un sofisma simpático; y afortunadamente eso no tiene ninguna importancia.”


“Para afrontar este tipo de casos, más vale no oponerse. ¿Qué es más difícil de admitir: el trucaje de una fotografía, o la existencia objetiva de pequeños seres alados de cuarenta y cinco centímetros de alto? Sin duda alguna, para un hombre normal, es la segunda hipótesis. Pero supongamos que hacemos nuestra la primera. Si existen esos seres, si a veces son visibles, y si una cámara fotográfica es capaz de mostrar al mundo entero lo que para la mayoría de la gente es invisible, todavía no estamos en condiciones de afirmar que las fotografías Carpenter representan a tales seres. Nosotros no hemos visto nunca ninguno, eso es cierto, pero todos hemos visto fotografías de sujetos que se movían rápidamente, carreras de caballos o de galgos, hombres que corrían campo a través, y así sucesivamente. Estas cosas las hemos visto pintadas, y también las hemos visto fotografiadas. Ahora bien, es curioso que una fotografía en movimiento no se parece nunca, en ningún caso, a la pintura del mismo objeto.”


“En realidad, en la fotografía, el caballo, el perro o el hombre no tienen ningún aspecto de encontrarse en movimiento. Eso es muy normal, puesto que, en el instante mismo en que las fotografían, no están en movimiento. La reacción de la placa a la luz es tan rápida que puede captarse y registrarse una fracción de segundo de una carrera desenfrenada. En cuanto se reúnen una serie de fotografías consecutivas y se las anima, se obtiene una apariencia de movimiento, exactamente igual que en un cuadro.”


“Pues bien, los pequeños seres que danzan alrededor de la cabeza y los hombros de la cica en la foto Carpenter están volando como en una pintura; no es un vuelo fotografiado. Esto es lo indiscutible. Las hadas adoptan las posturas convencionales artísticas y plásticas de la danza. No tienen ningún aire de sres reales. Están completamente rígidas, si las comparamos, por ejemplo, con los duendes que hacen piruetas en la cubierta del semanario Punch. No tienen casi nada de fantasía desbocada y espontánea de la mariposa. En cierto modo, puede decirse que el intento de mostrar una danza en el aire está bastante logrado, pero no completamente. Las fotografías son demasiado pequeñas para que pueda darme cuenta de si las hadas están pintadas en cartón o recortadas en madera, pero las formas no están en movimiento.”


“Otro detalle más, aunque parezca superfluo, si bien en un asunto como este no hay nada superfluo. Para mí es un detalle evidente, igual que lo que precede: si las formas danzantes hubiesen sido de pequeñas criaturas reales, realmente presentes, la joven de la fotografía las estaría mirando, no mirando la cámara fotográfica.”


“Conozco bien a las chicas. Y como conozco bien a las chicas, sé que les encanta hacer pasteles, y apuesto a que, en ese pasteleo, las señoritas Carpenter se la han dado con queso a sir Arthur Conan Dole. Dicho lo cual, me permito recordarle a sir Conan que en los hitos decisivos de la historia no se toma la iniciativa, son que surgen por sí mismos…”


Respuesta del Sr. Gardner en el siguiente número de la revista:


“Cabía esperar que la lúdica crítica del Sr. Maurice Hewlett sobre la autenticidad de las fotografías de hadas aparecidas en el número de Navidad del Strand Magazine se hubiese hecho con más rigor. No señalaba más que un detalle serio, la diferencia que existe entre la representación del movimiento fotográfico  y el pintado; el Sr. Hewlett mantiene que este último es evidente, y no en las fotografías.”


“Por lo que se refiere a los lugares fotografiados aparte, la cuestión me parece clara. Los expertos en fotografía habían declarado que los dos negativos de hadas no revelaban huella alguna de trucaje (como sobreimpresión, siluetas pintadas en ampliaciones fotográficas, maquetas de cartón o cualquier otro material), pero que, sin embargo, no era imposible obtener el mismo tipo de efecto con un trabajo muy hábil realizado en estudio. Por eso algunos detalles requerían explicación, como la ligera bruma por encima y al lado de la cabeza de la joven, así como el aspecto movido de la cascada en comparación con la nitidez de las formas, etc.  la exploración de los lugares, así como fotografías que los reprodujesen, eran sin duda el único medio de dejar clara la cuestión. Por otra parte, la cascada se encontraba en realidad a menos de seis metros por detrás de la chica, de modo que, por la fuerza de las cosas, aparecía movida en la fotografía, y la ligera bruma debía a las grandes rocas situadas junto a la cascada, a la distancia. Las fotografías de los lugares, de las que publicamos únicamente una por lugar, confirman totalmente la autenticidad de los lugares, no de las hadas.”


“Cuando el Sr. Hewlett, hablando de las fotografías de un objeto en movimiento, afirma del modo más asombroso que el objeto, en el instante  mismo en que lo fotografían, no se encuentra en movimiento (la cursiva es del Sr. H.). ¡Me pregunto realmente en qué momento se encuentra en movimiento el objeto, y qué pasaría si la fotografiasen entonces ¡ Claro que el objeto se encuentra  evidentemente en movimiento en el momento de la apertura el objetivo, sea cual sea el tiempo de exposición, una cincuentésima o una millonésima de segundo, peor en todo caso no es el Sr. Hewlett el único que acepta ese erro. Y en los negativos, cada forma de hada tiene indicios de movimiento. Ese es uno de los primeros puntos que pudimos dejar sentados.”


“Admito  enseguida, por supuesto, que eso no responde a la objeción de que el movimiento de estas hadas es mucho más gracioso que el de un caballo o el de un hombre en una foto de aficionado. Pero, si es exacto que nos las habemos aquí realmente con hadas, cuyo cuerpo es en principio de naturaleza puramente etérica  y plástica, y no con mamíferos con estructura ósea, ¿es entonces una mente realmente ilógica la que considera que su exquisita gracia es una cualidad inherente a su naturaleza? dadas las pruebas evidentes de autenticidad de las fotografías que actualmente tenemos, bien parece que sea esa la verdad.”


“Por lo  que se refiere a la última objeción planteada – la joven que mira a la cámara fotográfica en vez de a las hadas - , Alice no tenía la actitud habitual frente a un objetivo. Para ella, una cámara fotográfica era algo mucho más nuevo que un hada, y nunca había visto una tan cerca. Por extraño que pueda parecernos, en aquel instante era la cámara fotográfica lo que más le interesaba. A propósito: un falsificador lo bastante astuto para hacer una fotografía como esa ¿hubiese cometido la sandez de no hacer posar correctamente a su modelo?”


Entre otras opiniones interesantes y de peso que iban en el sentido de nuestro debate, estaba la opinión del Sr. H.A. Staddon, de Goodmayes, hombre cuyo pasatiempo favorito era coleccionar fotografías trucadas. No puedo incluir aquí su informe, demasiado largo y técnico, pero, en los distintos encabezamientos de los capítulos – atmósfera, composición, densidad, halo, iluminación, placa, pose, puesta a punto, revelado, ropas, textura – estudia en profundidad el dossier y llega a la conclusión de que, a la luz de todas estas pruebas, hay no menos de ochenta por ciento de probabilidades a favor de la autenticidad de las fotografías.


Debo añadir que, en el momento en que se proyectaron las fotografías ante la Sociedad Teosófica, a la que pertenece el Sr. Gardner, las placas aparecieron varias veces aumentadas en la pantalla. Una vez, en Wakefield, la potente lámpara empleada proyectó una imagen excepcionalmente grande en un enorme pantalla. El proyeccionista, hombre muy inteligente, que al comienzo había adoptado una actitud escéptica, quedó totalmente convencido por lo que se refería a la autenticidad de las fotografías, porque, como señaló, tal aumento haría aparecer la menor huella irregular de un tijeretazo o de un detalle trucado, y haría absurda la idea de que  una silueta fabricada no pudiese detectarse. Los perfiles eran siempre maravillosamente finos y regulares.



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