Enrique Marchesini


Enrique Marchesini
(Publicado originalmente en la revista Comunicaciones de Parapsicología, Nº 34, junio de 2012, pp. 36-39)

Enrique Marchesini tiene el privilegio de haber sido el primer psíquico que participó en experiencias dentro del ámbito de la ciencia oficial en la Argentina, por el año 1932. Fernando Gorriti las recuerda en el Hospicio de las Mercedes, en aquel momento el más importante hospital psiquiátrico del Estado, a cargo de su director, el Dr. Gonzalo Bosch: “Enrique Marchesini, de Córdoba, que describía los rasgos más característicos de cualquier persona desconocida para él, bastándole que dicha persona trazase una raya cualquiera con un lápiz sobre un papel, al mismo tiempo que recorría con uno de los dedos de la mano el trazo de lápiz, y previo un instante como de inspiración suscitado por la lectura de las estrofas de algunos versos que tenía escritos en una libreta” (Gorriti, 1932, p. 18).

Otro investigador que lo incluyó en sus experimentos fue Orlando Canavesio, mientras realizaba electroencefalogramas a sujetos especiales para conseguir un trazo característico. En el informe que incluye en su tesis doctoral, describe: “Enrique Marchesini toma una prenda de vestir de una niña presente y dice: ‘La enfermedad de esta niña está en los bronquios; siento en mí a ese nivel sensación de espasmos, contrición’. Información a la cenestesia. La niña padecía de asma” (Canavesio, 1951, p. 43).

Enrique Marchesini nació en Cosquín, provincia de Córdoba, el 8 de diciembre de 1906. Siendo niño sus padres lo llevaron a la ciudad de Córdoba, instalándose en la esquina de 24 de Setiembre y Jacinto Ríos, en una casona hoy derrumbada.

Las primeras anécdotas que se recuerdan se produjeron durante un viaje a Europa que realizó cuando tenía 12 años. Visitando una antigua iglesia en Italia, manifestó tener la sensación de haber estado ya en ese lugar; y ante la incredulidad de su padre señaló, detrás de un mueble, una puerta oculta con un pasadizo vedado al turismo. Ya en el viaje de regreso, mientras descansaban junto a la baranda del barco, sin que mediara motivo aparente, anunció que había muerto su abuela paterna. El progenitor lo recriminó duramente, ya que en el momento de partir la aludida estaba en perfecto estado de salud, lo que no impidió que el fallecimiento se confirmara al desembarcar.

La verdadera explosión de sus capacidades se produjo luego de un accidente automovilístico en 1929. En un viaje junto a sus dos hermanos varones, chocaron yendo hacia la localidad de Alta Gracia, siendo él el único herido. A raíz del golpe sufrió una subluxación de cervical baja, una compresión medular de la que quedó con una pequeña protuberancia y una leve inclinación de la cabeza hacia delante en forma permanente. A partir de entonces, aquellas conductas esporádicas se transformaron en habituales, pudiéndolas manejar casi a voluntad, y su vida comenzó  a girar alrededor de su clarividencia.

Su fama se extendió por toda la ciudad debido a la exactitud de sus percepciones. Sus proezas fueron muy difundidas en los diarios locales; como el hallazgo, gracias a él, de la llave de la bóveda del Banco Español, cuyo tesorero había perdido y sin la cual la institución no podía funcionar. También recibía pedidos por personas desaparecidas, y propuestas sospechosas o directamente relacionadas con acciones ilegales o inmorales, por lo que pronto decidió especializarse en diagnósticos de salud.

Su metodología era simple y despojada de rituales. El consultante entraba al consultorio y le entregaba una prenda del enfermo. Marchesini prefería que el enfermo no asistiera para no ser influido y para no tener que darle noticias graves, si ése era el caso. Mientras tocaba la prenda posaba la vista en un pequeño libro, no para leerlo sino como pretexto para concentrarse unos segundos. Inmediatamente indicaba algunos datos generales sobre el dueño de la prenda, como para asegurarse de que estaba en el camino correcto, y luego comunicaba el diagnóstico solicitado, agregando algunas recomendaciones a seguir y el pronóstico de la enfermedad. Marchesini nunca recetaba y tampoco sugería nombres de médicos para realizar el tratamiento.

De esta forma trabajó durante más de cuarenta años, sin ser molestado por las autoridades encargadas del contralor de la medicina oficial. En una de las paredes de su consultorio colgaba un diploma autorizándolo a realizar diagnósticos. Lo consiguió poco tiempo después de que comenzara a trabajar: ante denuncias por ejercicio ilegal de la medicina, se apersonó el presidente del Consejo Provincial de Higiene junto con dos funcionarios más para clausurar el lugar. Marchesini se defendió argumentando que él no recetaba ni realizaba ningún tipo de tratamiento, sino que sólo diagnosticaba sin necesidad de prestar atención a signos ni síntomas, casi siempre a distancia. Ante la incredulidad de los presentes, les ofreció ponerse a prueba adivinando el contenido de una carta que uno de ellos llevaba en el bolsillo interno de su saco, recibida por la mañana y aún no abierta, a lo que el presidente retrucó: “Señor Marchesini, si usted me dicta el contenido de esta carta, la abrimos aquí mismo y ambos textos coinciden, yo me comprometo a extenderle un certificado para que nadie más lo moleste” (Gimeno, 2007). Marchesini le tomó la palabra, y al cotejar ambas cartas se comprobó que eran idénticas hasta en puntos y comas.

Lamentablemente, no fueron muchas las oportunidades que encontró Marchesini de participar en experiencias suficientemente controladas, y las pocas que hubo no pudieron ser publicadas con la extensión conveniente y en el ámbito adecuado. Quien publicó un caso interesante fue el Dr. José Álvarez López, que lo conoció hacia 1930 siendo ambos muy jóvenes. En una ocasión le propuso realizar una experiencia de precognición. Le entregó un objeto personal y Marchesini se encerró en su cuarto a solas. Al rato volvió con un sobre cerrado en cuya portada podía leerse: “José, abrir el 12 de abril a las 17 hs.”, fecha para la que faltaban algo más de dos semanas. A los pocos días debió viajar de improviso de Córdoba a Buenos Aires, y recordó llevar el sobre consigo. Llegado el día, una hora antes de lo indicado, ansioso, decidió comprar un diario y entrar en la confitería La Ideal, una de las más grandes y lujosas de la ciudad, que aún hoy permanece abierta, cerca de la esquina de Corrientes y Suipacha. A las 17 hs. en punto abrió el sobre y encontró un papel que decía: “José, en este momento estás en un enorme café en Buenos Aires” (Álvarez López, 1995, p. 162-163).

Marchesini siguió trabajando con la naturalidad de cualquier médico de barrio. Siempre en la misma casa, entregando una cantidad de turnos diarios por anticipado, sin tentarse a construir alrededor suyo ninguna forma nueva de culto o institución. Claro que no era el caso de quienes lo consultaban, que lo elevaron a la categoría de santo popular. Su fama siguió creciendo, trascendiendo la provincia y hasta el país.

Inesperadamente, en diciembre de 1975, muy cerca del lugar en donde había ocurrido su primer accidente automovilístico, volvió a chocar y debió ser nuevamente hospitalizado. Había sufrido la fractura de una pierna y algunas costillas, pero el pronóstico de su evolución era bueno. Pasó su cumpleaños internado sin contratiempos, pero después surgió una embolia inesperada por la que finalmente falleció, el 11 de diciembre.

Referencias consultadas
Álvarez López, José. (1995) Avances en Yoga. Buenos Aires. Kier.
Canavesio, Orlando. (1951). Electroencefalograma en los Estados Metapsíquicos. (Tesis Doctoral). Facultad de Medicina. Universidad de Córdoba.
Gimeno, J. (2007). Enrique Marchesini, clarividente diplomado. Boletín Psi, 4. Ver en: http://www.alipsi.com.ar/e-boletin/boletin_psi_1-4_Enero_07.htm#tit04
Gorriti, Fernando. (1932). Las Fuerzas Metapsíquicas. Buenos Aires. Urania.

Referencias ampliatorias
Bertino, R. (2005). Enrique Marchesini, clarividente. La Voz del Interior (Córdoba). Suplemento Córdoba X, 22/5/2005.
Camarasa, J. Hubo una vez un mentalista. Ver en: http://revistalacentral.com.ar/pdfs/14/62-65-marchisini.pdf
Villagra, R. (2008). Marchesini, un cordobés que asombró al mundo. La Mañana (Cordoba), 9/3/2008.

(Información cedida por Juan Gimeno)