Sesión quinta: Corniellier: La Supervivencia del Alma y su Evolución Después de la Muerte



SESIÓN QUINTA


21 de diciembre de 1912


Sesión nula, aunque ha dado un pequeño hecho preciso.

Al llegar Reina, me dice que durante la víspera, a solas, ha ensayado con una mesita…, y que con gran sorpresa le ha comunicado:

- Reina: mañana no dormiréis. Cornillier no tendrá bastante fluido.

Haciendo como si no tuviera en cuenta esta indicación, comienzo, como de costumbre, por la mesa. A pesar de nuestra gran paciencia, rehusa en absoluto moverse. Esto me enerva un poco porque he invitado a mi amigo S.O. y me es muy desagradable haberle molestado para nada.

Al cabo de treinta o cuarenta minutos vuelvo a dormir a Reina. Todo parece que va bien; pero de pornto cae en una especie de semisueño, y a pesar de su evidente buena voluntad y de mis grandes esfuerzos, no llega a la insensibilidad, y tras un ahora de magnetización, desisto agotado.

Atendiendo a la presencia de S.O. ensayo nuevamente con la mesa. Esta vez, después de algunos instantes, consiente en contestar. Es Fernando el que se manifiesta. Después de diversas preguntas y respuestas sin interés, le pido un aprueba: que nos demuestre su independencia de la “médium2; por ejemplo, que nos diga la hora exacta de mi reloj que está sobre la mesa de trabajo, a cinco metros de distancia. Responde inmediatamente:

- Las seis menos nueve minutos.

Mi esposa se levanta, va a comprobarlo y dice:

- Las seis menos siete u ocho minutos.

Esta imprecisión se debe a que la esfera de mi reloj es de oro, y los minutos, grabados nada más, son casi imposibles de distinguir. Puede, pues, decirse que la hora ha sido indicada con una precisión casi completa.

Mi amigo S. toma nota que se deben, sin duda oír los relojes de la vecindad, y que el “médium” ha podido inconscientemente registrar el tiempo. (Esta crítica me pareció bastante justa y la acepté como tal; pero de noche, después de cenar, comprobé que mi reloj adelantaba seis minutos sobre los relojes de La Monnaie y del Instituto y que era, no la hora exacta, sino la de mi reloj, la que la mesa había dado.)

Propongo otro experimento: contar el dinero de mi bolsillo, Fernando acepta y comete un error. Se lo indico y me replica:

- Hay que reírse.

Como nos dice ser de España, le ruego que nos dé para S., que conoce el español, algunas palabras de ese idioma. La mesa dice:

- Hombre, gracias.(sic)

Hombre no tiene ningún valor, es demasiado conocido. En cuanto a “gracias”, ¿no es español?


Luego dice que hablará por la voz del médium dentro de ocho sesiones.