Fotografía 49 - M. Frondoni Lacombe


M. Frondoni Lacombe

Fotografía 49


Sesión del 27 de abril de 1914, a las nueve de la noche.- Asistimos la condesa, la señora Pousa, mi esposo y yo.

Tras la inspección habitual hecha por mi marido y por mí, y cerradas herméticamente las puertas, consultamos el velador. Se manifiesta la entidad llamada Remigio. Le digo que deseo que los fantasmas de la sesión precedente vengan de nuevo para formar y fotografiar el mismo grupo, pues he traído un aparato mayor, de 18 x 24, que permitirá tomar mejor el grupo. Me contesta:

- No siempre es posible.

Y añade que ni el espíritu A. ni Lemos se encontraban presentes, pero que, no obstante, obtendríamos fenómenos interesantes.

- ¿Obtendremos fotografías? – pregunté.

- Una solamente – se me contestó.

Enfoco mi aparato hacia el hueco de la habitación contigua (B). Remigio no quiere luz roja. Apago la electricidad e inmediatamente se oye el golpe para que encendamos el magnesio. A la luz de la cerilla vimos distintamente delante del objetivo y a la distancia necesaria la silueta del fantasma, que puede observarse en la lámina XII. Inmediatamente después de la explosión, luces de tonos diferentes, azules, blancas, doradas, rojas, aparecieron en distintos sitios de la sala: en el techo, en el suelo, en los muebles, cerca de nosotros y siempre flotantes. El resplandor de estas luces era bastante intenso para iluminar todo lo que se encontraba en su radio: cuadros pendientes de las paredes, objetos colocados en las mesas, y gracias, naturalmente , a estas claridades suficientemente intensas, distinguimos en la fotografía del fantasma la superposición de la jamba del hueco de la habitación contigua al salón (c). Seguidamente las cuerdas del violón, que estaba encerrado en su estuche vibraron armoniosamente, al mismo tiempo que oíamos las notas del piano do re mi  fa sol. Algo como una caña golpeó tan fuerte la araña eléctrica colocada cerca del techo, a cuatro metros aproximadamente del suelo, que experimentamos la impresión de que se rompía y que los pedazos de cristal caían sobre la gran mesa del centro y por el suelo.

También oímos la caída de un cuerpo blando que parecía arrojado del techo al suelo. Todavía se produjeron algunas bonitas luces y a continuación resonaron los golpes poniendo término a la sesión.

Cerré mi aparato fotográfico, precaución que tomo siempre antes de encender la luz, y hecha ésta quedamos sorprendidos de no encontrar nada roto, ni la menor huella de cristales por el suelo. El violín estaba en su sitio, encerrado en su estuche, sobre el canapé, como antes de la sesión. Este estuche estaba incluso cubierto con mi abrigo y mi sombrero que había dejado allí al entrar.


La imagen que aparece en la placa coincide perfectamente con la aparición que todos vimos a la luz de la cerilla.

Madeleine Frondoni Lacombe - Maravillosos Fenómenos del Más Allá-




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