APÉNDICE 14 - Experimento Scole



APÉNDICE 14

Discusión: pasado, presente y futuro



Se habló mucho del futuro durante las últimas sesiones de la experiencia de Scole. Una tarde, Manu pronunció una larga disertación, la más larga que recuerda el grupo:

Todos vosotros, del grupo de Scole, desarrolláis un trabajo muy importante de noche, cuando dormís. Contribuís a elevar nuevas columnas de energía para que otros puedan utilizarlas. Esta es una parte significativa de los cambios que pronto se realizarán.

Más allá del trabajo energético desarrollado por grupos humanos, en este período hay muchas energías que son transmitidas a la Tierra por los reinos espirituales. Los efectos de este trabajo serán increíbles. En un futuro muy próximo asistiréis a un cambio de todo lo que está relacionado con la Tierra, incluso en la vida vegetal del planeta.

Los aparatos eléctricos resultarán obsoletos. Sobre todo a ti, Walter (Schnittger), te interesará saber que habrá mejores métodos para hacer funcionar los motores de los coches, en relación al uso de los sistemas de encendido eléctrico.


Durante otra sesión, el grupo fue informado por uno de los comunicantes de que: «Vuestros cuerpos serán muy distintos en el futuro, vuestro sistema nervioso ya está cambiando».

«Muchos otros comentarios hicieron surgir especulaciones en relación al hecho de que seres como "Blue" pudieran ser el prototipo del futuro para nuestra especie», dijeron los componentes del grupo. Éste era sin duda un comentario interesante. Se nos invitaba por tanto a reflexionar sobre la importancia del indicio contenido en la película Diotima. No está todavía claro en qué nos convertiremos.

A este propósito, a principios de 1999 seguimos, fascinados, un programa científico en la televisión que mostraba lo que podría suceder a los seres humanos cuando comiencen a viajar por el espacio. Con la ausencia de gravedad, es posible que los huesos se hagan frágiles y se atrofien los músculos. Las articulaciones podrían alargarse y los cuerpos reducirse. La dieta podría ser distinta. De hecho evolucionaremos y nos adaptaremos a nuestro nuevo ambiente espacial. Tal vez esto pudiera parecer inverosímil, pero ¿qué sabemos realmente sobre quiénes somos y qué hemos sido, para no hablar de lo que seremos? Añadamos otra reflexión a la contenida en la película Diotima: todavía no está claro cómo hemos sido.

Hacia mediados de abril de 1999, se publicó en los periódicos la noticia del descubrimiento en Etiopía, de un esqueleto que podría ofrecer «el eslabón perdido» de la evolución humana. Se decía que el esqueleto tenía dos millones y medio de años, por tanto, de tres a cinco veces más antiguo respecto a las anteriores estimaciones en relación a las fechas de nuestros primeros antepasados. Cualquiera que hubiera sugerido esta escala temporal el día anterior a este descubrimiento, habría sido con toda probabilidad la burla de los «expertos».

Se han descubierto nuevos planetas en torno a una estrella semejante a nuestro sol. ¿Es posible que allí haya vida tal como nosotros la conocemos? ¿Lograremos, un día, alcanzar tales planetas? Con toda probabilidad nos convertiremos en viajeros del espacio. Escrutando los cielos con los telescopios, hemos llegado a la exploración espacial con naves que pueden transportarnos a planetas en nuestro sistema solar. En el futuro, otras naves nos llevarán tal vez a las estrellas.

Las actuales teorías sobre las leyes que gobiernan el orden del universo se basan en la relatividad y en la velocidad constante de la luz. Esto da origen al conocido relato de los gemelos interestelares. Un gemelo de treinta y un años parte a la vez de la estrella más cercana a la velocidad de la luz, mientras el otro se queda en casa, en la Tierra. Después digamos de diez años, vuelve el viajero... para descubrir que su hermano gemelo ha muerto de viejo. Según la teoría corriente sobre la naturaleza del universo, el tiempo transcurre de distinto modo en base a las condiciones que experimenta cada observador. Por tanto, según la teoría, el tiempo no es un valor absoluto, sino que está conectado con la velocidad de la luz y la velocidad de desplazamiento a través del espacio. Las teorías corrientes por tanto, dejan una serie de interrogantes insolubles, a los que el emergente campo de la ciencia espiritual podría ofrecer soluciones. ¿Qué sucedería si descubriéramos el modo de hacer viajar a las naves espaciales más allá de la velocidad de la luz? Si el tiempo no existe en las dimensiones espirituales, ¿conseguiremos transmitir mensajes a nuestro pasado o futuro a través de esas dimensiones? ¿Conseguiremos alguna vez viajar en el pasado o en el futuro?

En base a hipótesis como esta, admitidas por la actual teoría científica, tal vez tengamos que adoptar una actitud de apertura hacia las posibilidades pasadas, presentes y futuras. Si no, podremos perdernos algo importante.

Cuando reflexionamos sobre aquello a lo que hemos llegado, está claro que hemos evolucionado algo respecto a nuestros antepasados primitivos. Pero ¿cómo nos relacionamos con lo que podremos llegar a ser? En relación a nuestra verdadera potencialidad —como han demostrado, por citar a Manu, las vidas de Krishna, Buda, Jesús, Mahoma, Nanak, Sai Baba y los demás «Iluminados»— ¿no somos en cierto sentido hombres del Neandertal? Muchas de nuestras interacciones sugieren la acción de una sólida ley de la jungla donde «el simio mata al simio siguiendo las costumbres». Tal vez no estemos tan evolucionados como creemos. Con seguridad, existe la posibilidad de cambiar, evolucionar, desarrollarse en algo mejor.

Queremos dejaros con otra reflexión. Nuestros antepasados eran peludos y musculosos si se comparan con nuestra forma actual. ¿Puede ser que «Blue» represente nuestro futuro después de dos millones y medio de años? ¿Somos los «primates» de «Blue»?


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